Historia Constitucional Argentina
3. Circunstancias destacables en los gobiernos del período
 
 

Sumario: Justo en el gobierno. La gestión de Roberto M. Ortiz. Castillo en la presidencia. Los partidos políticos.





Justo en el gobierno


Ya se ha puntualizado que en las elecciones presidenciales del 8 de noviembre de 1931, la Concordancia impuso a su fórmula Justo-Roca, frente a la Alianza civil de demoprogresistas y socialistas, previo veto de las candidaturas radicales.


Justo asumió el poder el 20 de febrero de 1932 y pudo terminar su mandato de seis años. Su ministerio fue expresión de la Concordancia, con hombres provenientes de las tres corrientes que la conformaban y algunos independientes. Leopoldo Melo en el ministerio del Interior, Carlos Saavedra Lamas en Relaciones Exteriores, el socialista Antonio de Tomaso en Agricultura, el general Manuel Rodríguez en Guerra, y posteriormente, Federico Pinedo en Hacienda, fueron piezas claves. Justo tuvo mayoría en ambas cámaras del Congreso a lo largo de su gestión, y pudo por ello, contar con las sanciones legislativas necesarias para el desarrollo de su cometido 935.


Durante todo este período presidencial el radicalismo fue la principal fuerza opositora. Hasta enero de 1935 volvió a la postura de abstención revolucionaria de principios de siglo. Los estallidos revolucionarios radicales, que se habían iniciado durante el gobierno de Uriburu, continuaron durante la primera etapa de esta presidencia en las provincias de Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, San Luis y Buenos Aires, con resultados negativos 936.


Muerto Irigoyen, en 1933, el ex-presidente Marcelo T. de Alvear, que desde 1931 era el nuevo líder radical, logró el levantamiento de la abstención y de la actitud beligerante, como que no era partidario de la resistencia armada. Actitud que evidentemente favoreció a Justo, que necesitaba darle visos de legalidad a su gestión ante la comunidad internacional y los intereses económicos inherentes a ella 937.


Como ya se ha expresado, el radicalismo pudo obtener triunfos electorales en Capital Federal, Córdoba y Entre Ríos, mientras la Unión Cívica Radical Concurrencista, un sector disidente del comité nacional del partido, llegaba al poder en Tucumán, ya en 1934. Además, la UCR lograba una buena representación en la Cámara de Diputados de la Nación. En los demás distritos Justo mantuvo gobernadores y legislaturas adictos.


La provincia de Buenos Aires fue un modelo de fraude y corrupción. A la violación de la libre expresión ciudadana en los comicios, se unió un estado de descomposición de la moral pública provocada por caudillejos oficialistas, que obtenían del peculado en materia de concesiones y de la permisión del juego clandestino y de la prostitución, recursos para financiar campañas proselitistas y sostener su andamiaje político, mientras la policía colaboraba con este estado de cosas con su omisión culpable en el castigo del atropello a la ley. Como expresa Palacio, «el primer Estado argentino se convertiría en una especie de Chicago librado a la arbitrariedad de concusionarios, proxenetas y tahúres, que no perdonaban ningún medio para conservar sus situaciones»938.


Santa Fe sería, asimismo, escenario del más descarado fraude, previa intervención al gobierno opositor demoprogresista, en las elecciones de gobernador de febrero de 1937. El escamoteo general dio el triunfo al candidato antipersonalista Manuel Iriondo 939.


Hacia esta época, Justo ya venía siendo asediado por una oposición en la que proliferaban los intentos de formar un «frente popular», término acuñado en algunos países europeos como Francia, entre radicales, socialistas y demoprogresistas, que comenzó a tener visos de materializarse en la Cámara de Diputados, donde legisladores de esas tres extracciones concertaban su accionar opositor 940.


En la calle, FORJA, Fuerza Orientadora Radical de la Joven Argentina, que nucleaba a intelectuales radicales del fuste de Arturo Jauretche, Homero Manzi, Luis Dellepiane, Gabriel del Mazo, Arturo García Mellid y Raúl Scalabrini Ortiz, entre otros, denunciaba la política económica del régimen como colonialista, y buscaba reencauzar al radicalismo hacia el cumplimiento de los objetivos que en su hora le había fijado Hipólito Yrigoyen, lo que implicaba todo un programa de raíz nacional y tomar una postura más decididamente opositora a Justo 941. Por su parte, el entonces coronel Juan Bautista Molina, jefe nacionalista con predicamento en ciertos sectores del ejército, con la colaboración civil de Diego Luis Molinari, de extracción yrigoyenista, preparó un movimiento revolucionario que debía estallar en julio de 1936, pero que no llegó a concretarse 942.


Ese año 1936, el Concejo Deliberante de la Capital Federal prorrogaba la concesión de la prestación de los servicios eléctricos en ese distrito a la CADE, subsidiaria de la internacional SOFINA, y a la CIAE. Concejales conservadores y radicales, fueron acusados de aceptar sobornos del trust eléctrico a fin de que votasen la prórroga 943. Sectores nacionalistas y FORJA denunciaron el hecho.


Se iba abriendo camino, mientras gobierna Justo, una patriótica corriente de opinión que reclamaba del pueblo argentino, una toma de conciencia del estado de dependencia económica en que nos encontrábamos. Mientras, el catolicismo vernáculo, que había vibrado en 1934 con motivo de las multitudinarias manifestaciones de fe a que había dado lugar la celebración en Buenos Aires del Congreso Eucarístico Nacional, instaba a una revalorización del acervo cultural tradicional, a un reencuentro con la identidad nacional 944. Además, un grupo notable de historiadores como Carlos Ibarguren, Manuel Gálvez, Rodolfo y Julio Irazusta, Ricardo Font Ezcurra, Raúl Scalabrini Ortiz y otros, trabajaron con probidad para brindar una visión verdadera del pasado nacional 945.


No todos fueron débitos en las cuentas de la presidencia de Justo. Al frente de la Dirección Nacional de Vialidad, el ingeniero Justiniano Allende Posse realizó una labor encomiable, proyectando y comenzando a concretar la construcción de alrededor de treinta mil kilómetros de caminos pavimentados o mejorados; el ingeniero Pablo Nogués, director de Ferrocarriles del Estado, realizaba en esa materia una labor proficua extendiendo la red oficial en lugares apartados que exigían promoción 946. Mientras, el intendente Mariano de Vedia y Mitre modernizaba la Capital Federal dándole el aspecto que tiene actualmente.


De esta manera se arribó a la etapa final de esta presidencia, y con ella la República se aprestó a renovar sus principales autoridades. El radicalismo proclamó la fórmula integrada por el líder Marcelo T. de Alvear y por Enrique M. Mosca. La Concordancia formó su binomio con el antipersonalista Roberto M. Ortiz y el conservador Ramón S. Castillo. A pesar de las preferencias de Justo por Miguel ángel Cárcano para la vice-presidencia, hubo de aceptar a Castillo, señalado por Robustiano Patrón Costas, para evitar que éste último fuera el candidato, puesto que la salud de Ortiz preocupaba y Justo aspiraba a una segunda presidencia, proyecto que en su momento podría verse dificultado con un Patrón Costas en la primera magistratura...947.


Así las cosas, los comicios de septiembre de 1937 se constituyeron en una nueva burla de la voluntad mayoritaria. Ortiz y Castillo asumieron el 20 de febrero de 1938 948.





La gestión de Roberto M. Ortiz


En materia política, puede afirmarse la seria intención del nuevo presidente de restaurar el juego limpio electoral.


La intervención del poder ejecutivo a las provincias de San Juan y Catamarca, teatros de escandalosos comicios fraudulentos, pero por sobre todo, la misma medida decretada con respecto al baluarte del conservadorismo, la provincia de Buenos Aires, son pruebas de los inequívocos propósitos del doctor Ortiz. Este último distrito era gobernado por Manuel Fresco, quien presidió unas elecciones espúreas que habrían de facilitar el acceso al poder de Alberto Barceló, uno de los más inescrupulosos caudillos del conservadorismo bonaerense. Esta intervención ocurría en marzo de 1940 949.


Atacado por una diabetes aguda, el presidente hubo de solicitar licencia hacia julio de ese año, quedando interrumpido su intento legalista.


Durante esta presidencia estalló la segunda guerra mundial. La postura de Ortiz frente al conflicto fue la tradicional argentina de la neutralidad, aunque expresó públicamente su simpatía por la causa aliada 950. La opinión de los argentinos, al respecto, se hallaba dividida en por lo menos tres corrientes: una primera neutralista, con simpatías por el Eje, esto es, Italia y Alemania, en la que confluían sectores nacionalistas y del ejército; un segundo sector neutralista, que no se puede calificar de pro-Eje, consideraba que Argentina no debía definir su posición, porque en ese conflicto no se jugaban intereses propios ni ideologías afines: tal pensaban los integrantes de FORJA, a quienes acompañaban vastos sectores populares; un tercer sector prestaba sin embozo su adhesión a los aliados, y poco después propiciaría la ruptura con el Eje, pertenecían a él casi todos los partidos políticos, los universitarios en su gran mayoría, la prensa, los sectores económicos influyentes.


La posición del presidente fue fácil de sostener: Estados Unidos, que todavía no participaba en el conflicto, no nos presionaba aun en ningún sentido, e Inglaterra estaba conforme con una neutralidad que facilitaba el arribo a sus playas de los alimentos argentinos que necesitaba para sus soldados 951.





Castillo en la presidencia


El 3 de julio de 1940 asumió la primera magistratura Ramón S. Castillo, debido a la licencia que por enfermedad solicitara el doctor Ortiz. Transitoriamente se conservó el ministerio de éste.


A poco estalló el escándalo de la compra de las tierras de El Palomar: el ministro de Guerra, general Carlos D. Márquez, aprobó la compra de una fracción de campo lindante con el Colegio Militar para la ampliación de éste, por un precio sustancialmente mayor que el fijado por los trabajadores oficiales y por la misma parte vendedora.


Intermediarios inescrupulosos, con la colaboración del propio presidente de la Cámara de Diputados, legisladores y funcionarios, se hicieron de una masa de dinero de alrededor de un millón de pesos, producto del desfalco, que se repartieron. Descubierto el delito, quedó seriamente comprometido el ministro de Guerra. Sintiéndose afectado de alguna manera, renunció el presidente Ortiz, que estaba en uso de licencia, pero el Congreso rechazó la dimisión 952. También renunció el ministerio, lo que le permitió a Castillo recomponerlo con personas de su preferencia entre las que descollaban Federico Pinedo, el doctor Julio A. Roca, Miguel Culacciati y el general Juan N. Tonazzi.


Esto ocurría en septiembre de 1940, desde aquí en adelante pudo Castillo imponer dirección propia a las políticas a aplicar, que en lo electoral significó una vuelta a las prácticas fraudulentas, que comenzaron a exteriorizarse en las elecciones de gobernador en Santa Fe (diciembre de 1940) y en enero de 1941, en Mendoza 953.


El ataque japonés a Pearl Harbour y la consiguiente entrada de los Estados Unidos en la guerra (diciembre de 1941), complicó la política internacional de Castillo, que comenzó a ser presionado por el gobierno norteamericano para que Argentina se alineara con los aliados, postura que el presidente resistió estoicamente, logrando inclusive en la Conferencia de Río de Janeiro de 1942, que un acuerdo para que los pueblos latinoamericanos rompieran sus relaciones con el Eje, se transformara en una mera recomendación a tal efecto 954.


Políticamente Castillo se afirmó con las muertes de Ortiz, que ya había renunciado a su cargo, y de Alvear, líder radical, decesos producidos en 1942.


Como hombre de vasta influencia, incluso dentro de sectores del ejército, quedaba Justo, con justificadas pretensiones para suceder al hábil y firme catamarqueño, a punto tal que también círculos radicales entraron en conversaciones con él. Pero al comenzar 1943, fallecía Justo, y entonces resultó evidente que la influencia del presidente tendría mucho que ver con la designación de su sucesor 955.


En el campo económico, el ministro Pinedo presentó en el Congreso un proyecto denominado Plan de Reactivación Económica, hacia noviembre de 1940. Se proponía desarrollar la industria dispensando crédito bancario para tal actividad, limitando la importación de mercaderías provenientes de Estados Unidos, fomentando la construcción de casas baratas, estableciendo una zona de libre comercio con las naciones vecinas, etc. Incluía también apoyo a los sectores agropecuarios, y la creación de una Corporación de Ferrocarriles, que fue criticada en cuanto significaba ventajas para los capitales ingleses invertidos en ese medio de transporte. El Plan fue aprobado en el Senado pero rechazado en Diputados 956.


No obstante, la administración Castillo favoreció el proceso de industrialización que se estaba operando. En 1941 entró a funcionar la Dirección General de Fabricaciones Militares, ente que no solamente nos independizaba parcialmente del exterior en cuanto a la fabricación de armamentos, sino que mucho tuvo que ver con la edificación de las bases del desarrollo metalúrgico nacional. Como lo tuvo que ver la creación de los Altos Hornos de Zapla a principios de 1943. Alma de estas medidas fue el general Manuel Savio. El presidente Castillo afirmaba que: «Los países exclusivamente ganaderos y agrícolas están destinados a la servidumbre; eso ya es cosa del pasado»957. Se considera a Castillo el creador de la marina mercante nacional hecha sobre la base de la incorporación al patrimonio nacional de buques italianos, daneses, alemanes y franceses. Además, tomó posesión del puerto de Rosario, que seguían explotando capitales franceses a pesar de que la concesión estaba vencida 958.