Citas

1. “Los dos grandes imperios de Méjico y Perú se hallaban, durante el siglo XVI, en los comienzos de una edad prehistórica eneolítica, pues conocían el cobre, pero aún no hacían con él armas ni instrumentos, usando sólo los de piedra y los de palo tostado” (Menéndez Pidal, Ramón, El padre Las Casas. Su doble personalidad, Madrid, 1963, pág. 237). Este autor asevera que la Europa mediterránea, ya dos mil años antes de Cristo, había superado el estado de incas y aztecas a la llegada de los españoles (pág. 237).


2. Vasconcellos, José, Breve historia de Méjico (Méjico. 1944) cit. por Ballesteros Gaibrois, Manuel. Historia de América (Madrid. 1954). pág. 132.


3. Ballesteros Gaibrois, Manuel, op. cit., pág. 133.


4. Morales Padrón. F., Manual de Historia Universal, t. V, Historia general de América (Madrid, 1962), pág. 301.


5. Terrero, José, Historia de España (Barcelona, 1977), pág. 187.


6. Ubieto, Antonio y otros. Introducción a la Historia de España Barcelona. 1963), pág. 309.


7. “Con Carlos V, España se convierte en la primera potencia de Europa. En los primeros años de su reinado hay actividad intelectual variada y libre; con gran interés en los problemas religiosos (es la época de las cálidas discusiones que suscita Erasmo), políticos (es la época en que Francisco de Vitoria y sus discípulos sientan principios fundamentales de derecho, entre ellos el de autodeterminación de las naciones), filosóficos (es la época de Luis Vives), científicos (la curiosidad se dirige especialmente hacia las matemáticas, la física y la biología), lingüísticos (Antonio de Nebrija había publicado en 1492 su gramática castellana, la primera gramática de idioma moderno escrita en Europa, y en 1493 su primer diccionario; Juan de Valdés escribió hacia 1535 su “Diálogo de la lengua”), literarios (comienzan entonces los llamados “Siglos de Oro”) y artísticos (es época de gran arquitectura, y en la escultura florece Berruguete). (Henriquez Drena, Pedro, Historia de la cultura en la América hispánica (Méjico, 1966), pág. 24). Parece no compartir estos conceptos Eduardo Galeano: Carlos V era “monarca de mentón prominente y mirada de idiota” y “España habría de padecer el reinado de los Austria durante casi dos siglos” (en Galeano, Eduardo, Las venas abiertas de América Latina, Lanús, 1974, pág. 35). Olvida decir que durante el primer siglo, por lo menos, el Imperio español fue la superpotencia universal, a pesar de la estolidez de la percepción del Emperador...


8. Maeztu, Ramiro de, Defensa de la Hispanidad (Buenos Aires, 1952), págs. 114 y sigs.


9. Galeano se esmera en poner de relieve, todos los avances de las civilizaciones azteca, maya e inca, lo cual es científico (Galeano, Eduardo, op. cit., págs. 64/5). Pero de las lacras de estos pueblos, que ya mencionaremos en este trabajo en términos generales, poco, poquísimo, casi nada. Olvidó que la justicia tiene dos orejas. Y la ciencia histórica, también.


10. En Sierra, Vicente D., Historia de la Argentina, I (Buenos Aires, 1864). pág. 156.


11. Sánchez, Luis Alberto. Breve Historia de América (Buenos Aires, 1978). págs. 33-4.


12. “Para gobernar este enorme Imperio con este sistema económico resultaba indispensable llevar cuenta minuciosa de la población y de sus necesidades; los incas llevaron las estadísticas a un grado de precisión que hoy mismo no existe, como práctica oficial, en ningún país civilizado... Los kipus les servían a los incas para sus complejas estadísticas” (Henriquez Uraña, Pedro, op. cit., págs. 21-22).


13. Ballesteros Gaibrois, Manuel, op. cit., pág. 112.


14. Sánchez, Lula Alberto, op. cit., pág. 38.


15. Ibídem, págs. 43-4.


16. Ibídem, pág. 38.


17. Canals Frau, Salvador, Las poblaciones indígenas de la Argentina (Buenos Aires, 1986), págs. 509-510.


18. Ballesteros Gaibrois, Manuel, op. cit., págs. 73-4.


19. Ibídem, págs. 132/3.


20. Morales Padrón, F., op. cit., pág. 60. Con su proverbial seguridad, Galeano acota cuando hace referencia a la etapa borbónica: “Continuaban en pie el oscurantismo y el fatalismo” (Galeano, Eduardo, op. cit., pág. 42). Calificar de fatalismo al catolicismo, que en Trento precisamente afirmó la libertad humana contra las tendencias fatalistas de la predestinación, nos parece demasiado. Tanta oscuridad hay en esto, que parece rayano precisamente en oscurantismo. En cuanto al oscurantismo de la Iglesia, contestamos con los últimos capítulos de este trabajo.


21. Lehmann, Henri, Las culturas precolombinas (Buenos Aires, 1986), págs. 52/4.


22. Dumont, Jean, La primera liberación de América, en revista “Verbo”, Nro. 267 de octubre de 1986, pág. 85.


23. Morales Padrón, F., op. cit., pág. 62.


24. Ibídem, págs. 88/9. En su meritorio trabajo “Los campos del Venado Tuerto”, Roberto E. Landaburu relata hechos presenciados por Santiago Avendaño y protagonizados por los indios ranqueles: “En el año 1847 falleció el gran cacique Paine Guor, siendo sucedido en el cacicazgo general de Leuvucó su primogénito Callvalú Guor, también llamado Galván, que fue quien ordenó las tremendas exequias de su padre, que llenaron de horror a la tribu ranquel. En el enterratorio del gran cacique, una procesión popular conducía el cadáver a lo largo de un camino de seis kilómetros hasta la sepultura, y reunidas todas las mujeres de la nación rancul, encerradas en un círculo de lanceros, formaban parte del cortejo. Cada dos kilómetros se hacía una estación y el cacique heredero, el atávico Callvalú, designaba ocho mujeres que eran muertas de un golpe seco de bola en el cráneo. !Fueron así inmoladas veinticuatro víctimas para castigo de las brujas que habían influido en la muerte del cacique...! Y así lo relató un cristiano refugiado, presente en los horrendos hechos. Esta abominable matanza a la faz de los hermanos, maridos y padres de las mujeres sacrificadas, fue completada con el asesinato de la más joven de las esposas de Painé, que tenia una criatura en el pecho; ello para que acompañara, con cinco caballos, diez perros y veinte ovejas, al finado en el valle de la Otra Vida...” (Landaburu, Roberto E., Los Campos del Venado Tuerto [Venado Tuerto, 1985] págs. 70/1 citando a Zeballos, Estanislao, Callvucurá y la dinastía de los Piedra, Edit. Hachette, 1961, pág. 101; y a Avendaño, Santiago, Revista de Buenos Aires, t. XV, pág. 76).


25. Canals Frau, Salvador, op. cit, pág. 347.


26. Sánchez, Luis Alberto, op. cit., pág. 28.


27. Sierra, Vicente D., Así se hizo América (Buenos Aires, 1977), págs. 59/60.


28. Morales Padrón, F., op. cit., pág. 108.


29. Pereyra, Carlos, Breva historia de América (Méjico. 1949). pág. 139.


30. Galeano expone: “Los conquistadores practicaban también, con refinamiento y sabiduría, la técnica de la traición y la intriga. Supieron aliarse con los tlaxcaltecas contra Moctezuma” (Galeano, Eduardo, op. cit., pág. 26). Al no explicar, como lo haría cualquier historiador probo, que los tlaxcaltecas, como otras parcialidades, soportaban los desmanes aztecas, el español aparece como felón y artero.


31. Soustelle, Jacques, La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la conquista (Méjico, 1970), pág. 106.


32. Ibídem, págs. 57/8.


33. Sánchez, Luis Alberto, op. cit., pág. 66. Galeano es rápido para asegurar, habría que ver con qué fundamento, que “la conquista rompió las bases de aquellas civilizaciones. Peores consecuencias que la sangre y el fuego de la guerra tuvo la implantación de una economía minera. Las minas exigían grandes desplazamientos de población y desarticulaban las unidades agrícolas comunitarias” (Galeano, Eduardo, op. cit., pág. 65). Pero de las erradicaciones odiosas de pueblos practicadas a punta de lanza por el inca todopoderoso, no se encuentra en su libro una palabra.


34. Soustelle, Jacques, op. cit., págs. 83/6.


35. Respecto de la posesión de la tierra en Méjico, Soustelle, que califica al régimen político azteca anterior a la llegada de los españoles como monarquía aristocrática e imperialista (pág. 53), especifica: “En tanto que el macehualli (plebeyo) se contentaba con su parcela, los altos funcionarlos disfrutaban de bienes considerables en muchas provincias, a imitación del emperador, que poseía en diversos lugares casas de campo y jardines de recreo. Esta desigualdad de fortunas no era menos notable en lo referente a los bienes «muebles»“ (Op. cit., págs. 89/90).


36. Galeano traza este idílico cuadro: “Tanto las terrazas como los acueductos de irrigación fueron posibles, en aquel imperio que no conocía la rueda, el caballo ni el hierro, merced a la prodigiosa organización y a la perfección técnica lograda a través de una sabia división del trabajo, pero también gracias a la fuerza religiosa que regía la relación del hombre con la tierra, que era sagrada y estaba, por lo tanto, siempre viva” (Galeano, Eduardo, op. cit., pág. 66). Confunde “prodigiosa organización” y “sabia división del trabajo” con trabajo forzado o esclavo que los de abajo debían brindar a las castas superiores. Las monumentales obras del imperio incásico se lograron a lomo de indio, no precisamente noble ni sacerdote. En cuanto a la “fuerza religiosa, que regía la relación del hombre con la tierra”, en realidad los trabajos faraónicos se hacían en virtud del culto al todopoderoso inca, descendiente del Sol y amo absoluto.


37. Cit. por Ramos Pérez, Demetrio, Historia de la colonización española en América (Madrid, 1947). pág. 338.


38. Lehmann, Henri, op. cit., pág. 46.


39. Ibídem, pág. 114.


40. Ibídem, pág. 132.


41. Ballesteros Gaibrois, Manuel, op. cit., pág. 69.


42. Ibídem, pág. 124.


43. Canáls Fray, Salvador, op. cit., págs. 180, 199, 227, 310, 365, 545, 158/9, 246, 382. 482, 382/3, 418. 454, 498/9.


44. Mansilla. Lucio V., Una excursión a los indios ranqueles (Buenos Aires, 1977). pág. 127.


45. Ibídem. pág. 145.


46. Ballesteros Galbrois, Manuel, op. cit., págs. 66/7.


47. Menéndez y Pidal, Ramón, op. cit.. pág. 251.


48. Sánchez, Luis Alberto, op. cit., pág. 74.


49. Sierra, Vicente D., Historia de la Argentina, t. I, pág. 142.


50. Sierra, Vicente D., Así se hizo América, pág. 20.


51. Ibídem, pág. 62.


52. Morales Padrón, T., op. cit., pág. 91.


53. Ibídem, pág. 495.


54. Eder, P. F. X., Descripción de la Provincia de los Mojos en el Reino del Perú, lib. IV, cap. 2, cit. por Bayle, Constantino, España en Indias. Nuevos ataques y nuevas defensa (Vitoria, 1934). págs. 177/8.


55. Sierra, Vicente D., Historia de la Argentina, t. I, pág. 156.


56. Ibídem, pág. 142.


57. Ibídem, pág. 157.


58. Gálvez, Manuel, Vida de Ceferino Namuncurá, el santito de la toldería, (Buenos Aires, 1976), pág. 18.


59. Mansilla, Lucio V., op. cit., págs. 98, 100, 110 y 111.


60. Ramos Pérez, Demetrio, op. cit., págs. 384/8.


61. Galvez, Manuel, op. cit., pág. 19. También Mansilla acota respecto de los ranqueles: “Le entregaron la yegua, la carnearon en un santiamén y se la comieron cruda, chupando hasta la sangre caliente del suelo” (Op. cit., pág. 67).


62. Menéndez Pidal, Ramón, op. cit., pág. 48.


63. Sierra, Vicente D., Así se hizo América, pág. 62.


64. Canals Frau, Salvador, op. cit., pág. 268.


65. Ibídem, pág. 247.


66. Ibídem, págs. 201/3.


67. Mansilla, Lucio V., op. cit., pág. 124.


68. Sábato, Ernesto, Dialéctica de las culturas, en “La Nación” del 23 de noviembre de 1991.


69. Roa Bastos, Augusto, El controvertido V Centenario, en el diario español “El Pata” del 24 de Junio de 1991.


70. Gutiérrez, Gustavo, Dios o el oro en Las Indias (Salamanca, 1989), pág. 13.


71. Ballesteros, Jorge, Notable Intelectual mejicano preocupado por Ibero América en diario “La Capital” del 17 de enero de 1992.


72. Vargas Llosa, Mario, Cabezazo con la Madre Patria, en diario “La Nación” del 27 de enero de 1992.


73. Madariaga, Salvador de, Hernán Cortés (Buenos Aires, 1941), pág. 383.


74. Morales Padrón, Francisco, Historia del descubrimiento y conquista de América (Madrid, 1973), pág. 450.


75. Sánchez, Lula Alberto, op. cit., pág. 109.


76. Cfr. Morales Padrón, Francisco, op. cit., pág. 397; Recinos, Adrián, Pedro de Alvarado conquistador de Méjico y Guatemala (Méjico, 1952), págs. 72 y sigs.


77. Sánchez, Luis Alberto, op. cit., pág. 100.


78. Cfr. Morales Padrón, Francisco, op. cit., págs. 294/5; Pereyra, Carlos, Hernán Cortés (Buenos Aires, 1947), págs. 139 y sigs.; Recinos, Adrián, op. cit., pág. 29. El historiador inglés Arthur Helps, en su obra “Spanish Conquest in América” y “The life of Hernando Cortés”, acota: “Las Casas, en una obra; la única suya que ha tenido gran difusión en el mundo entero, da una relación infiel de la matanza de Cholula, callando enteramente la traición de los cholultecas, y que esa traición, o más bien la creencia en ella, fue causa única de la matanza. Atribuye a Cortés el deseo de sembrar el terror, y este es el motivo con que explica el hecho”. (Citado por Pereyra, Carlos, Las huellas de los conquistadores (Madrid, 1942), pág. 238).


79. Madariaga, Salvador de, op. cit., págs. 285 y sigs. y 297.


80. Sánchez, Luis Alberto, op. cit., pág. 101.


81. Cfr. Morales Padrón. Francisco, op. cit., págs. 299/300; Madariaga, Salvador de, op. cit., págs. 442/3; Reciñes, Adrián, op. cit., págs. 36/9.


82. Morales Padrón, Francisco, op. cit., págs. 435/6.


83: Cfr. Pantorba, Bernardino de, Pizarro (Madrid, 1946) págs. 125 y sigs.; Prescott. Wllllam H., Historia de la conquista del Perú (Méjico, 1952), págs. 137 y sigs.: Kirkpatrick, F. A., Los conquistadores españoles (Buenos Aires, 1952), págs. 129/30. El mismo Carlos V condenó el hecho en carta a Pizarro (Morales Padrón, Francisco, op. cit., pág. 422).


84. Morales Padrón, Francisco, op. cit., págs. 434/7.


85. Citado por Pereyra, Carlos, En huellas de los conquistadores (Madrid, 1942), págs. 228/30.


86. Ibídem, págs. 230/1.


87. Díaz del Castillo, Bernal, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (Buenos Aires, 1955), págs. 538/9.


88. Pereyra, Carlos, Hernán Cortés, pág. 252.


89. Madariaga, Salvador de, op. cit., págs. 158 y 487.


90. Cfr. Madariaga, Salvador de, op. cit., págs. 204 y 329; Berrio, Raúl Martín, La fe, aspecto fundamental en la empresa de conquista y pacificación, en Revista “Quinto Centenario” (Madrid, 1985), IX tomo, págs. 129/32.


91. Cfr. Madariaga, Salvador de, op. cit., pág. 391: Berrio, Raúl Martín, op. cit., págs. 131 y sigs.


92. Cfr. Madariaga, Salvador de, op. cit., págs. 144 y 560/1; Guerra, Francisco, La caridad heroica de Hernán Cortés en Revista “Quinto Centenario” (Madrid, 1985) IX tomo, págs. 40 y sigs.; García Añoveros, Jesús María, Pedro de Alvarado, capitán de Hernán Cortés. Aproximaciones y diferencias en Revista “Quinto Centenario”, t. IX, págs. 110 y sigs.


93. Madariaga, Salvador, op. cit., pág. 629.


94. Berrio. Raúl Martín, op. cit., pág. 128.


95. Todorov, Tzvetan, La conquista de América. B problema del otro (Méjico, 1987). Edit. Siglo XXI, citado por Sebreli, Juan José, El asedio a la modernidad - Critica del relativismo cultural (Buenos Aires, 1991), pág. 283.


96. Prescott, William H., op cit., pág. 239.


97. Cfr. Prescott, William H.. op. cit., págs. 266/8; Kirkpatrick, F. A., op. cit., pág. 206.


98. Morales Padrón, Francisco, op. cit., pág. 404.


99. Ibídem, págs. 581/2,


100. Busaniche, José Luis, Historia Argentina (Buenos Aires, 1965), pág. 120.


101. Palacio. Ernesto. Historia de la Argentina (Buenos Aires. 1854), pág. 49.


102. Ibídem.


103. Sierra, Vicente D., Historia de la Argentina (Buenos Aires. 1957), tº II, págs. 37/8.


104. Ver Molina, Raúl A., Hernandarias. El hijo de la tierra (Buenos Aires, 1948), págs. 140, 248, 284, 295. 297, 302/3.


105. Pereyra, Carlos, Las huellas de los conquistadores, pág. 310.


106. Sábato, Ernesto, Dialéctica de las culturas, en “La Nación” del 23 de noviembre de 1991.


107. Vargas Llosa, Mario, Cabezazos con la Madre Patriar, en diario “La Nación” del 27 de enero de 1992.


108. Galeano hace referencia a “la usurpación y el saqueo de las riquezas nativas” y afirma que “los metales arrebatados a los nuevos dominios coloniales estimularon el desarrollo europeo y hasta puede decirse que lo hicieron posible” (Galeano, Eduardo, op. cit., pags. 21 y 35, respectivamente). Pero no explica que esas riquezas nativas, que ese desarrollo económico, a veces obtenido, es verdad, merced a prácticas abusivas propias de la debilidad de toda humana condición, posibilitaron la erección da numerosísimas ciudades, de escuelas, de hospitales, de universidades, del mejoramiento de la producción de bienes, de instituciones avanzadas de gobierno, etc. Es decir, posibilitó el establecimiento de una civilización que nos permite hoy, incluso, enriquecernos intelectualmente y poder escribir un libro. Soto se puede juzgar rectamente sopesando los distintos aspectos, positivos y negativos, que presenta una cuestión. Hablar de los tahures y prostitutas en Potosí (Ibídem, pág. 33) sin mencionar también a artistas, científicos, educadores y mártires, es pura leyenda negra.


109. Rosenblat ha escrito: “En 1606 se inició la colonización inglesa en América, que adquirió en seguida caracteres violentos; el colono no se propuso convivir con el indio, sino desalojarlo; aunque hubo tentativas de convivencia pacífica y se firmaron tratados de paz y alianzas militares (el hecho más notable en este sentido fue el casamiento, en Virginia, de Pocahontas, hija del cacique Powhatan, con un gentilhombre inglés) y hasta se reguló la compra de tierras, la guerra fue casi continua en los siglos XVII y XVIII, y la frontera se desplazaba cada vez más hacia el oeste; los indios capturados se vendían como esclavos, y así llegaron hasta los puertos de Marruecos, Argelia, Túnez y Trípoli; los incidentes de frontera provocaban expediciones punitivas, que alguna vez se organizaron con la idea de exterminar a los pieles rojas; se acusa a los colonos de haber difundido bebidas alcohólicas, de haber puesto veneno en los alimentos y bebidas, y hasta de haber llegado a propagar entre los indios, intencionalmente, epidemias de viruelas; en la lucha con los indios los colonos adoptaron la costumbre indígena de traer como trofeo de guerra las cabelleras de los vencidos, práctica defendida en el Parlamento inglés por Lord Suffolk, Secretario de Estado, y hasta se dedicaron a la caza de cabelleras, estimulada mediante buenos precios” (Rosenblat, Ángel, La población indígena y el mestizaje en América (Buenos Aires. 1954), t. I, págs. 63/4),


110. “Los holandeses, en la parte que conquistaron del Brasil, no dejaron tiranía que no ejercitasen, ni maldad que no pusiesen por obra. Léase el libro cuarto de Catriosto Lusitano, escrito por el Ldo. P. Maestro Fr. Rafael de Jesús, donde se verán los estragos de la religión católica, los martirios crueles que hicieron padecer por su defensa; la codicia sin freno; la justicia enormemente violada; los estupros cometidos con descaro; los adulterios con aplauso, la lascivia sin límites; la fe de los contratos destruida; las leyes sirviendo de base para los fraudes, y un desorden tal, en todo y en todos los ministros, que hizo poco estable su imperio y obligó a que se pusiese de parte de pocos portugueses todo el poder de la divina justicia, para arruinar y desarraigar de aquel reino la soberanía holandesa, que prometía el dominio perpetuo de aquellos estados” (P. Lozano, Historia de la conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán. lib. III, Cáp. 3, BIbl. del Río de la Plata, t. I-V, cit. por Bayle, Constantino, op. cit., pág. 363).


111. Aserción del cantante en una composición publicada por Gustavo Bonifacini: Víctor Heredia - Todavía cantamos (Buenos Aires, 1987), págs. 368/9; 379.


112. Galeano, Eduardo, op. cit., págs. 58, 49 y 59.


113. Denevan, William M., The native population of the Americas in 1492 (United States of America, 1976), págs. 289/92.


114. Gutiérrez, Gustavo, Dios o el oro en las Indias (Salamanca, 1989), pág. 12.


115. Caponetto, Antonio, Hispanidad y leyendas negras. La teología de la liberación y la historia de América (Buenos Aires, 1989}, pág. 122.


116. Dussel, Enrique D., Historia General da la Iglesia en América Latina (Salamanca 1963), págs. 291, 338. cit. por Caponetto, Antonio, op. cit., pág. 122.


117. Caponetto, Antonio, op. cit., pags. 122/3.


118. Rosenblat, Angel. I, ver págs. 20, 36/7, 59, 88 y 102. Rosenblat sintetiza así las conclusiones de sus investigaciones: “Con todo, por más discutibles que sean los números, parece evidente que el contacto violento o pacífico, las epidemias, las guerras, la migración de pueblos a consecuencia de la conquista, el nuevo régimen de trabajo y de vida, y aun las arbitrariedades y abusos de autoridades y encomenderos, repercutieron desfavorablemente en el desarrollo de la población indígena en el siglo XVI. Pero ya hemos visto que este contacto no fue simultáneo en todas partes, y hemos visto también, a través de cuatro siglos de historia indígena, que aun en las condiciones más desfavorables una población concentrada en núcleos densos, manteniendo casi intactas su cultura, su familia, su organización social, puede rehacerse después de la hecatombe inicial. George Kubler, que ha estudiado detenidamente el movimiento de la población mejicana en el siglo XVI, cree que ha habido un gran descenso de 1520 a 1545, un aumento apreciable de 1546 a 1575 y un período estacionarlo a 1577 a 1600. Los hechos luctuosos no constituyen toda la historia. La acción indianófila de fuertes núcleos misioneros, que ganaron muchas veces para su causa a las autoridades y a la Corona, el apostolado tan discutido del P. Las Casas y el apostolado indiscutido de Vasco de Quiroga, la actitud generosa de una parte de los nuevos pobladores, las reformas administrativas y judiciales, la legislación protectora, y aun el matrimonio legal entre españoles e indias, junto a la necesidad de mantener al indio para la obra de la colonización, han de haber repercutido también en el desarrollo de la población indígena. Sin dejarnos llevar por la tentación de una leyenda negra o de una leyenda áurea (a ninguna de las dos se ajusta la historia del hombre, y menos la del hombre hispano), hemos llegado a calcular una disminución de unos dos millones y medio de indios de 1492 a 1570, y una población americana de unos trece millones y medio en 1492” (pág. 121, t. I).


119. Esos diputados fueron: Raúl O. Rabanaque, José P. Aramburu, Ángel A. J. Bruno, Osvaldo F. Pellín. Roberto S. Digon, Lucía T. N. Alberti, Eduardo P. Vaca, Carlos G. Spina, Olga E. Riutort de Flores, Marcelo M. Arabolaza. Uno de los editoriales del diario “La Nación” del 26 de octubre de 1987, bajo el titulo de “Una extraña soberanía”, expresa: “Constituiría ciertamente un error negar la realidad de muchas miserias e Injusticias padecidas por los pueblos americanos, antes y después del 12 de octubre de 1492, pero afirmar que ese día es “el punto de partida” de todas ellas parece tan poco racional como adjudicar a nuestro propio nacimiento la culpa de todas las desgracias de nuestra vida sobre la Tierra. Si, finalmente, se presta atención al hecho singular de que uno de los diputados firmantes del proyecto pertenece a un partido político que ha asumido la doble denominación de “demócrata” y de “cristiano”, cabe preguntarse si la democracia y el cristianismo deben incluirse también en el elenco de miserias y desgracias que azotan al continente desde hace casi cinco siglos o si, en cambio, debería suponerse que ellas son especies autóctonas, nacidas en el seno de comunidades precolombinas”. En 1988 varios diputados, algunos de los cuales se encuentran en la anterior nómina, prohijaron otro proyecto de resolución pidiendo al Poder Ejecutivo Nacional gestione ante la Organización de las Naciones Unidas, Organización de los Estados Americanos y Movimiento de Países No Alineados se declare al año 1992 “Año Internacional de la Soberanía de América Latina y el Caribe”, con considerándoos análogos a los del proyecto de 1987; preconizan esta iniciativa loa diputados Alberto Aramouni, Guillermo E. Estévez Boero, Matilde Fernández de Quarracino, Simón A. Lazara, Luis A. Manrique, Miguel P. Monserrat, Federico R. Puerta, Carlos F. Ruckauf, Federico T. M. Storani, Raúl Bercovich Rodríguez, José M. Soria Arch, Saturnino Danti Aranda, Ricardo Argañaraz, Ignacio L. R. Cardozo, Genaro A. Collantes, Oscar H. Curi, Benito O. Ferreyra, Horacio H. Huarte, Marcelo Stubrin. Firman además, como dijimos, algunos de los patrocinadores del proyecto de 1987.


120. Rosenblat, Ángel, op. cit., pág. 105.


121. Kroeber, A. L., Native American Population, en The American Anthropologist, vol. 36, 1934, págs. 1/25; Cultural and natural areas of Native North America (Berkeley, 1939), págs. 131/81 (citado por Rosenblat, Ángel, op. cit., págs. 13 y 105).


122. Rosenblat, Ángel, op. cit., págs. 96 y sigs.


123. Morales Padrón, Francisco, op. cit., págs. 244/5.


124. Sánchez Luis Alberto, op. cit., pág. 76.


125. Tudela, José, El legado de España a América (Madrid, 1954), tº I, págs. 11/17 citado por Bruno, Cayetano, Presencia de España en Indias (Rosario, 1991), págs. 156/7.


126. Estudia las densidades estimadas de habitantes por milla cuadrada (Steward, Julián H., The Native Population of South América, en Handbook of South American Studies. Washington 1949, tº V. págs. 655/68; citado por Konetzke. Richard, América latina. II. La época colonial (Madrid, 1983), págs. 94 y 351).


127. En revista “Esquiú” del 20 de diciembre de 1987 bajo el título “Sobre la identidad mestiza de América”.


128. Ibidem.


129. Cfr. Konatzka, Richard, op. cit., págs. 94/5; Sánchez Albornoz, Nicolás y Moreno, José L, La población de América Latina-Bosquejo histórico (Buenos Aires, 1968), págs. 30/31.


130. Moya Pons, Frank, Datos para el estudio de la demografía en la Española, en Estudios sobre política indigenista española en América - Simposio conmemorativo del V centenario del padre Las Casas (Valladolid, 1977), págs. 10 y 15, citado por Bruno, Cayetano, op. cit., pág. 158,


131. Sebreli. Juan José, El asedio a la modernidad - Crítica del relativismo cultural (Buenos Aires, 1991). págs. 274/5.


132. Sánchez Albornoz, Nicolás y Moreno, José L, op. cit., pág. 29.


133. Rosenblat, Ángel, The population of Hispaniola at the time of Columbus, en Denevan, William M., op. cit., pág. 45.


134. Denevan, William M., op. cit., pág. 4.


135. Rosenblat, Ángel, La población indígena y el mestizaje en América, tº I, págs. 88, 102 y 105.


136. Ramos Pérez, Demetrio, op. cit., págs. 278/80.


137. Guerra, Francisco, La logística sanitaria en la conquista de Méjico,  en Revista “Quinto Centenario” (Madrid, 1986), X, págs. 68 y sigs.


138. Guerra, Francisco, El efecto demográfico de las epidemias tras el Descubrimiento de América en “Revista de Indias”, vol. XLVI (Madrid, enero-junio 1986), nº 177. Págs. 48/9.


139. Ibidem, págs. 49/51.


140. Ibidem, pág. 54.


141. Sánchez, Luis Alberto, op. cit., pág. 90.


142. Rosenblat, Ángel, op. cit., págs. 106/7.


143. Cfr. Rosenblat, Ángel, op. cit., pág. 107; Sánchez. Luis Alberto, op. cit., pág. 90.


144. Perea, Juan Augusto y Salvador, Historia del Adelantado Juan Ponce de León (Caracas, 1929), pág. 22, cit. por Bayle, Constantino, op. cit., pág. 145.


145. “No faltará quien eche la culpa a los españoles de esa mortandad: de no ir ellos a América, los contagios no atravesaran el mar. Puede ser; pero la culpa no es de las que gravan las conciencias: un poquito más leve que la de Lord Amherst al repartir ropas contagiadas entre los pieles rojas. En cambio, se les deben a los españoles las medicinas, la higiene, el cuidado paternal muchas veces, los hospitales siempre”. (Bayle, Constantino, op. cit., pág. 164).


146. Solórzano Pereyra afirmó en su “Política indiana”: “son más los que han muerto por el vino, chicha y pulque... que con quantas pestes, calamidades y trabajos les han sucedido”. Y el Virrey Toledo le escribía a Felipe II: “Están en otro daño notable estos naturales, que es la borrachera de sus chichas, que ésta ha ido y va creciendo de cada día, de manera que lea causa muchas muertes y malos y grandes vicios... Se les van limitando las tabernas particulares y prohibiendo que en otra parte no se haga la chicha, ni allí les den más de lo necesario” (Cit. por Bayle, Constantino, op. cit., págs. 152/3). Este autor menciona la multitud de cédulas prohibitivas de la embriaguez y reguladoras de las tabernas que expidió la Corona, hasta llegarse en Buenos Aires a que el obispo decidiera la excomunión de quienes vendieran a los indios vino o aguardiente, como se lee en los Acuerdos del Cabildo de Buenos Aires, 1931) (Ibidem, págs. 153/8)


147. Bayle trae este testimonio del padre capuchino Olivares, refiriéndose a ciertas parcialidades de los llanos de Venezuela: “Cuando logran la ocasión de vengarse, no se contentan con matar a quien les hizo daño o agravios, sino a toda su parentela y generación, y esto no lo hacen a golpes, pues son muy cobardes y pusilánimes, sino con venenos ocultos y mortíferos, que van consumiendo y acabando poco a poco la vida... Tribus numerosas, que hemos conocido, se han acabado, matándose unos a otros con venenos” (Ibidem, págs. 150/1).


148. Ibidem, págs. 140 y siga.


149. Ibidem, págs. 165/6.


150. Ibidem, pág. 169.


151. Ibidem, págs. 170/1.


152. Kubler, George, Population movements In México 1520-1000, en The Hispanic American Historical Review, noviembre de 1942, págs. 601-646, Cit. por Rosenblat, Ángel, op. cit., t. 1, pág. 121.


153. Rosenblat, Ángel, op. cit., t. I. págs. 88. 59 y 36/7.


154. Ibidem, págs. 79/80.


155. Ibidem, pág. 78.


156. Sánchez, Luis Alberto, op. cit., pág. 75 (Blanco, Tomás, Anotaciones sobre población portorriqueña. I. Los Indios, en Ateneo Portorriqueño, vol. IV, nº 2, mayo-junio 1940, págs. 99/100]. Sánchez Albornoz y Moreno califican como panfleto a la “Brevísima relación de la destrucción de las Indias” (op. cit., pág. 42).


157. En periódico “La Voz del Interior”, Córdoba. 15 de noviembre de 1988, citado por Bruno. Cayetano, op. cit., págs. 159/60.


158. Konetzke. Richard, op. cit., pág. 96.


159. Sánchez Albornoz, Nicolás y Moreno, José L., op. cit., págs. 42/44.


160. Ibidem, pág. 54.


161. Meader, Ernesto J. A., La población americana después de la conquista en “América y España: el encuentro de dos mundos” (Buenos Aires, 1988) págs. 116/29, citado por Bruno, Cayetano, op. cit., págs. 166/7.


162. Se refiere, entre otros, a los asesinatos de los líderes indios Lyster Atter y Elmer Prado por los sandinistas nicaragüenses en los años 1979 y 1981 respectivamente. Entre otras parcialidades, los indios miskitos en Nicaragua han sufrido arrestos, supresión del abastecimiento de víveres, prohibición de la venta de maderas que es su principal actividad comercial, expropiación de tierras, torturas; muchos de ellos debieron huir a Honduras (Del Valle Regalado, Ramón J., Una guerra desconocida en diario “La Prensa” del 16 de mayo de 1986 citado por Caponetto, Antonio, op. cit., págs. 133/5). Los marxistas no han asesinado indios solamente en Centroamérica; véase la triste suerte que le han deparado a sectores del campesinado indio peruano las huestes de Sendero Luminoso.


163. Caponetto, Antonio, op. cit., pága. 113/4.


164. En diario “La Capital” de Rosario del 9 de octubre de 1991.


165. Lehmann, Henri, op. cit., págs. 47/8.                    .


166. En nuestro reciente viaje a Méjico, enero de 1992, pudimos observar los puñales de obsidiana con que los sacerdotes aztecas practicaban tan aberrante menester. Están expuestos en el Museo Antropológico de Chapultepec (ciudad de Méjico). También pudimos ver las bases de piedra sobre las cuales se sacrificaba; esto en las excavaciones practicadas donde estuviera la pirámide demolida por los españoles según se expresara ut supra.


167. Lehmann, Henri, op. cit., pág. 66.


168. Sánchez, Luis Alberto, op. cit., pág. 188.


169. Ibídem, págs. 40/1.


170. Ibídem, pág. 62.


171. Morales Padrón, Francisco, Historia del Descubrimiento y Conquista de América, pág. 268.


172. Ver Levillier, Roberto, Don Francisco de Toledo, supremo organizador del Perú. Su vida, su obra (1515-1582) (Buenos Aires. 1940) en dos tomos (especialmente el tº II donde se transcriben las respuestas de los testigos, ancianos que habían vivido la etapa precolombina).


173. Sebrell, Juan José, op. cit., pág. 48.


174. Ibidem, pág. 55. Escribe lúcidamente este autor: “El dilema del relativismo cultural está en señalar los límites de lo permitido, ¿desde donde juzgar los crímenes contra la humanidad, si se niega la existencia de cualquier tribunal de la historia, de toda ética objetiva, de toda razón universal” (pág. 62). Y luego: “El relativismo cultural incurre en esta falacia de deducir el juicio normativo del juicio fáctico, el deber ser del ser, al justificar toda norma ética, cualquiera que fuera, por el mero hecho de ser aceptada por la mayoría de la comunidad. Si toda ética está justificada por formar parte de una identidad cultural, el error y la maldad no tienen lugar, y parecería que los hombres hicieran siempre lo que debieran hacer. No hay criterio válido para la oposición ni para la propuesta de una ética alternativa, no se contempla la existencia de algunos de sus miembros que sufren o son oprimidos por las normas vigentes...” (pág. 64). Ejemplifica con la justificación, siglo pasado, de la esclavitud en los Estados Unidos; con la actual situación de inferioridad de la mujer en los regímenes mahometanos y en la India; con los juicios antisanitarios en este último país que llevaron a Gandhi a impedir que la mujer usara penicilina; también en la India el respeto por las vacas sagradas en un pueblo que sufre la muerte por hambre; las mutilaciones religiosas: sacarse un ojo y ofrecerlo al dios, verbigracia, en Cellán; la ingestión de carne humana proveniente de enemigos en Bangui, África; etc., etc. Estas enormidades, parecen ''cohonestadas por el relativismo cultural (págs. 49 y sigs. y 65 y sigs. de Sebreli). Aclaramos que no compartimos, por supuesto, todos los puntos de vista de Sebreli. En un reportaje aparecido en el diario “La Capital” el 28 de Junio de 1992 llega a decir que “una de las rémoras, justamente, de la sociedad latinoamericana es la influencia de la Iglesia”, y otras enormidades como que en la etapa de la conquista, España “era la más atrasada en relación con Europa”.


175. Así lo hace, claro que en una novela, Gary Jennings, relatando escenas de sacrificios humanos, canibalismo e incesto. Creemos que el autor, en su afán de interpretar tales enormidades de la cultura azteca, las acepta asumiendo la óptica de los personajes que presenta (Ver Jennings, Gary, Azteca (Barcelona, 1988).


176. Ibídem, págs. 285/6.


177. Morales Padrón, Francisco, Historia del Descubrimiento y Conquista de América, pág. 106.


178. Madariaga, Salvador de, op. cit., pág. 271.


179. Sánchez, Luis Alberto, op. cit., pág. 43.


180. Morales Padrón, Francisco, Manual de Historia Universal. Tomo V. Historia de América (Madrid, 1962), pág. 267.


181. Haring C. H., El Imperio hispánico en América (Buenos Aires. 1958), págs. 253/4.


182. Konetzke. Richard, op. cit., págs. 198/9.


183. Cit. por Bruno, Cayetano, op. cit., págs. 79/80.


184. Konetzke. Richard op. cit., pág. 199.


185. Ibídem.


186. Ibídem.


187. Bruno, Cayetano, Apóstoles de la evangelización en la cuenta del Plata (Rosario, 1990), pág. 21.


188. Ibídem. pág. 20.


189. Ramos Pérez, Demetrio, op. cit., pág. 510.


190. CELAM, Elementos para una reflexión pastoral en preparación de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Santo Domingo, 1991), pág. 18.


191: Recopilación, ley 18, tít. I, L. VI (t° II, pág. 193), citada por Bruno, Cayetano, Presencia de España en Indias, pág. 73.


192. Konetzke, Richard, op. cit., págs. 199/204.


193. Lehmann, Henri, op. cit., pág. 48.


194. Los datos relativos a arquitectura, escultura, pintura y artes menores, se han tomado de las obras de Henri Lehmann y Francisco Morales Padrón citados en este trabajo; en el caso del último, el t° V de su Historia Universal.


195. Sánchez, Luis Alberto, op. cit., págs. 42/3.


196. Prescott, William H., .op. cit.. pág. 29.


197. Recopilación, ley 3º, tít. VII. L. VI (t° II. pág. 246), citado por Bruno, Cayetano, Presencia de España en Indias, pág. 81.


198. Citado por Bruno, Cayetano, op. cit., pág. 81.


199. Levillier, Roberto, op. cit., tº I. págs. 251/2. Toledo hizo repartir las tierras del Inca y del Sol entre los Indios.


200. Ibídem, t° II. pág. LXXI.


201. Konetzke, Richard, op. cit., pág. 254.


202. Sánchez. Lula Alberto, op. cit., pág. 25.


203. Luna. Félix. Confluencias (Buenos Aires, 1991). págs. 133/5.


204. Sánchez. Lula Alberto, op. cit., pág. 170.


205. Morales Padrón. Francisco, Manual de Historia Universal. Tomo V. Historia de América, págs. 104 y 482/3.


206. lbídem. pág. 450.


207. Bruno, Cayetano, Presencia de España en Indias, pág. 82.


208. Ibídem, págs. 82/3.


209. Ibídem, pág. 83.


210. Lipschutz, Alejandro, El problema racial en la conquista de América y el mestizaje (Santiago de Chile, 1963), págs. 132/3. Este dato lo confirma Sebreli, José Luis, op. cit., pág. 283.


211. León-Portilla, Miguel, Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares (México, 1961), pág. 70, cit. por Lipschutz, Alejandro, op. cit, pág. 133.


212. Morales Padrón, Francisco, Historia del Descubrimiento y Conquista de América, pág. 267.                    


213. Cfr. Ibídem, pág. 260; Pereyra, Carlos, Breve historia de América, pág. 292; Morales Padrón, Francisco, Manual do Historia Universal. Tomo V. Historia de América, págs. 603 y sigs.


214. Sánchez, Luis Alberto, op, cit., pág. 207.


215. Citado por Morales Padrón, Francisco, Historia del Descubrimiento y Conquista de América, pág. 251.


216. Citado por Rosenblat, Ángel, La población Indígena y el mestizaje en América, t° I, pág. 110.


217. Citado por Ramos Pérez, Demetrio, op. cit., pág. 290.


218. Ibídem. En este punto relativo a la primitiva esclavización de los indios, hemos consultado, además de las obras de Rosenblat y Ramos Pérez, a Ots Capdequi, José María, Instituciones, en “Historia de América”, dirigida por Antonio Ballesteros y Beretta (Barcelona, 1959), págs. 63/5.


219. Hanke, Lewis, La lucha por la Justicia en la conquista de América (Buenos Aires, 1949). págs. 130/51.


220. Ante Las Leyes Nuevas, cuyo comentario se hará más adelante, y que significaron un intento de terminar con el régimen de las encomiendas, la posibilidad de un éxodo masivo de españoles pareció tomar cuerpo. Véase parte del informe de Tollo de Sandoval, designado por el gobierno de Madrid para la aplicación de las susodichas Leyes Nuevas en Méjico: “La tierra está alterada y triste, y no aparece dinero, a cuya causa las contrataciones se han parado. Cada uno guarda lo que tiene y no se vende cosa, ni hay quien dé por ellas un real... Dicen que se irán en estos navíos más de seiscientas personas y muchos de los casados, con sus mujeres e hijos”. (En Zavala, Silvio A., La encomienda Indiana, Madrid, 1935, pág. 102).


221. Haring, C. H., El Imperio hispánico en América (Buenos Aires, 1958), pág. 57.


222. Tau Anzoátegui. Víctor y Martí re, Eduardo, Manual de historia de las instituciones argentinas (Buenos Aires, 1971), pág. 42.


223. Bayle ha escrito: “¡Hasta el misionero más anónimo se creía muy quién para encararse con el Monarca y exponerle con libertad evangélica los atropellos y los arbitrios que le ocurrían para remediarlos! ¡Tan encendido y general fue el amor a los indígenas, y tan absoluta la confianza de hallar Justicia en el trono!” (Bayle, Constantino, op. cit., pág. 42).


224. Carbia, Rómulo D., Historia de la Leyenda Negra hispanoamericana (Madrid, 1944), págs. 29 y sigs. Constantino Bayle aporta juicios sobre Las Casas de renombrados historiadores. Así, Jerónimo Becker califica los hechos relatados por el dominico “inverosímiles muchos, exagerados casi todos los demás y notoriamente erróneos no pocos” (La política española en las Indias, Madrid, 1920, pág. 362). Ángel de Altolaguirre y Duvale apunta: “Se apasionaba de tal modo al tratar de la relación de los españoles con los indios, que acogió los mayores desatinos y formuló las más acres censuras, contra todos los conquistadores, dando cabida en sus escritos a las habladurías, las críticas, los odios, los rencores y cuanto a sus oídos llegó que los denigrara, sin pararse a depurar lo que en ello hubiera para presentar a los conquistadores como unos desalmados, que por instintos sanguinarios cometían las mayores crueldades y los más horrendos crímenes con los infelices indios, mansos corderos, incapaces de hacer daño alguno a sus mayores enemigos”. (Don Pedro de Alvarado, conquistador del Reino de Guatemala, Madrid, 1927, pág. 9). A su vez, Navarro Lamarca acota: “Bartolomé de Las Casas..., impulsado por su arrebatado celo en favor de los indios insertó relatos ajenos a la verdad, contradicciones y asertos de cosas dudosas, que, unidos a la acritud e intemperancia de su lenguaje, disminuyen el mérito de su figura histórica, haciendo su testimonio sospechoso de parcialidad y exageración errónea” (Apuntes de Historia americana, pág. 127). Niceto Zamacois expresa: “No hay persona de regular instrucción y criterio que no juzgue de apasionados en excesivo grado los escritos del virtuoso Las Casas” (Historia de Méjico, t. II, pág. 208). El erudito peruano Riva Agüero escribió: “Las Gasas se dejó llevar de su celo hasta extremos verdaderamente lamentables” (Congreso II de Geografía e Historia, Sevilla, pág. 131). Una opinión de Enrique de Gandía: “Hoy en día ningún historiador serio presta fe a los escritos del P. Las Casas, que hablan de las crueldades cometidas por los españoles contra los Indios, por ser exageradísimas” (Indios y conquistadores del Paraguay, pág. 97). Cosas análogas manifiestan Marcelino Menéndez y Pelayo. Lucas Alamán, Cuevas, R. Ricard. (En Bayle, Constantino, op. cit., pásgs. 63/6).


225. Menéndez Pidal. Ramón, op. cit., págs. 2S2/3.


226. Zavala, Silvio A., op. cit., pág. 189.


227. Menéndez Pidal, Ramón, op. cit., pág. 73.


228. Morales Padrón. F., op. cit., págs. 259/60.


229. Hanke, Lewis, op. cit., págs. 314. 319. 333.


230. Ibídem, págs. 338, 346. 350, 337/6.


231. Zavala, Silvio A., op. cit., págs. 184/5.


232. Hanke, Lewis. op. cit., págs. 327, 334. 347/8.


233. “Soto preparó un resumen de la disputa por encargo de la Junta. La cuestión concreta a saber era si podía considerarse lícito al Rey hacer la guerra a los indios antes que se les predicase la fe, para someterlos a su Imperio y que después de sometidos podrían más fácil y cómodamente ser adoctrinados. El doctor Sepúlveda sustentaba la afirmativa. El Obispo de Chiapa la negativa”. (Levene, Ricardo, Historia del derecho argentino, tº I (Buenos Aires, 1945), pág. 181).


234. Hanke. Lewis, op. cit., pág. 322.


235. Ibídem, pág. 351.


236. Zavala, Silvio, op. cit., págs. 96/99 y 38/9.


237. Ramos Pérez. Demetrio, op. cit., pág. 322.


238. Zavala, Silvio A., op. cit., pág. 257.


239. Ibídem, pág. 183.


240. Ibídem, págs. 238/9.


241. Ibídem. pág. 272.


242. Ibídem.  pág. 149.


243. Ibídem, págs. 290/1.


244. Levene, Ricardo, op. cit., pág. 46.


245. Bayle, Constantino, op. cit., pág. 216.


246. En los obrajes. Intensamente desarrollados en Méjico, Urna, Cuzco, Puebla y Michoacán, se fabricaban paños, sayales, jergas, frazadas, sedas, sombreros, etc.


247. Morales Padrón, F., op. cit., págs. 485/7; Sierra, Vicente D., Así se hizo América, págs. 306 y 267; Ballesteros Gaibrois. Manuel, op. cit., pág. 324; Haring, C. H., op. cit., pág. 235; Bayle, Constantino, op. cit., págs. 222/3.


248. Cfr. Ballesteros Gaibrois, Manuel, op cit., pág. 324; y Ots Capdequí, José María. op. cit., pág. 124.


249. Bayle, Constantino, op. cit., pág. 223


250. Cfr. Sierra, Vicente D., op. cit., págs. 305 y 306; Ots Capdequí, José María, op. cit., págs. 121/3; Morales Padrón, F., op. cit., págs. 485/5 y 496; Sánchez, Luis Alberto. op. cit., pág. 173; Bayle, Constantino, op. cit., pág. 218.


251. Ots Capdequí, José María, op. cit., pág. 69, y Morales Padrón, F., op. cit., págs. 449 y 486; Bayle, Constantino, op. cit., págs. 217 y 230.


252. Bayle, Constantino, op. cit., págs. 234/5.


253. Cfr. Sierra, Vicente D., op. cit., págs. 306, 309/10; Ots Capdequí, José Marta, op. cit., págs. 106. 122/4; Morales Padrón. F., op. cit., pega. 486. 467. 494. 491. 498/9:


Haring, C. H., op. cit., pág. 81; Bayle, Constantino, op. cit., págs. 216, 218. 225/6.


254. Bayle, Constantino. op. cit., pág. 219.


255. Ibídem, págs. 228 y sigs.


256. Ramos Pérez, Demetrio, op. cit., pág. 326.


257. Bayle, Constantino, op. cit., pág. 218.


258. Cfr. Haring, C. H., op. cit., págs. 81/2; Ots Capdequí, José María, op. cit., págs. 96 y 532; Sierra, Vicente D., op. cit., págs. 282 y 306.


259. Bayle. Constantino, op. cit., págs. 291 y 296/7.


260. Ots Capdequí, José María, op. cit., pág. 518.


261. Ramos Pérez, Demetrio, op. cit., págs. 317/8. La persecución de la vagancia ya la practicaba España en el Medioevo. Estaba proscripta en las Partidas, y obligaba a los mendigos voluntarlos, no inválidos, a cultivar la tierra. En el Ordenamiento de Toro de 1369 y en los reinados castellanos posteriores, se mandan cosas parecidas en relación con los vagabundos. En Aragón, Pedro III, en su Ordenamiento de Menestrales, solamente admitía la vagabundez a viejos, lisiados y enfermos. España exigió a los aborígenes lo que tradicionalmente había exigido a los españoles. (Ibídem, pág. 321).


262. Se ha fantaseado sobremanera respecto de la mortandad causada por la mita minera. Rosenblat especifica: “La mita no abarcaba, así rezan las ordenanzas, más que 1/7 de los Indios del Perú, 1/4 en la Nueva España, 1/3 en Chile, 1/12 en el Paraguay, Tucumán y Río de la Plata. Las minas, a las que se ha atribuido gran parte de la obra exterminadora (alguien ha llegado a calcular que han muerto 8.285.000 indios en las minas peruanas) (según Miller citado por Koebel, The romance of the River Plate, Londres, 1914. pág. 178), ocupan relativamente muy pocos Indios: la mita del “maldito Cerro de Potosí” oscilaba, desde 1583 hasta 1633, entre 4.000 y 4.500 indios (en 1688 se redujo a 1.674); en la época de Humboldt no llegaba a 30.000 el número de personas que trabajaban en las explotaciones mineras de todo el reino de la Nueva España, es decir, menos de 1/200 de la población total. Además, la mita no existía en la Nueva España en la época de Humboldt y el indio no trabajaba en las minas si no le convenía. Antonio de Ulloa, que había estado en el Perú y que no ha idealizado de ningún modo las excelencias del régimen, decía en sus Noticias americanas, publicadas en 1772: “El aguardiente mata cada año cincuenta veces más indios que las minas”. A pesar de la minería, la economía mejicana y la economía peruana eran fundamentalmente agrícolas. Y hay un hecho evidente: en las postrimerías del régimen colonial las comunidades indígenas, casi intactas, conservaban sus tierras (Rosenblat, Ángel, op. cit., págs. 77/8). Las fantasías de Galeano respecto de las minas llegan al delirio, (op. cit., págs. 48 y sigs. y 58 y sigs.).


263. Levene. Ricardo, op. cit., pág. 156.


264. “De la esclavitud a la encomienda de servicios, y de ésta a la encomienda de tributos y al régimen de salarios, las variantes en la condición jurídica de la mano de obra indígena no alteraron más que superficialmente su situación real”. (Galeano, Eduardo, op. cit., pág. 59). Para este autor, fue lo mismo indio esclavo, encomendado, tributarlo y asalariado. Afortunadamente, pocos especialistas piensan lo mismo.


265. Así opina sin rebozo Galeano; habla de “la hipocresía de la Corona”, de “ordenanzas que otorgaban una protección de papel y una dignidad de tinta a los indígenas” y que “la ficción de la legalidad amparaba al indio”. (Ibídem, págs. 57 y 59). Muy hábiles los giros idiomáticos para desconocer los valores de una legislación que ha sido pasmo de tantos historiadores y juristas, y cuya aplicación le generó a España tantos problemas, inclusive una guerra civil entre los propios españoles.


266. Palacio, Ernesto, Historia de la Argentina (Buenos Aires. 1954), págs. 63/4.


267. Morales Padrón, F., op. cit., pág. 448.


268. Bayle, Constantino, op. cit., pág. 240.


269. Pereyra, Carlos, op. cit., págs. 213/4.


270. Pereña Vicente, Luciano, Estudio preliminar. Proyecto de sociedad colonial. Pacificación y colonización, en: De procuranda Indorum salute (de José de Acosta). I, CHP XXIII (Madrid, 1984), págs. 3/46, citado por García, Rubén Darío, La primer evangelización y sus lecturas. Desafíos a la nueva evangelización (Buenos Aires, 1990), págs. 38/42.


271. Sempat Assadourian, Carlos, La renta de la encomienda en la década de 1550: piedad cristiana y desconstrucción en “Revista de Indias”, vol. XLVIII. enero-agosto 1988, núms. 182-183. Impresa en Madrid, págs. 111 y sigs., págs. 122/3.


272. Ibídem. págs. 123/9.


273. Ibídem. pág. 135.


274. Ibídem. pág. 138.


275. Ibídem. pág. 139.


276. Sánchez, Luis Alberto, op. cit., pág. 66.


277. Lavillier. Roberto, op. cit., tº 1. pág. 214.


278. Sánchez. Luis Alberto, op. cit., pág. 66.


279. Palacio, Ernesto, op. cit., pág. 62. En Paraguay, Hernandarias aplicó las Ordenanzas de Alfaro rigurosamente, desoyendo las protestas de los encomenderos. En lo que refiere a sus propios indios encomendados, los liberó completamente (Molina, Raúl A. Hernandarias. El hijo de la tierra (Buenos Aires. 1948), págs. 248. 265 y 284).


280. Palacio, Ernesto, op. cit., págs. 62/3 y 74 y sigs.


281. Jiménez de la Espada, Relaciones Geográficas de Indias, t. III, pág. 116, cit. por Bayle, Constantino, op. cit, pág. 246.


282. Bayle, Constantino, op. cit., pág. 252.


283. Ibídem.


284. Ramos Pérez, Demetrio, op. cit., pág. 379.


285. Sierra, Vicente D., Así se hizo América, pág. 273.


286. Ramos Pérez, Demetrio, op. cit., págs. 347 y sigs.


287. Ibídem, pág. 357.


288. Haring, C. H., op. cit., pág. 77, quien cita a su vez a Lesley Byrd Simpson, Studies in the Administration of the Indians in New Spain, III. The Repartimiento System of Nativo Labor In New Spain and Guatemala, Berkeley, Cal., 1938, 22-4; y a Bernabé Cobo, Historia de la fundación de Urna, Urna. 1882. c. XXVIII.


289. Konetzke. Richard, op. Cit., pág. 187, quien cita a su vez a Guillermo Lohmann Villena. El conde de Lemos, virrey del Perú. Sevilla. 1946. págs. 245-277.


290. Ots Capdequí José María, op. cit., pág. 165.


291. Levene, Ricardo, op. cit., pág. 69.       


292. Ibídem, págs. 534 y sigs. Galeano discrepa totalmente: “Los indios eran conducidos a los socavones, sometidos a la servidumbre de los encomenderos y obligados a entregar por nada las tierras que obligatoriamente dejaban o descuidaban”. (Galeano, Eduardo, op. cit., pág. 65).


293. Dumont, Jean, op. cit., págs. 76/9.


294. Bayle, Constantino, op. cit., págs. 242/3.


295. Levene, Ricardo, op. cit., pág. 68. Su cita de Polo de Ondegardo, Relación de los fundamentos acerca del notable daño... en Colección de libros y documentos referentes a la historia del Perú, t. III. págs. 76/7 y 83.


296. Konetzke, Richard, op. cit., págs. 43 y sigs.


297. Sierra, Vicente D., El sentido misional de la conquista de América (Buenos Aires. 1980). pág. 23.


298. Ibídem, pág. 28


299. Ibídem, pág. 26.


300. Morales Padrón, F., op. cit., pág. 418.


301. Sierra, Vicente D., op. cit., pág. 41.


302. Madariaga refiere que al llegar a Méjico, más exactamente a San Juan de Ullúa, en 1524, la primera misión franciscana compuesta por doce religiosos, éstos no admitieron la protección y las garantías de seguridad que les ofreció Hernán Cortés. Fueron a la ciudad de Méjico a pie y descalzos, negándose a recibir cualquier buen trato (Madariaga, Salvador de, op. cit., pág. 576). La conquista, guerrera tuvo sus, miserias, no hay duda. Pero la conquista espiritual se logró a fuerza de oración y mortificación, tampoco hay duda.


303. Beltrán Rózpide, FL Memorias de los virreyes del Perú, tº I. pág. 89. cit. por Bayle, Constantino, España y te educación popular en América (Madrid, 1941), pág. 95.


304. Pereyra, Carlos, op. cit., pág. 279. Un punto que merece estudio es el vinculado con el respeto que profesó España respecto de todo lo respetable que presentaban las culturas aborígenes. No fueron solamente las lenguas autóctonas. Levene afirma: “La conquista española no abolió el sistema político y económico de los Incas. En las cabeceras de los pueblos indios se designaron corregidores españoles, pero los Caciques, Curacas o Principales continuaban gobernando aquellos pueblos. Los excesos de tiranía de los Principales se mandaron castigar sin suprimirse los cargos. La legislación se proponía, en síntesis, respetar en los indios sus costumbres y gobiernos antiguos, transformándolos gradualmente en cuanto lo permitía su capacidad. No sólo subsistió la institución de los cacicazgos (de que se ocupa todo el título VII, libro VI de la Recopilación), sino que se reconocía el derecho de sangre para la sucesión, a imitación de los mayorazgos de España, pero según la forma y orden que se practicaba en estas Provincias”. (Levene, Ricardo, op. cit., pág. 65). Ya nos hemos referido a este tópico.


305. Sierra, Vicente D., Así se hizo América, pág. 182.


306. Ibídem, pág. 183.


307. Sierra, Vicente D., Historia de la Argentina, tº I. pág. 158.


308. Pereyra, Carlos, op. cit., pág. 281.


309. Sierra, Vicente D., El sentido misional de la conquista de América, pág. 125.


310. Bruno, Cayetano, Apóstol de la evangelización en la cuenca del Plata, págs. 43 y alga. (AGÍ. Audiencia de Charcas, 147).


311. Ibídem, pág. 75. (ABN. Sucre, Audiencia de Charcas, Cartas y relaciones, 5).


312. Ver al respecto Kohler, Leo, Los tres héroes de Caaró y Piropo (Posadas, 1978). Págs. 73 y sigs.


313. Bruno. Cayetano, op cit.  pág. 50, quien cita a Ruiz de Montoya, A., Conquista espiritual hecha por los religiosos de la Compañía de Jesús en las provincias del Paraguay, Paraná, Uruguay y Tape (Madrid. 1639), págs. 15 y 19.


314. Eguía Ruiz, Constantino, Mártires  jesuitas en la antigua provincia paraguaya, hoy Argentina, rev. Estudios. Bs. As., 67 (1942) 125 citado por Bruno, Cayetano, op. cit., pág. 68.


315. Haring. C. H., op. cit., pág. 219. La cifra nos parece exagerada.


316. Ibídem. págs. 220/3.


317. Sierra. Vicente D., El sentido misional de la conquista de América, pág. 103.


318. Ramos Pérez, Demetrio, op. cit., págs. 458/61.


319. Haring. C. G., op. cit., pág. 224.


320. Zavala. Silvio A., Ideario de Vasco de Quiroga, (Méjico. 1941). Cit. por Sierra. Vicente D., Así se hizo América, pág. 267.


321. Luna, Félix, Conflictos y armonías en la historia argentina (Buenos Aires, 1985), págs. 25-27.


322. Para mas detalles, ver Bruxel, Arnaldo, Los treinta pueblos guaraníes (Posadas, 1984), págs. 105 y sigs.


323. Zuretti, Juan Carlos, Nueva historia eclesiástica argentina (Buenos Aires, 1972), pág. 68.


324. Furlong, Guillermo, Médicos argentinos durante la dominación hispánica (Buenos Aires, 1947), págs. 176/7.


325. Cfr. Sierra, Vicente D., Así se hizo América, pág. 264, y Haring, C. H., op. cit., pág. 229.


326. Furlong, Guillermo, op. cit., pág. 174.


327. Ibídem, pág. 175.


328. Haring, C. H., op. cit., pág. 230.


329. Ibídem, págs. 230/1.


330. Zuretti, Juan Carlos, op. cit., pág. 131.


331. Furlong, Guillermo, op. cit., pág. 235.


332. Ibídem, págs. 184/6 y 197.


333. Zuretti. Juan Carlos, op. cit., págs. 83/4 y 131/4.


334. Ver detalles relativos a estas boticas Jesuíticas en Furlong, Guillermo, op. cit., págs. 186 y sigs.


335. Toda esta fecunda y asombrosa obra de la Iglesia, sólo arranca de Galeano pasajes como éstos: “Los recursos fluían para que los acumularan las naciones europeas emergentes al otro lado del mar. Esta era la misión fundamental que habían traído los pioneros, aunque además aplicaran el Evangelio, casi tan frecuentemente como el látigo, a los indios agonizantes”. “La economía colonial estaba regida por los mercaderes, los dueños de las minas y los grandes propietarios de tierras, quienes se repartían el usufructo de la mano de obra indígena y negra bajo la mirada celosa y omnipotente de la Corona y su principal asociada, la Iglesia”. “El culto religioso a todo lujo había sido también, al fin y al cabo, un subproducto del trabajo esclavo de los indios”. (Galeano, Eduardo, op. cit., págs. 44, 45/6 y 52, respectivamente).


336. Sierra, Vicente D., Así se hizo América, pág. 154.


337. Bayle, Constantino, España y la educación popular en América, pág. 159.


338. “¿Podían ufanarse muchas naciones de Europa, en aquel entonces, con 800 escuelas?” (Ibídem. pág. 160).


339. Ibídem, pág.223.


340. Ibídem, págs. 163 y 176.


341. Cosmelli Ibáñez, José Luis, Historia cultural de los argentinos (Buenos Aires, 1975), t. I, págs. 231/2.


342. Ibídem, pág. 228.


343. Bayle, Constantino, España y la educación popular en América, págs. 269/70.


344. Basalenque, Diego de, Historia de la provincia de San Nicolás de Tol. de Michoacán de N.P.S. Agustín, lib. VII, cap. IV, pág. 124. cit. por Bayle, Constantino. España y la educación popular en América, págs. 146/7.


345. Galeano transcribe a Sergio Bagú, quien seriamente, casi convencido, afirma: “Es casi seguro que a las minas hispanas fueron arrojados centenares de indios escultores, arquitectos, ingenieros y astrónomos, confundidos entre la multitud esclava, para realizar un burdo y agotador trabajo de extracción. Para la economía colonial, la habilidad técnica de esos individuos no interesaba. Sólo contaron ellos como trabajadores no calificados”. Es casi seguro. (Galeano, Eduardo, op. cit., págs. 66/7).


346. Morales Padrón, F., op. cit., pág. 586.


347. Bayle, Constantino, España en Indias, págs. 444-5.


348. Sierra. Vicente D., Así se hizo América, pág. 158.


349. Ibídem, págs. 158-159.


350. Ibídem, págs. 170/1.


351. Ibídem.


352. Quesada, Vicente G., La vida intelectual en la América española durante los siglos XVI, XVII y XVIII (Buenos Aires. 1910), pág. 89.


353. Ibídem, pág. 100.


354. Cfr. Morales Padrón, F., op. cit., pág. 589, y Haring, C. H., op. cit., págs. 270-271.


355. Ramos Pérez, Demetrio, op. cit., págs. 506-507.


356. Sánchez, Lula Alberto, op. cit., pág. 201.


357. Haring, C. H., op. cit., pág. 271.


358. Ibídem, págs. 271-272.


359. Galeano, citando a Humboldt, afirma: “No menos de la mitad de la propiedad raíz y del capital total de Méjico pertenecía, según su testimonio, a la Iglesia, que además controlaba buena parte de las tierras restantes mediante hipotecas” (Galeano. Eduardo, op. cit., pág. 47). Por supuesto que de la obra educativa, cultural y de beneficencia realizada por la Iglesia, que es la contrapartida, no dice una palabra. Por otra parte, habría que verificar la exactitud del dato que aporta, porque al respecto se ha fantaseado bastante, al estilo de la versión que recoge en relación con una Virgen de Sucre: “Dicen que con las Joyas de su Virgen se podría pagar toda la gigantesca deuda externa de Bolivia”. (Op. cit., pág. 54).


360. En Pereyra, Carlos, op. cit., pág. 293.


361. Furlong, Guillermo, Naturalistas argentinos durante la dominación hispánica (Buenos Aires), 1948). pág. 130.


362. Ibídem.


363. lbídem, págs. 209/12.


364. Ibídem, págs. 254 y sigs.


365. Ibídem, págs. 291 y sigs.


366. Ibídem, pág. 334.


367. Ibídem, pág. 33S.


368. Furlong. Guillermo, Matemáticos argentinos durante la dominación hispánica (Buenos Aires. 1945). págs. 36/7.


369. Ibídem, págs. 37/8.


370. Ibídem, pág. 42.


371. Ibídem. pág. 67.


372. Cosmelli Ibáñez, José Luis, op. cit., págs. 162 y sigs.


373. Furlong, Guillermo, op. cit., págs. 40/1.                                .


374. Ibídem, págs. 37 y sigs.


375. Cosmelli Ibáñez. José Luis. op. cit.. págs. 151/3.


376. Furlong. Guillermo, Médicos argentinos durante la dominación hispánica (Buenos Aires, 1947), pág. 68


377. Ibídem, págs. 83 y sigs.


378. Ibídem. pág. 88.


379. Ibídem, pág, 101.


380. Ramos Pérez, Demetrio, op. cit., pág. 517.


381. Lozoya, Marqués de. Introducción al estudio del arte hispanoamericano, en Revista de la Universidad de Buenos Aires, nº 339, Julio-septiembre de 1950, pág. 285.


382. Henríquez Drena, Pedro, op. cit., pág. 49.


383. Ramos Pérez, Demetrio, op. cit., pág. 523.


384. Ángulo Iñíguez, Diego, Historia del arte (Madrid. 1960). t. II. pág. 258.


385. Sola, Miguel, Historia del Arte Hispanoamericano (Barcelona, 1935), pág. 51.


386. Lozoya, Marqués de, op. cit., pág. 280.


387. Pereyra, Carlos, op. cit., pág. 285. Poca o ninguna admiración le despierta a Galeano la sin igual belleza de la arquitectura hispanoamericana. Esta joya del arte mundial sólo es para él “la catedral católica (que) se alza sobre las ruinas del templo más importante de Tenochtitlán”. Esa maravilla del herreriano que es el Escorial, asombro de millones a través del tiempo, lo califica apenas como “gigantesco palacio-monasterio”. En fin, las estupendas iglesias que a lo largo y lo ancho de América española, en la multiformidad de sus egregios estilos, hicieron y hacen las delicias de los indios, mestizos, blancos y negros, sin distinción, son meros “suntuosos templos (que) nacían como los hongos después de la lluvia: la servidumbre indígena alimentaba los lujos dorados de los poderosos” (Galeano, Eduardo, op. cit., págs. 31, 37 y 47, respectivamente). ¡Un modelo de sensibilidad! Cuando atina a evocar el “arte colonial americano”, en Potosí, no deja de emborronar puntualizando que “los turistas y los párrocos han vaciado las iglesias de cuanta cosa han podido llevarse: desde los cálices y las campanas hasta las tallas de San Francisco y Cristo en haya o fresno” (pág. 51); o refiriéndose a la iglesia de San Francisco: “Dicen que la cruz de esta iglesia crece algunos centímetros por año, y que también crece la barba del Señor de la Vera Cruz... Los curas no niegan que cada determinado tiempo lo afeitan...” (pág. 51).


388. Noel, Martín S., Contribución a la historia de la arquitectura hispanoamericana (Buenos Aires, 1921), págs. 63/5.


389. Solá Miguel, op. cit., págs. 257/8.


390. Furlong, Guillermo, Matemáticos argentinos durante la dominación hispánica, págs. 73 y sigs.


391. Para más detalles consultar Kronfuss, Juan, Arquitectura colonial en Argentina (Córdoba, sin fecha de edición).


392. Solá. Miguel, op. cit., pág. 87.


393. Ibídem, págs. 175/9.


394. Ibídem, págs. 130/1.


395. Para Ramos Pérez, Miguel de Santiago disputa al neogranadino Gregorio Vázquez el primer puesto en la pintura del período hispánico (op. cit., pág. 53).


396. Solá, Miguel, op. cit., págs. 166 y sigs.


397. Ángulo Iñíguez, Diego, op. cit., pág. 194


398. Ramos Pérez, Demetrio, op. cit., págs. 536/7.                               


399. Sola, Miguel, op. cit., págs. 239 y sigs.                                          


400. Ramos Pérez, Demetrio, op. cit., págs. 539/40.


401. Solá, Miguel, op. cit., págs. 146 y sigs.


402. Ibídem, págs. 161/3.


403. Lozoya, Marqués de, op. cit., págs. 289/90.


404. Bayle, Constantino, España y la educación popular en América, págs. 159/60:


405. Cuevas. Mariano. Documentos inéditos del siglo XVI para la historia de Méjico. (Méjico, 1914), pág. 99. cit. por Bayle, Constantino, op. cit. pág. 160.


406. Furlong, Guillermo, Músicos argentinos durante la dominación hispánica (Buenos Aires. 1945), págs. 21 y sigs.


407. Ibídem, págs. 17 y 41.


408. Zuretti, Juan Carlos, op. cit., pág. 34.


409. Furlong, Guillermo, Músicos argentinos durante..., págs. 58/62.


410. Cit. por Ibídem, pág. 76.


411. Ayestarán, Lauro, Doménico, Zípoli. El gran compositor y organista romano del 1700 en el Río de la Plata (Montevideo, 1941), en “Revista Histórica”, publicación del Museo Histórico Nacional, año 35, 2da. época, tº XIII, Montevideo, agosto de 1941. nro. 37, págs. 49/75, citado por Ibídem. pág. 115.


412. Furlong, Guillermo, Músicos argentinos... págs. 135/40, 145/6 y 140.


413. Ibídem, págs. 52 y sigs.


414. Zuretti, Juan Carlos, op. cit., pág. 182.


415. Henríquez Ureña, Pedro, op. cit., pág. 45.


416. “Último de los grandes poetas de la lengua castellana en los Siglos de Oro”, según Henríquez Ureña (op. cit., pág. 46).


417. Sierra. Vicente D., Así se hizo América, pág. 322.


418. Carrizo, Juan Alfonso, Cantares Tradicionales del Tucumán. Antología (Buenos Aires, 1939), pág. 14, cit. por Furlong, Guillermo, Músicos argentinos durante la dominación hispánica. págs. 18/9.


419. Carrizo, Juan Alfonso, Antiguos cantos populares argentinos (Buenos Aires, 1926). pág. 141.


420. Carrizo, Juan Alfonso, Cancionero popular de Jujuy (Tucumán, 1934), pág. 219.


421. Ibídem. pág. 211.


422. Ibídem, pág. 189.


423. Torre Revello, José, El libro, la imprenta y el periodismo en América durante la dominación hispánica (Buenos Aires, 1940), págs. 138/42.


424. Ramos Pérez, Demetrio, op. cit., pág. 511.


425. Torre Revello, José, op. cit., págs. 145/7.


426. Ver al respecto Furlong, Guillermo, Los orígenes de la imprenta en las regiones del Río de la Plata (Buenos Aires, 1918). De la importancia de esta imprenta habla bien a las claras Quesada: “Como las impresiones que se hicieron en Misiones no estaban destinadas ni al comercio ni a circular en el resto de América o del mundo, sino pura y exclusivamente para el uso de la sociabilidad misionera, tanto la de las reducciones del Alto Orinoco como la de Moxos y Chiquitos y del Paraguay y Uruguay, circularon libremente en toda la parte del continente americano sometida a la organización jesuítica de las Misiones, y sirvieron a más de medio millón de habitantes cultos, que sabían leer y escribir, que vivían entregados al trabajo, en medio del respeto recíproco y desenvolviéndose con un orden admirable, pero sin contacto alguno con la vida colonial española, aislados del resto del mundo, al que miraban con desconfianza y jamás le confiaban nada de lo que pasaba dentro del vasto imperio misionero” (Quesada, Vicente G., op. cit., págs. 166/7).


427. Cfr. Enríquez Ureña, Pedro, op. cit., pág. 40, y Torre Revello, José, op. cit., págs. 148/159.


428. Bayle, Constantino, España y la educación popular en América, pág. 76.


429. Haring, C. H., op. cit., pág. 290.


430. Torre Revello, José, op. cit., págs. 160/97.


431. Ibídem, págs. 165/7.


432. Ibídem, págs. 48/9.


433. El clima de libertad que se vivió en la etapa hispánica, para la época y en comparación con otros países, aun europeos, fue notable. Hanke asevera: “El estudioso que haya tenido la fortuna de trabajar en el Archivo General de Indias pronto se habrá dado cuenta de que los españoles de América en el siglo XVI no sólo escribieron abundantemente y compusieron informes extensos, sino también de que expresaban sus opiniones con libertad sorprendente... Los frailes, los conquistadores, los pobladores, los indios, los jueces y una multitud de funcionarios reales se dedicaron en todos los rincones remotos del imperio de España en el Nuevo Mundo a componer memoriales al monarca, en los que explicaban qué cosas y qué personas estaban mal, y prescribían las medidas necesarias para remediar la situación. Los monarcas españoles llegaron al extremo de tolerar la discusión en público de cuestiones tan peligrosas como el de si eran justas las guerras contra los indios y si España tenía un justo título sobre las Indias”. (Hanke, Lewis, op. cit., págs. 79/80). Es por tanto lógico que la circulación de libros fuera amplia, con la sola excepción de obras que lesionaran el orden moral y religioso, que los reyes custodiaron celosamente como pilar fundamental de una sana vida social.


434. Ver la lista de libros que trae Torre Revello, José, op. cit., págs. 226 y sigs.


435. Morales Padrón, F., op. cit., pág. 593. No obstante, Galeano afirma impertérrito que el Quijote estuvo “por mucho tiempo prohibido en América”... (Galeano, Eduardo, op. cit., pág. 40).


436. Henríquez Ureña, Pedro, op. cit., pág. 39. En 1584, desembarcaron en Veracruz 112 cajones de libros, y hubo galeón que en un viaje transportó 10.000 volúmenes (Bayle, Constantino, España y la educación popular en América, pág. 75).


437. Furlong, Guillermo, Los jesuitas y la cultura rioplatense (Montevideo, 1933). pág. 124.


438. Piaggio, Agustín, Influencia del clero en la independencia argentina (1810-1820), (Barcelona, 1912), págs. 175 y sigs.


439. Bayle, Constantino, España y la educación popular en América, pág. 42.


440. Haring, C. H., op. cit., pág. 288.


441. Morales Padrón F., op. cit., pág. 466.


442. Dumont, Jean. op. cit., pág. 86.


443. Cit. en ibídem, pág. 87. El concepto de Ceccherelli, en “Missionalia hispánica”, núm. 35 (1955), págs. 247, 263, 264. También transcriba Dumont: “Los indios no cesan de importunar (a los religiosos) con sus súplicas, lágrimas e insistencia para no verse privados de un bien tan grande, alegando que, para recibir el bautismo, han caminado largas jornadas, realizando grandes sacrificios y afrontando grandes peligros”. Cediendo así los religiosos, fue la gran avalancha: “los indios se presentan en masas compactas reclamando a gritos el bautismo”. A esta epopeya de la gracia no le faltaron sus aspectos pintorescos: “dos sacerdotes, a menudo, no podían ya levantar el cántaro con el que bautizaban: hasta tal punto tenían fatigado el brazo”. (En Torquemada, Monarquía indiana (Méjico, 1943), tº III, pág. 153, cit. en Ibídem, pág. 87).


444. Ibídem, pág. 88. Cita de “Missionalia hispánica”, nº 10 (1947), pág. 49.


445. Toynbee, Arnold, La Religión vista por un historiador (París, 1963), págs. 61 y 162/3, cit. en Ibídem, pág. 90.


446. Mendieta, Jerónimo de, Historia eclesiástica Indiana (Méjico, 1870), págs. 631/2. Cit. por Hanke, Lewis, op. cit., págs 75/6.


447. Cit. por Scenna, Miguel Ángel, en Un fraile de combate: Francisco Castañeda en “Todo es Historia”, nº 121, de junio de 1977, pág. 22.


448. Zorraquín Becú, Ricardo, La organización política argentina en el período hispánico (Buenos Aires, 1967), pág. 11. En nota al pie, este autor cita la disposición del Fuero Juzgo o Líber Judiciorum, (siglo VII), (I. 1. 2), que efectivamente repite a Isidoro.


449. Partida II, I, 1; Partida II, I, 9; y Partida II, XV, 3 (citadas por Tanzi, Héctor José, El poder político y la independencia argentina (Buenos Aires, 1975), págs. 12 y 15).


450. Tanzi, Héctor José, op. cit., pág. 20.


451. Ibídem, pág. 26.


452. En el “Tractatus de Legibus” explícita Suárez: “Cuando el poder civil se halla legítimamente en un hombre o en una institución suprema, es porque ha dimanado próxima o remotamente del pueblo, no pudiendo suceder de otro modo para que su posesión sea justa” (III, IV, 2). Y en “Defenso fidei”: “ningún rey tiene o ha tenido, por ley ordinaria, la suprema autoridad política inmediatamente de Dios y por institución divina, sino por voluntad y consentimiento de los hombres” (111, II, 10) (Citas de Tanzi, Héctor José, op. cit., pág. 51).


453. Ibídem, pág. 48.


454. Sierra, Vicente D., Así se hizo América, pág. 104.


455. Citada por Ibídem, pág. 118.


456. Bayle, Constantino, España en Indias. Nuevos ataques y nuevas defensas, pág. 42.


457. Bayle, Constantino, España y la educación popular en América, pág. 82.


458. Sierra, Vicente D., Así se hizo América, pág. 68.


459. Konetzke, Richard, op. cit., pág. 114.


460. Ibídem, pág. 109.


461. Ibídem, pág. 114.


462. Zorraquín Becú, Ricardo, op. cit., pág. 34.


463. Haring, C. H., op. cit., pág. 178.


464. Bayle, Constantino, op. cit., págs. 297/300.


465. Konetzke, Richard, op. cit., pág. 143.


466. Ramos Pérez, Demetrio, op. cit., pág. 105.


467. Konetzke, Richard, op. cit., pág. 141.


468. Haring, C. H., op. cit., pág. 181.


469. Levillier, Roberto, op. cit., t° I, págs. 132/3.


470. En materia de prohibiciones confrontar Konetzke, Richard, op. cit., págs. 138/9; Ramos Pérez, Demetrio, op. cit., págs. 100/1; Tau Anzoátegui, Víctor y Martiré, Eduardo, Manual de historia de las instituciones argentinas (Buenos Aires, 1971), págs. 75 y 80.


471. Sierra, Vicente D., Así se hizo América, pág. 93.


472. Haring, C. H., op. cit., pág. 156.


473. Ibídem, pág. 154.


474. Ots Cardequi, J. M., El Estado Español en las Indias (Méjico, 1957), pág. 64.


475. Ramos Pérez, Demetrio, op. cit., pág. 100.


476. Ibídem, pág. 98.


477. Sierra, Vicente D., op. cit., págs. 115/6.


478. Levene, Ricardo, op. cit., pág. 117; Haring, C. H., op. cit., pág. 162.


479. Sierra, Vicente D., op. cit., pág. 116.


480. Ramos Pérez, Demetrio, op. cit., pág. 99.


481. Zorraquín Becú, Ricardo, op. cit., págs. 309/10; Haring, C. H., op. cit., pág. 189.


482. Sierra, Vicente D., op. cit., pág. 141.


483. Levene, Ricardo, op. cit., pág. 93.


484. Rosa, José María, Historia Argentina, t° III (Buenos Aires, 1964), págs. 322 y sigs.


485. Alberdi, Juan Bautista, Elementos del Derecho Público Provincial Argentino (Buenos Aires, 1886) en “Obras Completas”, t° V, pág. 46.


486. Sarmiento, D. F., Conflicto y armonías de las razas en América (2º parte postuma) (Buenos Aires, 1900) en “Obras”, t° XXXVIII, págs. 264/5.


487. Jane, Cecil, Libertad y despotismo en la América hispánica (Madrid, 1931), págs. 184 y 220/2.


488. Ruiz Guiñazú, Enrique, La magistratura indiana (Buenos Aires, 1916), pág. 291.


489. Haring, C. H., op. cit., pág. 204.


490. Konetzke, Richard, op. cit., pág. 131.


491. Ibídem, pág. 132.


492. Zorraquín Becú, Ricardo, op. cit., págs. 355/356.


493. Levene, Ricardo, Las Indias no eran colonias (Buenos Aires, 1951), págs. 10/11.


494. Tau Anzoategui, Víctor y Martiré, Eduardo, op. cit., págs. 53/7.


495. No hacemos referencia a los argumentos de Tau Anzoátegui y Martiré respecto de que “las Indias no intervenían en la proclamación y reconocimiento del nuevo monarca y tampoco cuando se suscitaban consultas dirigidas a determinar la política exterior del imperio”; o de que “el Consejo de Indias no se encontraba en igualdad absoluta con el de Castilla, ya que el nombramiento de los miembros de aquél se efectuaba con el consentimiento de éste, procedimiento que no se repetía en el caso inverso”. No es exacto, en primer término, que el Consejo de Indias no fuera consultado en materia de política exterior; lo fue, por ejemplo, en relación con las difíciles cuestiones que planteó Portugal en América en cuanto a límites. Era lógico que cuando el problema radicaba en Europa, se acudiera al Consejo de Castilla. En los casos de proclamación y reconocimiento del nuevo rey y de la consulta para el nombramiento de miembros del Consejo de Indias, aquí jugó la costumbre y el hecho de que, obviamente, el Consejo de Castilla precedió en siglos al Consejo de Indias. Precisamente, la existencia de un Consejo para la metrópoli y otro para América, se vuelve contra el argumento de los autores. Cuando con los borbones el Consejo de Indias fue arrinconado, y los ministros del rey, que atendían los asuntos estrictamente peninsulares, se ocuparon de la problemática indiana, entonces, ya se ha dicho, la situación cambió.


496. Citado por Bayle, Constantino, España en Indias. Nuevos ataques y nuevas defensas, pág. 443.


497. Perón, Juan, Discurso del Presidente de la Nación Argentina pronunciado en el acto de homenaje tributado por las universidades argentinas al otorgársele el titulo de doctor “honoris causa” por su obra en favor de la cultura nacional (Buenos Aires, 1947), págs. 27/8. Cit. por Scrimaglio, Silvio, La cultura nacional, (Rosario, 1983), págs. 70/1.


498. Perón, Juan, Discurso del presidente de la Nación Argentina pronunciado en la Academia Argentina de Letras con motivo del Día de la Raza, y como homenaje en memoria de don Miguel de Cervantes Saavedra en el cuarto centenario de su nacimiento (Buenos Aires. 1947), págs. 6 y 8, cit. por Scrimaglio, Silvio, op. cit., págs. 75/7.


499. En diario “Democracia” del 6 de octubre de 1948, pág. 1.


500. Avellaneda, Nicolás, Escritos y discursos (Buenos Aires, 1910), t° X, pág. 655 (discurso del 15 de noviembre de 1881).


501. Paz, Ricardo A., El conservadurismo en la política argentina (Chascomús, sin fecha), pág. 3.


502. Palacio, Ernesto, La historia falsificada (Buenos Aires, 1960), pág. 33.


503. En editorial del diario “La Capital” del 12 de octubre de 1991: “El Día de la Raza en vísperas del V Centenario del Descubrimiento”.