desde 1800 hasta 1851
invasión portuguesa
 
 
El ejército enviado por el rey Juan VI, desde Río de Janeiro, estaba a las órdenes del general Carlos Federico Lecor. Su propósito inicial consistió en invadir no solo la Banda Oriental sino también Misiones, Corrientes, Santa Fe y Entre Ríos. Pero ese ambicioso plan fue dejado de lado, contentándose los brasileros con apoderarse de la Banda Oriental, siempre que Buenos Aires no intentara contrariar su intención. De manera que el peso de la resistencia debió asumirlo exclusivamente Artigas.

En junio de 1816, Lecor ocupó la fortaleza de Santa Teresa utilizando 5.000 hombres, a los que se agregarían pronto otros 5.000, casi todos veteranos portugueses de las guerras contra Napoleón. En septiembre, un lugarteniente de Artigas, “Andresito”, contraatacó derrotando a los invasores en Rincón de la Cruz y sitiando a la ciudad de So Borja, en el actual estado brasileño de Río Grande do Sul. La lucha se hace encarnizada, librándose sucesivas batallas entre las tropas regulares portuguesas y los gauchos orientales, que defienden tenazmente su territorio. Artigas pide apoyo a Buenos Aires, sin éxito. El 20 de enero de 1817, Lecor entra en Montevideo y la bandera de Artigas (azul y blanca como la argentina, cruzada en diagonal por una franja roja) es reemplazada por el pabellón de la Casa de Braganza. Ello, lamentablemente, se celebra en Buenos Aires, ya que Pueyrredón abriga una fuerte animosidad contra el caudillo de la otra margen del río.

A fines de 1817 (14 de diciembre), el Congreso, que había reanudado sus sesiones en Buenos Aires, aprueba un convenio mediante el cual se reconoce la ocupación de la Banda Oriental.




Derrotado definitivamente Napoleón, un nuevo orden se estableció en Europa, organizado por las casas reinantes triunfadoras. Eso explica la difusión de ideas monárquicas en esta parte del mundo. Las mismas eran sostenidas principalmente por gente ilustrada, que estaba al corriente de la situación europea. No llegaron a ganar, en cambio, adhesión popular.

En cuanto a la posibilidad de coronar un descendiente de los incas, pese a resultar particularmente pintoresca, quizá estuviera mejor inspirada que la de poner en un trono americano a un príncipe inglés, ruso, francés o alemán, según pudo ocurrir en caso de haber prosperado las “instrucciones reservadas”, impartidas por Posadas a Belgrano y Rivadavia, para su misión diplomática de 1814.

La prensa contraria al proyecto de ungir a un vástago remoto de Atahualpa se preguntaba, en tono burlón, de qué pulpería del altiplano habría que sacarlo. Parece no obstante que el candidato se hallaba en Europa pues, individualizado, se habría tratado de un hermano muy viejo de Túpac Amaru, preso a la sazón en Cádiz.