Estanislao López y el federalismo del litoral
Visita de un comisionado de San Martín
 
 

Para mediados de 1822, los gobernadores de las provincias reciben un comisionado del general San Martín, que desde el Perú, donde atravesaba una situación insostenible como protector, después de haber ocupado Lima, les pedía ayuda para combatir a los españoles que ocupaban el Alto Perú y amenazaban el norte argentino, donde ya no se veía al caudillo Güemes, muerto el año anterior por una partida española. 47b


El Protector se dirigía a cada una de las provincias, como estados independientes, y solicitaba auxilios para luchar contra los españoles del Perú.



Carta de Bustos a López


El primer gobernador a quien se dirigió fue Bustos, en Córdoba. En junio de 1822 el gobernador López recibe en SantaFe una carta del coronel Bustos, en que le decía:


“Paisano y amigo: Ya habrá usted recibido comunicaciones del Protector del Perú y por ella sabrá el destino a que nuevamente nos llama la patria. Yo no omito sacrificio por mí parte y el de esta provincia para llevar a cabo la empresa, y en efecto, aunque ninguna de las provincias se incomode en mandar soldados, aprontaré mil hombres armados vestidos y municionados contando engrosar las fuerzas con las que faciliten los pueblos de Santiago, Tucumán, Salta y los del Perú, mas para esta empresa faltan recursos que es indispensable recabar del gobierno de Buenos Aires. Con este objeto marcha el enviado teniente coronel don Antonio Gutiérrez de la Fuente, acompañado de mi secretario. Espero que usted incite a aquel gobierno para que se faciliten los artículos de indispensable necesidad, que solo aquella provincia puede franquear. Creo superfluo persuadir a usted de la necesidad de este paso en que debe interesarse todo americano y en especial los que nos hallamos a la cabeza de los negocios públicos. — Juan Bautista Bustos”.



Gestiones ante el gobierno de Buenos Aires


En la misma fecha el gobernador cordobés se dirige al gobierno de la provincia de Buenos Aires, recomendando al enviado de San Martín y solicitando la cooperación decisiva para una contribución general de las provincias confederadas en favor del Protector del Perú. Penetrado de la trascendencia de la empresa y previendo posibles recelos de los gobernantes porteños, escribe: “Los grandes designios es justo que sean independientes de los sucesos momentáneos y que sobrepujen a la divergencia de las pasiones”.


Las provincias, en general, acogen la iniciativa del gobernador cordobés y en octubre de 1822, el coronel Bustos comunica al gobierno de Santa Fe, una “Planilla de los artículos con que pueden concurrir los pueblos para la expedición”.



Los sacrificios de Santa Fe


Hay en esta correspondencia de Bustos a López un detalle muy sugestivo que nos convence de los sacrificios heroicos del pueblo de Santa Fe, en sus luchas tenaces contra el Directorio monárquico de Buenos Aires y del modo como las provincias hermanas reconocían y apreciaban sus esfuerzos por la causa democrática y republicana. Refiriéndose a dichas planillas y a las contribuciones de las provincias, dice el gobernador Bustos: “La benemérita provincia al mando de U. S. no ha sido incluida en el presupuesto o planilla número cinco por el temor de asignarle alguna suma o especies, que no pueda facilitar por el estado de indigencia a que deben haberla reducido las continuas alarmas contra el Directorio, la campaña contra el Supremo de Entre Ríos y las erogaciones que tendrá que hacer en la próxima expedición al Chaco, así es que solo se ha contentado este gobierno con ponerlo en noticia de U. S. para su inteligencia y satisfacción” .


Con razón había dicho el general López, en 1820, refiriéndose a las campañas exterminadoras del Directorio contra la provincia de Santa Fe: “La provincia de Santa Fe ya no tiene qué perder: Nos han privado de nuestras casas por que las han quemado, de nuestras propiedades por que las han robado, de nuestras familias por que las han muerto por furor o por hambre. Existen solamente campos solitarios por donde transitan los vengadores de tales agravios”. (Oficio de López al Cabildo de Buenos Aires en septiembre de 1820).



La conducta de Rivadavia


El comisionado de San Martín y el secretario de Bustos, llegaron hasta el gobierno de Buenos Aires, pero Rivadavia no estaba dispuesto a prestar auxilios a San Martín contra los españoles del Perú, como no estaría dispuesto un año después a prestarle recursos a Estanislao López, contra los portugueses que ocupaban la Banda Oriental.


Encastillado en su labor administrativa, hacía lo posible por eludir los serios problemas de independencia política que embargaban entonces a toda América del Sur y volvíales la espalda cuantas veces la fuerza de los acontecimientos los planteaba a su criterio de gobernante. Las reformas administrativas contaban más en el cerebro de Rivadavia que los grandes destinos políticos de América. Dedicaba el tiempo a jardinillos de invernáculo, cuando había que descuajar una selva. Los árboles le ocultaban el bosque, como dice el probervio.


Las gestiones del comisionado de San Martín, Teniente Coronel don Antonio Gutiérrez de la Fuente, Y las del Gobernador de Córdoba, en el sentido de obtener recursos del gobierno de Buenos Aires para cooperar a la libertad del Perú, encontraron la más decidida oposición entre los hombres dirigentes de la antigua capital. Contestaron al gobierno de Córdoba que la gestión se efectuaba “en circunstancias de haberse recibido no solo la importante noticia del reconocimiento de la independencia de América por los Estados Unidos del Norte sino también de lo que este acto avanzaba en el gobierno de Gran Bretaña y muy principalmente en la Nación española cuyos representantes no se excusaban de patentizar que era necesario entrar por el partido de abrazar la paz a que inducía la seguridad con que los Gobiernos del nuevo mundo contaban ya con la independencia”. (Faltaban nada menos que las jornadas de Junín y Ayacucho (!!).


Más tarde la junta de representantes autorizaba al gobierno de la provincia “para negociar la cesación de la guerra del Perú, poniéndose previamente de acuerdo con los pueblos de la antigua Unión y con los estados de Chile y Lima”… El general Mitre pretende cohonestar esta actitud de Rivadavia, diciendo: “Era una ilusión de Rivadavia la esperanza de que la cuestión hispano-americana pudiese resolverse de otro modo que por las armas”.



Los ataques del “Argos” y el fracaso de la expedición


Los gacetilleros de Rivadavia llegaron a burlarse de los trabajos del gobernador Bustos alcanzando con sus ataques al general San Martín. El 23 de agosto Bustos escribía a Estanislao López: “Parece que la proyectada expedición al Perú ofrece sus obstáculos por parte del gobierno de Buenos Aires. Ya habrá visto usted el número 58 del “Argos” y cómo el gobierno se desentiende de ella pasando el proyecto a la Sala de Representantes, para ser autorizado para negociar con el enemigo, y cómo con este motivo el periodista ensangrienta su pluma contra mi honor e indirectamente contra San Martín. Con esta misma fecha prevengo a mi secretarlo que se retire a su provincia pues ya es conocido que la actual administración en aquella provincia en nada piensa menos que era el sistema federal”.


La actitud de Buenos Aires y el retiro del general San Martín del Perú después de la entrevista de Guayaquil, con Bolívar, acabaron con el proyecto de expedición de Bustos, y la cooperación de las demás provincias. El 16 de diciembre decía Bustos a López: “Por más que he aplicado todos mis esfuerzos para realizar la expedición contra el enemigo común, proyectada por el Exmo. Señor Protector del Perú, sus resultados no han correspondido a mis anhelos”.



Veinte millones para Fernando VII


Entretanto Rivadavia continuaba sus “negociaciones” y el 4 de julio de 1823, el mismo año en que el general López proyectaba su expedición contra los portugueses del Uruguay, presentaba a la Junta de Representantes de Buenos Aires para congraciarse con el gobierno español, que se veía amenazado por Luís XVIII el francés, un proyecto en el que pedía se votase a favor de aquel gobierno la suma de 20 millones de pesos “con que, para destruir a España —decía— habían habilitado al gobierno las cámaras de París…” (Saldías: La evolución republicana en la revolución argentina).



Estanislao López repudia el proyecto


Por su parte el gobierno de Santa Fe, juzgaba de esta manera el proyecto de Rivadavia en carta al gobernador de Entre Ríos, Mansilla: “Son reparables los sentimientos liberales del gobierno de Buenos Aires en obsequio de España hasta empeñarse en negociarle veinte millones para libertarla de la usurpación de sus derechos, promovidas por el Francés y demás príncipes absolutos, cuando se desentiende de la practicada por el intruso emperador del Brasil, negando auxilios a la provincia hermana oriental”. “Abrazamos los dignos sentimientos de la patria desde su regeneración política y ella reclama permanencia y energía hasta elevarla al respetable rango de una nación temible y poderosa; no son los caminos de la intriga y de la degradación los que debemos trillar para labrar su engrandecimiento, sino los de la dignidad, el honor y la buena fe”. (Carta de López a Mansilla septiembre de 1823). 48


Afortunadamente, para honor del país, no se consumó la peregrina negociación de Rivadavia, y la América Hispana alcanzó la independencia honrosa y heroicamente con las victorias de Junín y Ayacucho. Fue solamente en esta última batalla, donde según la hermosa frase de José Enrique Rodó “catorce generales de España entregaron, al alargar la empuñadura de sus espadas rendidas, los títulos de aquella fabulosa propiedad, que Colón pusiera, trescientos años antes en manos de Isabel y de Fernando”.


En posesión de estos antecedentes, resulta fácilmente explicable que el general San Martín no juzgara con mucho amor la labor administrativa de Rivadavia, y se explican los ásperos conceptos con que don Gabriel Rene Moreno se expresó o propósito de las referidas negociaciones: “ Quiso (Rivadavia) que los estados americanos pagasen su carta de emancipación con unos veinte millones a España y todos se emanciparon sin pagarle un céntimo; quiso que esos millones ayudaran al gobierno español de entonces a establecer en la península el régimen monárquico representativo, y este es uno de los desatinos más grandes que se conocen brotado del cacumen de un hombre de gobierno, por más querendón de cosas buenas que se le suponga “.



Un documento inédito del General López (1822)


Hemos dado a conocer algunos antecedentes ilustrativos sobre la proyectada expedición de las provincias argentinas en auxilio del general San Martín, como Protector del Perú, en 1822, y su fracaso por la oposición ostensible y tenaz del gobierno de Buenos Aires.


Tales antecedentes explican los términos en extremo severos con que el general San Martín juzgó, años más tarde, la gestión administrativa de Rivadavia. Hemos publicado fragmentariamente algunas cartas de Bustos a Estanislao López, y al gobierno de Buenos Aires, como también resoluciones de este último gobierno decidiéndose por la paz con España y proyectando la entrega de veinte millones a la monarquía liberal de la península para asegurarse el reconocimiento de la independencia de América.


Damos a conocer la nota que el gobernador de Santa Fe, Estanislao López, dirigió al comisionado de San Martín Teniente Coronel Gutiérrez de la Fuente. Este documento histórico de extraordinario valor, pertenecería a lo que don Vicente Fidel López, llamó sarcásticamente en un desahogo de pasión la “cancillería de los montoneros”. Convendría meditar sobre los sentimientos y los ideales que trasunta esta honrosa expresión de la cancillería de aquel “gobernador montonero” y los que representan los documentos firmados en sus gestiones diplomáticas, por otros pretendidos representantes de la democracia y el nacionalismo argentino.


Este documento existente en el Archivo de Santa Fe, dice así:


“Sor, don Antonio Gutiérrez de la Fuente, Tte. Coronel de Caballería y Comisionado por el Exmo. Protector del Perú.


“Quedo instruido de la digna comisión que le decora, no menos que del importante objeto del Exmo. Protector del Perú, detallado en la Honorable comunicación recibida por su conducto. Nada es más lisonjero a un americano, que desde el feliz momento en que llegó a sus oídos la dulce voz de la libertad de la América del Sud y recuperación de los sacros derechos del hombre social, oprimidos por tres siglos, juró ante las aras de la patria sacrificarse a su logro. En tan laudable empeño prodigué mis afanes y sin ceder a nadie en entusiasmo, seguí las huellas auxiliadoras sobre el Paraguay el año primero de la revolución y desde tan memorable época hasta la presente, mi vida siempre fue agitada, siguiendo el estandarte de Marte a mi pesar al ver con dolor derramada infructuosamente la sangre de hermanos unidos por los mismos principios e intereses recíprocos proclamados. Es verdad, que tengo la gloria de no haber sido agresor sí solo acérrimo defensor de los derechos de la Provincia heroica que tengo el honor de presidir, atacada por ambiciosos importunos que han dexado envueltos en la desolación y llanto, casi todos los habitantes de estos feraces y pingües territorios, concluidas las fortunas, paralizados los mejores sentimientos, tocando ya la comunidad los crueles efectos de la desolación y la mendicidad. Y aunque una paz oportuna, sirvió de sólidas bases al orden y cesación del furioso encarnizamiento, por las aspiraciones menos dignas que sellan a sus autores con la desgraciada nota de agentes de los Tiranos peninsulistas, son muy lentos los pasos útiles del restablecimiento, por motivos que son obvios. Yo no puedo desconocer las ventajas reales de la medida indicada por el Sor. Protector del Perú, como reclamada, no sólo por el interés general, el honor sublime de nuestro empeño y aún lo más amable, cual es la existencia política y civil que peligrará sin duda si un contraste inesperado eclipsase los triunfos de sus armas, que como variables cual la fortuna, no hay héroe en la historia que alguna vez no haya gustado del acíbar de sus reveces. Nuestros sentimientos son unísonos y las ansias son generales por tener una parte activa en la absoluta expulsión de los opresores fanáticos, que aún respiran por la sensible división que ha debilitado el poder gigante Americano, pero como ellas no son bastantes sin que las consoliden los recursos indispensables a realizarse, se conseguirá este seguro efecto si Buenos Aires, de donde salió el germen de las guerras intestinas, mejor aconsejado, reconoce el deber de fijar su crédito e ideas franqueando los recursos que estén a su alcance, haciendo no menores esfuerzos que los practicados para expediciones, tan poco importantes como decentes. Entre los encargos especiales de mi secretario que parte en comisión, es el primero recomendable; si recabase de las autoridades lo necesario, puede contar seguro que doscientos o trescientos hombres de caballería escogida, tendrán el apetecido placer y honor de aumentar las filas de los defensores de la causa sagrada de la Patria.


“Si menos generosos, esquivasen sus auxilios para salvación de esta afligida Madre, no tendremos más que gemir en secreto los resultados perjudiciales de una mezquindad reparable, sea cual sea el motivo de su negativa, cuando observamos pródiga a aquella Capital en la concesión de 300 mil pesos a su gobierno para el logro de un objeto indecoroso, nada propio de almas grandes caracterizadas por la firmeza de fibra en la consecución de sus campañas. Con tan plausible noticia tiene la honra de saludarle con la más obsequiosa urbanidad y afectuosas consideraciones. — Santa Fe, Noviembre 11 de 1822. — Estanislao López. — (Archivo Histórico de la Provincia de Santa Fe; Copiador de Notas y comunicaciones 1822)”.


La Junta de Representantes de la Provincia de Buenos Aires había votado el 16 de Agosto de 1822 como respuesta a los trabajos del comisionado de San Martín, la siguiente resolución:


La Honorable Junta de Representantes de la Provincia, usando de la soberanía ordinaria y extraordinaria que reviste, ha acordado y decreta lo siguiente:


Artículo 1º — Queda autorizado el gobierno para negociar la cesación de la guerra del Perú, poniéndose previamente de acuerdo con los pueblos de la antigua Unión, y con los estados de Chile y Lima.


Artículo 2º — Queda autorizado el gobierno para autorizar todas las medidas pacíficas que juzgue conducentes a restablecer la tranquilidad y orden en los pueblos de la antigua unión que se hallen agitados por disensiones civiles.


Artículo 3º — Se autoriza al gobierno para gastar en esos objetos hasta la cantidad de trescientos mil pesos, por ahora”. (Antecedentes en el Archivo de Santa Fe). Obsérvese que el artículo 1° dice: “La cesación de la guerra” y no “el reconocimiento de la independencia” que era asunto más grave. A ese efecto se votarán veinte millones al año siguiente. Bien están las palabras del caudillo: “Nada propio de almas grandes caracterizadas por la firmeza de fibra en la consecución de sus empeños”.


También es verdad que “esa firmeza en la consecución de sus empeños” en los movimientos sociales y políticos es privilegio de los grandes caudillos. Ellos concentran en su personalidad la fuerza de una multitud. Casi nunca vacilan en sus designios porque se sienten hombres representativos. No ocurre lo mismo con otra especie de políticos. Rivadavia vivió siempre divorciado del pueblo, en medio del cual le tocó representar una tendencia política. Sus vacilaciones, sus renunciamientos, sus fracasos, se explican por su falta de fe en aquellas democracias primitivas, cuyos impulsos pretendió subordinar arbitrariamente a su rígida y exótica ideología de estadista.