San Martín y la soberanía nacional
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La cuna de nuestro Libertador no fue la encumbrada Buenos Aires, ni Córdoba la señorial y docta, ni Salta la ilustre. Ella debía ser un humilde pueblo de frontera, Yapeyú, reducción donde el genio y el afán jesuítico plantara tanto los fundamentos de nuestra cultura como construyera la muralla contra el avance paciente y mañoso del vecino lusitano. Haber visto la luz allí, tierra de secular fricción debido a la hostilidad portuguesa, es un prefacio digno para esta vida puesta al servicio de una espada redentora. Como lo fue que su padre, don Juan de San Martín, militar de profesión, participara en esa lucha, en su carácter de gobernador del Departamento de Yapeyú, y fuera sede política y su vivienda familiar el Colegio construido allí por los padres jesuítas. Es que en esta casona levantada por quienes defendieron desde la cátedra doctrinas de igualdad y libertad humanas, José, futuro paladín de esos principios, recibiría de los labios de su madre las primeras verdades de la fe católica, que son precisamente el fundamento de aquéllos. Prosapia, pues, la de nuestro arquetipo, amasada con vigilias de guerrero y oraciones de mujer devota como lo fue ciertamente doña Gregoria Matorras.

Llevado por sus padres a España, al servicio de la Madre Patria, comenzaría su carrera militar con una campaña en el norte de áfrica contra los moros, hecho que tiene algo así como la trascendencia de la participación sanmartiniana en la lucha secular de los herederos del Cid en la frontera de la Cristiandad con el Islam. ¿Necesitaba el fundador de nuevas naciones para la cultura común inspirar su genio guerrero en esto que había sido un batallar señero? A fines de este siglo XVI 11 se lo ve alistarse en las fuerzas que invaden la Francia republicana ahíta de enciclopedismo hueco y de terror anárquico. Sellada la paz en Basilea, 1795, España lanzaríase a una guerra aliada a los regicidas franceses contra la poderosa Inglaterra en la que nuestro héroe se debatiría en la acción naval de San Vicente.

El alborear del siglo XIX lo sorprende en nuevas contiendas ahora enfrentando a las armas portuguesas, seguida por su brillante actuación en la guerra de la independencia española a raíz de la invasión napoleónica. En Arjonilla y Bailen ya es un oficial compenetrado de toda la significación de la lucha entre los pueblos oprimidos y los imperios modernos que pretenden someterlos. Esta será la última intervención militar suya en Europa, donde se ha batido sucesivamente contra Francia, Inglaterra, Portugal y nuevamente Francia. Sugestivamente estas potencias, años después, amenazarían en el Río de la Plata la integridad patria y San Martín tendría oportunidad de señalar el peligro de sus actitudes en época en que se constituiría en verdadero vigía de la soberanía nacional.

Su tránsito por España no fue estéril. Allí, la fina percepción política del Libertador pudo aquilatar la decadencia de la clase dirigente española indigna del pueblo que le dio a nuestra cultura un vasto escenario donde desarrollar todas sus potencias. Reyes que entregaban las responsabilidades del oficio a favoritos, o ministros divorciados de los fundamentos éticos-religiosos del imperio, cuando no procuradores exclusivos de sus ambiciones egoístas. Intelectuales influyentes en los altos círculos políticos enajenados mentalmente a planteos ideológicos foráneos que nada tenían que ver con el alma ni con los intereses españoles. Y sofocándolo todo, una burocracia anquilosada y en considerable medida inepta. Bien pudo advertir San Martín que la causa de nuestros mayores estaba perdida en la Madre Patria. Y esto debió haber pesado en su espíritu notoriamente para que decidiera retornar a la tierra que lo vio nacer.

En marzo de 1812 llega a Buenos Aires el hombre nacido en la frontera donde el Imperio español jugó su integridad contra el lusitano, el hombre que se había debatido en Europa por la soberanía de la Madre Patria, el hombre consustanciado con la idea de que era menester salvar los restos del naufragio de este Imperio fundando la autodeterminación de Hispanoamérica sobre la base de otros dirigentes y de otras ideas motrices.