Estanislao López y el federalismo del litoral
Apendice
 
 

Examinemos. . .


There are more things in heaven and earth than


are dreamt of in your philosophy.


SHAKESPEARE (Hamlet).



Hace ya algunos días aparecía un artículo titulado “Santa Fe en la revolución” con motivo de la publicación de mi folleto sobre Estanislao López y el federalismo del litoral.


Su autor hubiera podido contar con mi silencio y aún con mi reconocimiento si su publicación hubiera encerrado una crítica al contenido ideológico, a la base documental, o a las conclusiones inmediatas de mí trabajo, así fuera su crítica la más desfavorable y adversa. De toda crítica sana y sincera puede desprenderse una enseñanza, y un autor, por modesta que sea su obra, la entrega al juicio de la opinión, a la que está destinada.


Pero esta vez la critica —llamémosle con un eufemismo— no va dirigida al autor de una obra histórica, ni a las fuentes a que recurrió, ni a sus métodos, ni a la consistencia de sus juicios. Va dirigida al personaje historiado, y con espíritu enconado y personal disimulado, eso sí, con chascarrillos y anécdotas de familia.


En gracia a esta circunstancia tan especial, habrá de permitírseme que salga no en mi defensa ni en la de mi libro, sino del personaje que lo motiva, y llevado por un sentimiento de lealtad y de justicia a su memoria.


Su autor —el señor Carlos Aldao,— empieza diciéndonos que ha abordado siempre el estudio de la figura de López “con absoluta independencia y probidad intelectual” y a renglón seguido nos cuenta que hace ya muchos años, don Nicasio Oroño le preguntó “por qué era enemigo de López”.


Agrególe el señor Oroño que tales ideas sólo podían venirle de familia. El Dr. Aldao, se defendió de tal imputación con razones que expone con lujo de detalles y circunstancias. Vamos a examinar esas razones, haciendo a un lado el asuntillo de familia, en que el señor Cosme Maciel, no sale muy bien parado y que, por ciertos detalles pintorescos, bien valdría una amena tradición...


Examinémosle con criterio sereno, y sobre todo fundándonos en aquellos medios de reconstrucción histórica que ofrecen mayor consistencia para la interpretación acertada de los tiempos idos. Cuando se pasa por sobre los hechos y documentos que constituyen la base de mis afirmaciones, para invocar en su contra la tradición oral femenina, acaba uno por preguntarse si se abandona el campo de la historia por los rincones de la maledicencia…



Visión retrospectiva de “Santa Fe”. — “Durante el gobierno de Patricio Cullen, dice, yo veía pasar con frecuencia al mayor Nelson (después general), yendo o viniendo a caballo de la frontera indiana que estaba en San Pedro, a siete leguas de la ciudad”. Con una larga serie de recordaciones de este jaez llega a la conclusión “de que no se necesita mucha inteligencia para figurarse o deducir cuál sería el estado general del país y especialmente de Santa Fe, en la época de López...”


No eran menester tantas evocaciones de la infancia, para probarnos que durante y después de la revolución. Santa Fe era una aldea de vida precaria y escaso comercio, amenazada de continuo por los indios, como ninguna otra ciudad del país. La misma Buenos Aires de aquella época era para el viajero Head “una ciudad de casas mal construidas y de media agua, que bordeaban calles ni empedradas, ni barridas, ni alumbradas”.


Hubiera bastado transcribir un documento del primer año del gobierno de López para dar una exacta visión retrospectiva de la Santa Fe, de la revolución. Conozcámosle: “Santa Fe, junio 15 de 1819. Las continuas irrupciones de los bárbaros del Chaco, enemigos implacables de nuestras vidas y fortunas, amagan con frecuencia nuestra común seguridad y menoscabando los adelantos del país, coartan y hacen difícil nuestra subsistencia y lo que es más sensible, sacrifican en su furia la existencia de muchos inocentes. El gobierno, penetrado de la consternación de su país, se ocupa detenidamente en salvarle; todas sus medidas no tienden a otro objeto, y en el momento ha determinado poner una barrera inexpugnable a tales enemigos que pueda impedir en adelante los excesos que han repetido en esta capital. Con este fin ha venido este gobierno en ordenar el cumplimiento de los artículos siguientes: Se formará un foso corrido desde la Laguna Grande (hoy llamada de Guadalupe), hasta el Salado, interrumpido por paradas destinadas a sostener el tráfico, fortificadas y guarnecidas de fuerzas competentes”. (Siguen otros artículos sobre la forma de realización de la obra).


Los vestigios de este foso que mandó construir el general López, han subsistido según lo he oído decir, hasta no hace mucho tiempo, al norte de la ciudad.


No es una novedad, pues, el atraso y la miseria en que vivieron estas ciudades, durante la dominación española, y el abandono de que las hicieron víctimas, no solo la metrópoli española, sino los primeros gobiernos patrios.


Lo que sorprende al observador de aquel primer período de la nacionalidad, es encontrar individualidades tan recias, capaces de infundir en sociedades embrionarias un sentimiento resuelto de independencia y democracia y lo que es más extraño y sugestivo, una verdadera conciencia política.


Ese mismo año de 1819, en que la ciudad se veía asediada por los indios y devastada por las invasiones de los ejércitos de negros que enviaba el Directorio, para sojuzgarla, el Gobernador Estanislao López, daba la primera constitución provincial de la República, que con todos sus grandes defectos, ha sido llamada por un distinguido constitucionalista “el primer balbuceo constitucional del federalismo argentino”. Esa pobre provincia, azotada y acosada por los elementos más adversos, era para ese mismo año, según la expresión de un joven historiador uruguayo (Hugo Barbagelata), el “foco y la capital del federalismo”. De esa ciudad salieron los ejércitos que derrocaron en el año siguiente al Directorio monárquico, para sentar con el tratado del Pilar las bases de la futura democracia argentina.


Es también muy sugerente el hecho de que aquel gobernador, que en el año 1819 mandaba abrir fosos en las puertas de la ciudad, para defenderla de los indios, diez años más tarde, lograra reunir en Santa Fe, la Convención Nacional de 1828, y la defendiera con su poder militar y con su influencia política, para organizar el país bajo el sistema federal que nos rige.


La personalidad de López se engrandece, cuando se la contempla en el ambiente precario, casi agreste, lleno de elementos hostiles en que le tocó desarrollar su acción militar y política.



López y la instrucción pública oficial. — Para quien sabe lo que era Santa Fe, en el año 1821, tienen un valor y un significado muy profundo los “Artículos de Observancia”, que el gobernador López, prescribe en dicho año al Cabildo de la ciudad, en lo relativo a la instrucción de los niños. Así como se ha dicho que la Constitución de 1819, fue el primer balbuceo constitucional del federalismo, podría decirse que aquellos “Artículos de Observancia”, constituyen el primer balbuceo de la enseñanza pública oficial en la Provincia de Santa Fe.


Dicen así: “El regidor será encargado de celar e inspeccionar las escuelas mensualmente, en el último día de cada mes, cuidando de la observancia de las instituciones, poniendo el lleno del interés ante todo objeto de mejor educación pública de la juventud, de cuya primera talla de ilustración se deducen las habitudes y las ideas que se imprimen en los más preciosos momentos del racional, son los que lo caracterizan benéfico o perjudicial a la sociedad generalmente. Dará cuenta del resultado al muy ilustre Cabildo, sin perjuicio de la facultad del presidente o Alcalde de Primer Voto, de poderlo también hacerlo cuando lo conceptúe conveniente, debiendo abonarse los sueldos de los fondos públicos, como se hace en todo el mundo ilustrado. Me pasará los reglamentos que considere útiles, auxiliando a los niños pobres con papel, libros, tinta, etc., y a las escuelas con cuanto se crea necesario a su comodidad y decencia. (Registro Oficial de la Provincia 1821)”.


Es este un documento histórico lleno de nobles y profundas sugestiones. “Los sueldos se abonarán de los fondos públicos, como se hace en todo el mundo ilustrado”, es decir, la instrucción pública es una función del estado. “Auxiliando a los niños pobres con papel, tinta, etc.” Es decir, la instrucción primaria debe ser gratuita.


En el año 1820, se había derrocado al Directorio, y firmado los tratados del Pilar y de Venegas, después de una terrible campaña militar.


Documentos de esta naturaleza, no son raros en la vida pública de López. He tenido ocasión de dar a conocer otros semejantes. Esto nos lleva a tratar de los hombres de que se rodeó el general López, durante su dilatado gobierno.


El autor del articulo afirma lo siguiente: “Ejerció un dominio absoluto sobre la masa inculta, siempre más numerosa, de modo que los elementos civilizados de la sociedad no tuvieron otra alternativa que salir de la provincia o contemporizar”.


Examinemos, examinemos, pero antes dejemos constancia de que el único elemento civilizado que salió desterrado de la provincia, por haber sido sorprendido en un complot para asesinar al general López, fue don Cosme Maciel, de la familia del articulista. Estoy a los datos de don Urbano de Iriondo, que según dice aquél, exhibe al general López, “listo para hacerle la autopsia”: “Don Cosme Maciel, su hermano don Anselmo y Francisco Vélez, entraron en relación con Ovando, sabiendo que éste era capaz de cualquier empresa y convinieron con él una revolución contra López, asesinando a éste en la noche del 3O de septiembre”.


Y no debía de ser tan inhumano el general López, cuando el mismo don Urbano afirma “que a los pocos meses puso en libertad a don Anselmo y a Vélez, habiéndole encargado muy reservadamente al carcelero que a don Cosme le permitiese sacarse de noche los grillos e irse a dormir a su casa. El objeto de López era el que fugase (sic).”


Estos destierros eran comunes en las provincias, y los ejercitaba el mismo Rivadavia…



Los colaboradores de López. — El primer ministro de Estanislao López fue el doctor Juan Francisco Seguí, hombre de acción y de pensamiento, inteligente, apasionado, un tanto atrabiliario, como su hijo, el diputado constituyente del 53. Era sin duda en su época, el hombre de más luces en la provincia.


En 1823 llega a Santa Fe, una delegación del Cabildo de Montevideo. El hombre más destacado entre los componentes de esa delegación, por sus condiciones de inteligencia era don Domingo Cullen. Domingo Cullen no volvió a Montevideo y quedó al lado de Estanislao López. Fue después su ministro, su hombre de confianza, su consejero. Domingo Cullen, según la expresión de un distinguido historiador, “tenía vuelos de pensamiento”.


David Peña en una reciente publicación se expresa así de don Domingo Cullen: “López trae a su lado para compartir las funciones del gobierno a don Domingo Cullen, de origen irlandés, y que comenzó a destacarse en Montevideo. Cullen es un hombre instruido, de vistas propias, de ambiciones cautelosas pero indómito por razones de raza o de convicciones íntimas”. Fue Cullen, quien planeó la creación del poder judicial y quien colaboró en su reglamentación. A su influjo Santa Fe va adquiriendo forma institucional y la antigua Sala Representativa de los Cabildantes, toma contornos de rama legislativa. Es en 1834 cuando se le llama por primera vez “legislatura”.


Al lado de López estuvo el Dr. Manuel Leiva, después constituyente del 53.



Don Domingo de Oro. — En 1829, llegó a Santa Fe, don Domingo de Oro, un sanjuanino de gran inteligencia, de refinada cultura, y que tenía el don de seducción, una de las figuras más originales de la historia argentina. Sarmiento dice de él: “Conocí a don Domingo de Oro en Santiago de Chile y tal era la idea que traía de su superioridad que cuando publiqué en “El Mercurio” mi primer escrito mandé secretamente a un amigo a la tertulia en que Oro solía hallarse, para que leyese en su fisonomía qué efecto le causaba su lectura. Si él hubiese desaprobado mi ensayo, si él lo hubiese hallado vulgar o ridículo, yo hubiera perdido por largo tiempo mi aplomo natural y mi confianza en la rectitud de mis ideas, única cualidad que puede formar escritores. El amigo volvió después de dos horas de angustiosa expectativa diciéndome desde lejos: ¡Bravo! Oro ha aplaudido. Yo era escritor, pues, y lo he probado hasta cierto punto”. “Jóvenes he visto, que acababan de salir del seno de la sociedad más culta de Madrid y a quienes dejaba azorados aquella distinción exquisita de maneras, hechas aún más fáciles por el tinte americano, argentino, gaucho, que da Oro a los modales cultos sin hacerlos descender a la vulgaridad”. 79


A poco de estar en Santa Fe, don Domingo de Oro, recibió la siguiente carta: “Amigo don Domingo de Oro: Son las tres y cuarto, hora en que estoy solo. Si Vd. gusta venir a visitarme, puede hacerlo seguro de que tendrá mucho gusto su amigo y S. S. Estanislao López”, (Véase Papeles de Domingo de Oro. Tomo I).


La entrevista debió realizarse en la casa particular del general López que no era sin duda, “la tienda de un jefe de aduar o parada de indios” como el historiador don Vicente Fidel López, inspirador del doctor Aldao, se expresa a propósito de la vieja Santa Fe. Y hago esta reflexión, porque el general Pedro Ferré, que visitó en su despacho particular al general López, el mismo año que don Domingo de Oro, nos dice que el gobernador de Santa Fe, tenía sobre una cómoda “un hermoso retrato de Napoleón”, (sic.) como cualquier militar culto de la época.


El 1° de marzo de 1829, el general López, nombraba su secretario a don Domingo de Oro, manifestándole en la comunicación respectiva: “Al acompañar el despacho de este empleo, espero de su patriotismo que no rehusará prestar este servicio, que es altamente reclamado por el estado de nuestra patria”.


Fue ese mismo año de 1829, cuando el gobernador de Santa Fe, comisionó a Oro y al doctor Amenábar para que se trasladasen a las provincias del norte en misión oficial para inducir a los generales Paz y Quiroga, a suspender la guerra civil y someter sus diferencias a la Convención Nacional, reunida en Santa Fe. En la comunicación recibida por el ilustre sanjuanino que figura entre los papeles de su archivo, se deja constancia de que al designar las personas que han de componer la comisión expresada, se han tenido muy presentes el carácter y las cualidades del señor don Domingo de Oro”.


De los beneficios que hubiera reportado a la provincia aquel colaborador de don Estanislao López, nos convencen las palabras del mismo Sarmiento: “En Santa Fe, Oro formó un proyecto de explotación de los bosques del dominio público y pasó a Buenos Aires a formar una compañía para el efecto. Buenos Aires, ardía en aquel momento”.


Cómo no había de arder si en esos momentos el unitarismo fusilaba a Dorrego, por el delito de haber pactado con el “gaucho” Estanislao López...


El gran caudillo federal y aquel estadista que según Sarmiento “hubiera sido por sus cualidades un hombre notable entre los hombres notables de Europa”, mantuvieron desde entonces una amistad estrecha e invariable. El mismo Sarmiento se encarga de afirmarlo: “Domingo de Oro, dice en su biografía, era el todo para don Estanislao López”. 80



López a través de su correspondencia. — De los dos volúmenes que contienen el archivo de don Domingo de Oro, publicado por el Museo Mitre, ciento veinte páginas del tomo primero contienen la correspondencia de don Estanislao López. Cartas íntimas, comunicaciones oficiales, instrucciones políticas del más alto interés, revelan más que todos los comentarios tendenciosos, lo que significa dentro de nuestra evolución política y republicana la personalidad del gobernante santafecino.


No sólo el archivo de don Domingo de Oro, contiene una preciosa documentación sobre López. El archivo de la Nación, y los de las catorce provincias argentinas, así como e! archivo de Montevideo, guardan documentos del caudillo. Su correspondencia personal con Dorrego, con Rivera, con Mansilla, con Olazábal, con Lavalleja y muchos otros, era numerosa y continua, como que fue en todos los momentos de su carrera pública hombre de peso en la política argentina.


Un historiador uruguayo que transcribe una carta de López al general Rivera, rechazando un presente de cuatro mil cabezas de ganado, agrega a guisa de comentario: “Qué hermoso es leer papeles de esta naturaleza en contraste con la vileza de otros”.


Sólo el rencor, ya que no la ignorancia puede llevar hasta arriesgar la especie malévola y absurda de que el general López no sabía escribir…


¿Cuáles fueron los generales de la independencia que descollaron por su ilustración? Fueron muchos los que concurrieron a la escuela, pasados los quince años, edad en que López dejó las aulas del colegio de San Francisco, según el testimonio insospechable de su contemporáneo y amigo don Domingo Crespo?


“Como a la edad de quince anos —dice don Domingo Crespo, que le trató familiarmente,— salió de la escuela, y se retiró a las fronteras del Norte”. (Memorias de don Domingo Crespo).


En su sencilla exposición, don Domingo Crespo, agrega que hace esa aclaración para que se vea que “el tino y el acierto en los hombres, no está ligado al saber”, con lo que dice sin duda una gran verdad, porque hay otra especie de valores espirituales y morales, en el orden político y social, que pesan más que todos los valores librescos. Nunca los hombres de biblioteca fueron los guías de los pueblos.


“A veces nos preguntamos —dice Maeterlink, en su estudio sobre la Justicia— si no valdría más que los destinos de la humanidad estuviesen dirigidos por los sabios más bien que por el instinto de la especie, siempre tan lento y a menudo tan cruel. No creo que podamos responder a la pregunta de la misma manera que se hubiese respondido en otro tiempo. En los peores momentos de la Revolución Francesa, la suerte de un pueblo estaba, en suma, entre las manos de bastantes buenos filósofos. Hoy las costumbres del pensador se han modificado profundamente. Ya no es especulativo, utopista, o exclusivamente intuitivo. En política como en literatura, como en filosofía y en todas las ciencias es cada vez más observador y cada vez menos imaginativo. Sigue, mira, estudia, trata de organizar lo que es, en vez de intentar crear lo que aún no es o lo que no será nunca”. ¡Cuanta verdad! y qué norma de pensamiento más profunda para la interpretación de nuestra historia. Por haber intentado organizar lo que era la república, fue fusilado Dorrego. Por esa misma razón el unitarismo trasnochado vilipendia a Estanislao López...


Escribía López con la ortografía común en aquella época, y aún en las cartas íntimas escritas a su esposa en la incomodidad de los campamentos, denota una regularidad caligráfica muy personal.


¡Que el general López, no era hombre de papeles! Ya lo sabemos. El ser hombre de papeles y aún de libros cuando no se dispone de otros valores del espíritu nada significa. Hombre de papeles y de libros era el doctor Francia...


También Rosas fue en cierto sentido “hombre de papeles”, como que tiene mucha semejanza con Felipe II, “el Rey papelero”.


López no conocía el federalismo doctrinario y sin embargo dio las bases legales y políticas de la constitución de 1853. Sentía simplemente que la federación es el complemento necesario de la democracia representativa.


Las instituciones políticas nada valen ni nada significan como creación abstracta de una clase o de una casta aunque esa casta se llame “pensante” y “civilizada” sino se afirman sobre un sentimiento popular que precede a la obra de los legistas y de los pensadores.


La prueba evidente la tenemos en nuestra propia historia constitucional. López, el hombre del pueblo, el “hombre representativo”, pero sin letras, formulaba en 1819, con su incipiente constitución provincial, “el primer balbuceo del federalismo argentino” mientras los hombres de leyes dictaban en Buenos Aires, la constitución unitaria y aristocrática de 1819, “alabada por los sabios” según las palabras del Deán Funes.


La realidad social y política y el triunfo del sistema federal, dieron la razón a Estanislao López.


Rivadavia y del Carril, después que el unitarismo con la constitución de 1826 y el fusilamiento de Dorrego, había provocado la regresión demagógica y la tiranía de Rosas, leyeron en el destierro la obra de Tocqueville sobre la democracia ea América. “Estábamos ciegos —decía del Carril, muchos años después— la bellísima obra de Tocqueville que llegó a nuestras manos, nos abrió los ojos: mucho hablamos y mucho discutimos, y nos convertimos apasionadamente al federalismo”.


Sarmiento, se convirtió más tarde y dijo aquella frase de tan profundo sentido: “El gobierno es un hecho histórico. Nadie ha inventado sistemas, sino Sieyes y Robespierre”.


Estanislao López, no necesitó leer a Tocqueville. Le bastó ser la encarnación de ese hecho histórico a que se refería Sarmiento y el representante más genuino de un noble sentimiento democrático. Por eso su nombre va sobreentendido en el preámbulo de la Constitución Argentina.



“Literatura Vacía”. — El articulista, llama “literatura vacía” a los tratados interprovinciales anteriores a la constitución del 53, incluyendo naturalmente el Tratado del Pilar, el Tratado del Cuadrilátero y el Pacto Federal de 1831.


Sin embargo los constituyentes del 53 dijeron otra cosa...


En el preámbulo de la constitución se dice al país, que la constitución se dicta en cumplimiento “de pactos preexistentes”. Y para no dejar lugar a dudas sobre dicha afirmación, el Congreso Nacional al comunicar a las provincias el nuevo código, deja establecido que “el pacto de 1831 es lo que determina la organización nacional bajo el régimen republicano federal”. Más aún, el general Urquiza en su discurso inaugural de las sesiones del congreso— discurso que fue leído por don Domingo Crespo—dijo en uno de sus primeros periodos: “El anhelo de muchos años se cumple en este día, las provincias del litoral descansan hoy del peso de sus compromisos contraídos desde 1831”.


La intervención de Estanislao López en el pacto federal de 1831, que lleva su firma, fue su última y rotunda afirmación constitucional de fe republicana y federal. Un distinguido historiador que en ciertos aspectos ha juzgado la figura de Estanislao López, con injusta severidad, el doctor David Peña, se expresa de esta manera en una reciente publicación:


“El pacto muy trascendental, de 1831, da a López legítima causa para figurar en la historia nacional, pues si bien Ferré desde Corrientes colabora en sus cláusulas, López lo afianza y lo decide con su superioridad”.



Una incongruencia. — Por eso, para quien conoce los antecedentes históricos de la constitución argentina, resulta de una incongruencia lamentable que una persona capaz de sostener que los pactos preexistentes eran literatura vacía y que Dorrego no sabía “palote” de federalismo, sea el encargado de organizar el homenaje nacional a los constituyentes del 53, todos hombres de las provincias, y que trabajaron bajo la guerra continua y tenaz que los representantes del viejo unitarismo rivadaviano, le hacían desde Buenos Aires, separada del resto de la confederación argentina, por no contribuir a la organización nacional federalista, que fue llevada a cabo por el más grande de los caudillos del litoral, el ilustre general Urquiza.


La actitud y el pensamiento del centralismo doctrinario tradicional, representado por los separatistas porteños de 1853, está en aquella frase inflada de petulancia que apareció en un diario de Buenos Aires: “El pueblo argentino no ha interesado al mundo en su demasiada célebre ilustración (!) para ir a tomar el modelo de sus gobiernos en las pampas”. 81


Y los hombres que desconocieron el Acuerdo de San Nicolás y la constitución dictada “en medio de la Pampa” habían entrado a Buenos Aires, siguiendo el poncho blanco del general Urquiza...


Cuando supe que el Sr. Aldao había dado en la peregrina idea de concretar el homenaje nacional a los constituyentes del 53, con la simple reproducción en mármol del Moisés de Miguel ángel, juzgué ese proyecto de una presuntuosidad de colegial… Hoy después de alcanzado el concepto que tiene formado de los antecedentes constitucionales argentinos y de la capacidad de los hombres que formaron aquella magna asamblea, creo entrever el secreto del símbolo. Moisés fue el legislador de su pueblo, es verdad, pero los diez mandamientos esenciales los recibió de manos de Jehová en el Sinaí...


¿Se tratará de enseñar a las futuras generaciones con la estatua de Miguel ángel, que aquellos modestos diputados constituyentes de las provincias, recibieron por inspiración mística la constitución argentina en el viejo cabildo de Santa Fe, como en un nuevo Sinaí?


Si Dorrego que había viajado por Norte América y conocía la constitución de los Estados Unidos además de ser hombre despierto y tribuno avezado, no entendía en 1826 “palote” de federalismo, ¿qué se pensará de aquellos constituyentes que vinieron el 53 del fondo de sus provincias después de una larga tiranía?...


Dorrego no entendía “palote” de federalismo porque pensaba que la constitución unitaria de 1826, era unitaria, y no federal. Hoy seguimos creyendo lo mismo.


A nadie se convencerá que una constitución que acordaba al presidente de la República el derecho de nombrar los gobernadores de provincia entre una terna propuesta por un consejo de administración, es una constitución federal...


El actual profesor de Derecho Constitucional en la Facultad de Buenos Aires, doctor González Calderón, aclara este punto con pocas palabras: “No han visto la profunda diferencia que hay entre lo político y lo administrativo, los que sostienen que aquella constitución estaba dosificada de federalismo”. Para el articulista, no sólo estaba “dosificada de federalismo” sino que era federal y como Dorrego no lo creía, lo acusa de no saber “palote” de federalismo...



López y los hombres de la confederación. — Y a propósito de los constituyentes del 53, huelga decir, que quienes dictaban una constitución en cumplimiento de pactos que había decidido Estanislao López, no podían tener del caudillo sino un alto concepto.


De los diputados constituyentes de Santa Fe, el doctor Juan Francisco Seguí, fuerte y simpática personalidad, era hijo de un ministro de Estanislao López; el doctor Manuel Leiva había sido secretario del caudillo.


El general Urquiza decía en carta particular que he tenido a la vista, que el general López había sido “tan bravo como caballero” y en el “Nacional Argentino” de Paraná 1858, órgano oficial del gobierno de la Confederación y redactado por aquellos claros e ilustres varones que rodearon al vencedor de Caseros después de dictarse la constitución del 53, puede leerse uno de los artículos más honrosos y justicieros para la memoria del gran caudillo.


“Si los pueblos deben un tributo de gratitud —dice aquel artículo— a los gobernantes que no solo han respectado sus derechos y dignidad, sino que también han vertido su sangre y expuesto su vida por la libertad de la patria común, nadie como el brigadier general don Estanislao López, tiene derecho a ese tributo de la provincia de Santa Fe. Sería tarea prolija narrar los servicios prestados a la causa nacional y todo lo que hizo aquella verdadera celebridad argentina durante su larga y paternal administración, en obsequio de la provincia que se contempla orgullosa de contarlo entre el número de sus varones distinguidos”. Don Estanislao López —y esto habla muy alto,— es el único de esos hombres que han presidido durante un gran lapso de tiempo los destinos de su provincia natal, en una época en que no conocíamos instituciones, sin dejar en pos de si ningún recuerdo acerbo. Recorred los pueblos y los campos de Santa Pe, interrogad aún a aquellos mismos sobre quienes hizo pesar la vara de la ley y todos pronunciarán con respeto su nombre, harán justicia a sus actos y ponderarán su valor”.


En ese artículo que lamentamos no poder transcribir íntegramente, se define su personalidad moral con estas palabras: “Estaba dotado de un espíritu recto y de un corazón de nobles y generosos instintos”. (“El Nacional Argentino”. Paraná 7 de enero de 1858, Colección de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires).


La veneración por la figura de Estanislao López ha sido transmitida de generación en generación, en la provincia de Santa Fe. Todos cuantos se han ocupado de su historia han podido comprobar la injusticia con que el unitarismo, vencido en los hechos y resucitado por un absurdo en nuestras historias escritas, ha tratado siempre de disminuir la figura del caudillo. Verdad es que todavía hay entre nosotros, quienes forman juicio sobre Estanislao López por las Memorias de Paz, que fue capturado por los soldados de López y estuvo preso durante varios años en la vieja Aduana de Santa Fe, donde contrajo matrimonio y vivió con su esposa, por una de tantas condescendencias de aquel extraño “carcelero”.


“Desgraciado el hombre de un solo libro”, dice el proverbio. A los inclinados a formar juicio sobre esa base de testimonios históricos, gentes por lo común, horras de todo bagaje intelectual, no les aconsejaría yo la lectura de los juicios que el general San Martín, nuestro héroe máximo, ha merecido a escritores chilenos como Vicuña Makena y a los historiadores venezolanos... Y a los afectos a las memorias autobiográficas, habría que interdecir la lectura de las memorias de Lord Cochrane y el diario de la inglesa María Graham...


El “Times” de Londres, citado por Mitre, decía en 1859 refiriéndose a las memorias de Lord Cochrane: “El bravo Almirante prueba que San Martín, su compañero de armas era un monstruo extraordinario. Decir que era embustero es nada. Era al mismo tiempo cobarde y fanfarrón, y totalmente incompetente, que sin embargo siempre consiguió salir bien, y que hizo peor que no hacer nada traicionando todos los intereses, menos los suyos”.


¿Qué había sucedido? Sencillamente que las ambiciones del “bravo almirante” y sus impertinencias, nada pudieron con el temple de alma de San Martín.


En cuanto a las Memorias del general Paz, escritas con facilidad, y con un raro sentido de la prosa, si cautivan por su interés, son peligrosas para quien desee aquilatar valores históricos sin otra clase de conocimientos. Baste saber que buena parte de cierta bibliografía histórica argentina, la constituyen las rectificaciones y las polémicas que provocaron las Memorias de Paz 82 cuando aparecieron, y que el historiador Vicente Fidel López, que comparte tantas ideas del ilustre manco, afirma en un pasaje de su obra, que para apreciar algunos hechos el general Paz, “echa mano de tonterías y de calumnias”.


El articulista examina la bibliografía histórica de Santa Fe, y sufre un desengaño al constatar que historiadores tan documentados como Cervera, y tan inflexibles como Juan Alvarez, encomian la figura de Estanislao López. Juan Alvarez se expresa con estas palabras: “Como suele ocurrir en circunstancias difíciles, un hombre simbolizó las aspiraciones del grupo: Estanislao López. No era López hombre de estudios: en aquellas circunstancias más que título académico requeríase energía, intenciones honestas y buen sentido. El repetido aplauso que los actos de Estanislao López merecieron, demuestra que interpretó los deseos de Santa Fe”. (Juan Alvarez. Historia de Santa Fe, página 252).



El “despotismo” de López. — En otro lugar consigna hechos muy instructivos para juzgar del pretendido “despotismo” de López y de las funciones de la antigua sala de Representantes:


“A propósito de una nueva rendición de cuentas presentada por el gobernador López en 1834, vale la pena recordar que se cruzaron en la Junta de Representantes, opiniones que distaban mucho de transparentar servilismos. El 1º de marzo ofició el P. E. a la Junta pidiéndole revisara las cuentas; proyectóse nombrar una comisión al efecto; pero un diputado se opuso pidiendo aprobación a libro cerrado. Esto motivó un interesante debate. El diputado José Echagüe, opinó que así se dejaría en lo sucesivo un campo abierto a la irresponsabilidad. Otro agregó: “que siendo el mismo señor Gobernador quien pedía con instancia que la H. Junta tomara conocimiento y examinase el manejo y distribución de las sumas negociadas por él mismo, no debía dejarse de dar este paso tan honroso al mismo gobierno como digno de la H. Legislatura: que lo demás era impropio, era irregular, y por lo tanto, no estaba por ello”. Como insistiera el autor del proyecto en la aprobación a libro cerrado, replicóle el diputado Puig: “que bastaba saber que los fondos negociados por el señor gobernador eran para esta provincia, para que la Honorable Legislatura debiese tener un conocimiento de las sumas a que ascendían y de su inversión”. Por seis votos contra uno, se nombró la comisión proyectada y previo dictamen fueron aprobadas las cuentas. (Juan Alvarez. Ensayo sobre la historia de Santa Fe, página 297).


No acuerdo al episodio ninguna trascendencia pero como se ha dado en la fórmula cómoda de asimilar al régimen del feudalismo medioeval, las normas de gobierno de “todos” los caudillos argentinos, destaco ese pequeño detalle de la vida política y administrativa bajo Estanislao López, para los que tengan noción de lo que significaba el feudalismo...



Cargos a los historiadores. — Para el doctor Aldao, los historiadores Cervera y Alvarez, que escribieron sus obras pacientemente y compulsando documentos del archivo de Santa Fe, formulaban sus juicios influenciados por la obra “de adolescente” escrita por el doctor Lassaga, a la que trata con excesiva desconsideración. 83


El único, —dice— que ha exhibido al general López “encima de una mesa de anfiteatro y listo para hacerle la autopsia”, es don Urbano de Iriondo, el primer santafecino que escribió un relato ingenuo, de corte primitivo y de sabor arcaico sobre la historia de la provincia. Veamos el juicio en que concreta don Urbano de Iriondo su opinión sobre el general López, después de referirse a la muerte del caudillo: “Con la muerte de López, se consideró Rosas heredero de la opinión de aquel y desde entonces empezó a hacer lo que él quería, no solamente en Buenos Aires sino en las demás provincias.” “El general López era alto y de buena presencia, color moreno y vista firme, honrado y sin más defecto que ser muy celoso del gobierno, de modo que hasta por sospechas contra él, cometió algunas tropelías”.


“Mantuvo a esta provincia en paz y tranquilidad y respetada de todas las demás. Su buena opinión era general y su muerte fue muy sensible en esta provincia”.


Por lo que hace a sus aptitudes guerreras le considera el primer hombre de armas de su época. “En las armas —dice Iriondo refiriéndose a los hombres notables de Santa Fe— ya hemos referido las hazañas de don Francisco Javier de Echagüe y Andía, de don Bernardo de Vera y de don Estanislao López; cada uno de ellos, en su tiempo, fueron los primeros hombres de armas en el antiguo virreinato de Buenos Aires”. (Iriondo. Apuntes para la historia, pág. 95).


Como se ve, la única deducción seria que puede extraerse de este juicio es que Rosas no impuso su centralismo tiránico a las provincias hasta después de la muerte de López y que éste fue un gobernante honrado y fuerte que hizo respetar su gobierno y el estado que gobernaba.


En cambio el historiador Cervera, después de transcribir un documento de López al gobernador de Córdoba interesándose por la pronta reunión de un congreso nacional, formula una conceptuosa síntesis que merece conocerse. Dice así: “Esta carta demuestra como otros actos públicos del gobernador López, que este no vivía “en su aduar” como un celebrado historiador argentino asegura. Sus ideas iban más lejos que los estrechos límites de una ambición provincial; aspiraba al beneficio de todas las provincias, dábase cuenta del estado del país, persiguió siempre la instalación de un congreso, reconocía la necesidad de una autoridad superior, y a pesar del tratado de paz celebrado, temía nuevas complicaciones que bien pronto aparecieron. En paz, dedicóse a trabajar en favor de los intereses públicos de Santa Fe. Envió como representante a Buenos Aires al doctor Juan Francisco Seguí para arreglar cuentas pendientes con aquella gobernación; creó escuelas, pidió a Buenos Aires permiso para sostener allí diez o doce jóvenes de Santa Fe, y de algunas otras provincias amigas en los colegios de aquella ciudad, donde adquirieron las luces y conocimientos que debieran elevarlos; trató de cobrar en Chile los arbitrios para un hospital, dejados allí por Manso; perfeccionó la hacienda pública, persiguió a ladrones y delincuentes, creó seis correos para Buenos Aires, debiendo alternarse de manera que cada uno disfrutara al año, de dos meses de descanso, dedicóse a la reforma de abusos introducidos y en todas sus notas y documentos, tiende a la paz, a la moderación, a impedir las divisiones, recordando hechos pasados tan dolorosos a la libertad y bienestar de la provincia”.


Esta es “la nebulosa” en que el historiador Cervera envuelve al general López.



Un documento. — Se invoca en contra de López y Ramírez un solo documento, por el cual los referidos caudillos dicen al Director Rondeau: “Los servicios que el general San Martín aparenta querer prestar a la patria, los miramos como lazos tendidos a la inocencia”.


Un documento traído así, fragmentariamente, sin relación al momento en que se produjo ni a las circunstancias que lo determinaron, es el mejor asidero para introducir el sofisma. Examinemos: En 1819 los caudillos de litoral tenían en jaque al Directorio monárquico que había entregado la Banda Oriental a los portugueses. El Director Rondeau llamaba al general San Martín, que era un militar a su servicio, para que lo defendiera de los caudillos. San Martín que maldito el deseo que tenía de combatir a los caudillos, y que después de vencer en Chile, soñaba con la expedición al Perú, se dirigió a López y Ramírez pidiéndoles que abandonaran su campaña contra el Directorio y lo acompañasen en la expedición libertadora. A fines de 1819, Rondeau que conoce la nota de San Martín, viéndose sólo y en peligro, pregunta a los caudillos si no han recibido aquella carta... Los caudillos responden que sí, pero… que ni lo creen porque la actitud de San Martín les parece un lazo tendido a la inocencia, ni lo aceptan, porque ellos, también deben consumar su gran empresa.


“A V. E. no se ocultan—contestan—los poderosos motivos que tenemos para recelar de las promesas de la Administración de Buenos Aires: cuantas veces hemos tratado de poner fin a la guerra civil, hemos visto por experiencia que se nos busca cuando no hay otro recurso para resistirnos”.


Sobre las razones que tienen para continuar la campaña, explican:


“Todos los sacrificios de diez años por nuestra libertad refluirían solamente en favor de un grupo de aventureros ambiciosos, si hombres libres y enérgicos, no tuviesen el poder para oponerse a tan inicuos proyectos”. (Los proyectos del Directorio para traer un príncipe europeo en alianza con Portugal).



Recelos justificados. — Los caudillos tenían razón en recelar. Ellos no podían prever lo que se ha llamado “desobediencia genial” de San Martín ni el motín de Arequito.


Ocurrió lo que tenía que ocurrir para que el Perú fuera libre y se salvara la democracia argentina. San Martín se fue desobedeciendo al Directorio que lo llamaba para librarse de los caudillos federales, y los caudillos federales derrocaron el Directorio y firmaron el Tratado del Pilar. López, Ramírez y San Martín cumplieron su misión histórica.


A fines de 1820, después de firmado el tratado de Venegas, López escribía al gobernador de Mendoza, Godoy Cruz: “He celebrado sobre mi corazón las noticias favorables de la expedición libertadora del Perú, y por ello y la paz de nuestros recíprocos anhelos, le rindo mil enhorabuenas”.



Conclusiones. — No; la labor del historiador es de correlación, y de integración, no de exclusiones y divisiones arbitrarias. Para ello es menester un largo proceso de análisis documental y de síntesis honesta de valores.


Nuestra historia se ha resentido siempre de ese afán de reducir a fórmulas cómodas y triviales los fenómenos más complejos. Es más fácil que consultar documentos…


Y esto viene de los dioses mayores.


Don Vicente Fidel López, acomodaba brillantemente la historia a los altibajos de su pasionismo político.


Como no era muy fuerte su base documental, ni tenía espíritu de investigador, se escudaba en su extraordinario talento y pudo darse el lujo de expresarse así: “Todo lo que se dice del valor de los documentos es completamente inexacto: lo sustancial es el valor y el enlace de los hechos”. Con lo que sancionaba la lógica de la pasión y del capricho...


Rómulo Carbia, el representante más autorizado por su saber, de la nueva escuela histórica argentina, comenta la dicha afirmación con estas palabras:


“No cuesta fatiga alguna percatarse de que fue el temor al derrumbamiento del castillo de naipes de las construcciones históricas “a lo filósofo” lo que movió a López y a los de su credo, a amordazar y a cercar con el desprecio a la investigación erudita, como que ella con su autoridad serena, venía a dar al traste con toda la jerigonza de la Escuela”.


En acertada síntesis, el mismo autor agrega: “Sino se ha investigado, es decir, sino se han reunido los elementos “sensoriales” del pasado cosa que es notoria, mal se puede pretender su interpretación filosófica, que tanto valdría formular juicios rotundos sobre lo que no se ha percibido”.


En cuanto a aquellos que todavía preconizan un nacionalismo de bambalinas y oropeles, al sostener que “el único galardón de que podemos gloriarnos los argentinos es la guerra de la Independencia” (!) yo les recordaría aquellas sabias palabras de Ernesto Renán, en su vejez: “Todos los siglos de una Nación, decía Renán, son las páginas de un mismo libro. Es un error muy molesto pretender que se sirve a la Patria, calumniando a los que la fundaron”.


José Luis Busaniche.


Setiembre de 1926.