Las reducciones jesuíticas de indios guaraníes / 1609-1818
Perennidad de la obra Jesuítica
 
 

La despoblación fue uno de los fenómenos característicos de la época inmediata al extrañamiento. Según las Relaciones geográficas de don Andrés Oyárvide, escritas en 1791, había en 1768, en los treinta pueblos, 97.448 indios, que en 1772 habían ya bajado a 64.000, y en 1791, a 59.060.301 El descenso prosiguió después. La Memoria del virrey Avilés, que pertenece al 21 de mayo de 1801, asignaba para aquel año la cantidad de 42.885 indios. 302


Es un hecho, sin embargo, honroso a los expulsos, que los indios emigrados de las poblaciones en la decadencia después del extrañamiento, no volvieron a la vida nómada de los bosques, sino que se incorporaron en su mayor parte a la civilización o en los campos o en las ciudades.



1) Causales del despueble


Las hubo de índole fisiológica. La peste de viruelas segó vidas a centenadas; sobre todo, por el contagio casi continuo de los años de 1772 a 1781, según informó un papel anónimo de entonces. 303 El año de 1772 “padeció con mayor fuerza... el pueblo de Itapuá; y, aunque después de una mortandad considerable, cesóse en parte, prosiguió el siguiente año”. Y así adelante.


Dióse, asimismo, el caso de indios que por sólo el placer de verse libres emigraron despreocupadamente.


El manejo, en cambio, de los bienes por administradores ineptos, inhumanos y codiciosos a costa de los pobres aborígenes, provocó la deserción poco menos que incontenible. Lo reconoce Félix de Azara, responsabilizando a los administradores:


Estos, “sobre no tener la inteligencia de los padres jesuitas, han mirado los bienes de las comunidades como una mina que no podían disfrutar sino un corto tiempo. Así no es extraño que las comunidades hayan empobrecido, y que los indios hayan sido más hostigados en los labores, menos vestidos y peor alimentados... Como no se tiene el cuidado que tenían los padres jesuitas, ha desertado como la mitad de los indios de cada pueblo304


En 1796, el administrador general don Manuel Cayetano Pacheco hacía consiguiente a la casi extinción de la agricultura, manufacturas y ganadería en los pueblos, “la despoblación de los naturales; porque no teniendo modo de conservarse en su patrio suelo, los que no morían de necesidad, emigraban con sus mujeres y tiernos hijos para buscar en otros parajes los precisos alimentos; de forma que se veían reducidos dichos pueblos a una triste memoria de su antiguo floreciente estado”.305



2) La dispersión por los campos


Sucedió en los comienzos, con gente que huyéndole el cuerpo a los administradores, se refugió en los bosques. Pero si fue sensible este fenómeno a los principios, desapareció después casi del todo. Y nade es más exacto que la expulsión de 1768 “fomentó indirectamente el progreso de otras zonas del virreinato, que incorporaron en su seno los aborígenes civilizados por los regulares”.306


Mucha parte de la dispersión pobló los campos para su racional cultivo.


Desde la Candelaria, el 4 de julio de 1802, don Joaquín de Soria transmite al gobernador del Paraguay don Lázaro Rivera la orden del Virrey “sobre que se entreguen a su disposición los naturales de los pueblos de su mando que se hallan dispersos en la jurisdicción de Vuestra Señoría”.


Uno de los tenientes. Francisco Díaz, contesta a Rivera desde Temberary el 19:


Cumplió con lo dispuesto; “y aquí tengo reclusa ya alguna chusma de ellos: pero andando en estas diligencias, hallo que los mas de estos pobres indios, como de tiempo inmemorial están avecindado y con largas familias acá, tienen la mayor parte buenos fundamental; ü, chacras, como de cañas para cosechas, buenos maizales ya sembrados, mandiocas y otros fundamentos de agricultura en que se han ocupado para mantenerse; que es una lástima. Señor, violentarlos sin que primero puedan depender, como también el que hayan de perder la mayor parte de estos miserables su trabajo”.


En forma parecida contesta Francisco Javier Sanabria desde Barrero Grande el 9 de septiembre:


En esta jurisdicción de mi cargo no se encuentra indio que no sea de los bien establecidos con aquellas medianas proporciones de una subsistencia propia.”


Asimismo, Salvador González desde Yandua, diez días después, comunica haber “dejado dos familias”: una de ellas, “que se compone de ocho personas entre mujer y varón, chicos y grandes, por razón de tener formales fundamentos, como de chacra, ganados y caballada..., como también dinero que cobran por su trabajo”.307



3) En los centros poblados


Muchos otros prefirieron las ciudades; singularmente los que se manejaban con algún oficio manual, que fueron los primeros en desbandarse.


Un autor anónimo, perteneciente al año de 1786, trae datos comprobatorios de este hecho, cerrando el informe con una referencia halagadora:


“Mas no por eso se ha de creer que los indios que faltan en los pueblos han perecido de miseria. Todos viven y están gordos. Yo los he visto en los distritos de Montevideo, Santa Fe, Corrientes y Paraguay. A ellos se debe buena parte del fomento que en pocos años han tenido dichos parajes. Los portugueses también han fundado dos pueblos con nuestros desertores.”308


A la preferencia por las ciudades se refirió asimismo Azara en su Informe de 8 de marzo de 1800, con noticias de los indios guaraníes de las doctrinas jesuíticas, “dispersos en los campos y pueblos adyacentes ..., en los del Paraguay, Corrientes, Santa Fe, Gualeguay, Arroyo de la China, desiertos del sur de Yapeyú hasta Montevideo; y, lo peor, en territorio del Brasil, habiendo formado pueblos los portugueses, de los indios emigrados, cuya constitución en tiempo de los jesuitas, era envidiable, con respecto a la calamitosa con que viven al presente”.309


También los hubo establecidos en Buenos Aires, según testimonió desde esta misma ciudad don Francisco Bruno de Zavala en 9 de mayo de 1785.


Debiendo formalizar los padrones, pedía que se “procurase llamar y recoger a los indios dispersos por otros pueblos, y fugitivos por la jurisdicción de Corrientes y provincia del Paraguay, (y aun aquí [en Buenos Aires] hay actualmente bastante número)”. 310


En 1798 se entablaron prácticas para volver a las doctrinas a estos emigrados; y uno de ellos, Nazario Paraguá, del pueblo de Santiago, escribió al Virrey en defensa de sus compañeros:


Y puesto que todas las familias que en la actualidad se hallan en esta capital sirven de beneficio a la república, por hallarse los más de ellos ocupados en sus oficios mecánicos; y sus mujeres, en sus labores y ejercicio de la aguja, plancha, lavado y cocina, portándose generalmente como es notorio a todos”, pide que se suspenda dicha orden.311


También el teniente de gobernador del departamento de Santiago don Pedro Antonio Duran, solicitó del virrey Joaquín del Pino poderes para la recuperación de los indios dispersos; y dijo que estaba “noticioso de hallarse en la Asunción del Paraguay y pueblos de su jurisdicción mucho número de familias de estos pueblos” de su departamento. 312


Lo cual confirmó el fiscal don Manuel Juan de Villota desde Buenos Aires el 8 de junio de 1802:


Había ya disminuido el número de los habitantes de aquellos j pueblos, al paso que crecían muchas poblaciones de esta provincia y] la del Paraguay con los indios prófugos de las misiones.313


Dióse otro caso, ya de mucho más acá y de fuente conocida. El canónigo Juan María Mastai Ferretti, futuro Pío IX, a su paso por Montevideo tuvo noticias de los indios guaraníes, según consignó en carta de Gibraltar, de 5 de mayo de 1825, dirigida al cardenal Julio María della Somaglia:


Los indios de las reducciones jesuíticas “se dispersaron por varias parroquias limítrofes a su provincia; y una parte de ellos ha fabricado y señalado un capellán. Un sacerdote, que en enero pasado se detuvo algunos días en aquel pueblecito, me contó cómo había observado el empeño que tenían para conservar las prácticas que los padres jesuitas habían enseñado tantos años a sus padres. Todas las mañanas se juntan de madrugada en la iglesia, separados los hombres de las mujeres, y en los días de fiestas los indios cantores y músicos acompañan el santo sacrificio. Díjome que él mismo había cantado una misa de requien acompañándola en canto llano los indios.” 314