Las reducciones jesuíticas de indios guaraníes / 1609-1818
Anulación del tratado de límites
 
 

Lo que inútilmente habían aguardado durante una década los jesuitas del Plata y las misiones, llego por fin en 1761, gracias al ahincado patriotismo y audaz esfuerzo del gobernador don Pedro de Cevallos.



1) Disposiciones legales


El 27 de agosto de 1758 moría la reina doña Bárbara de Braganza; y, el 10 de agosto del siguiente año, la seguía a la tumba Fernando VI.


Con el advenimiento de Carlos III, rey de las Dos Sicilias, la política estatal tomaba por otro rumbo. Carlos III, al ceñirse la corona real de España, se vio con los nutridos informes de Cevallos. Supo que, libres los pueblos y prontos a la entrega, Gómez Freiré excusaba recibirlos, pretendiendo varias adiciones, y ordenó a Cevallos sobreseer en la orden de mudanza, cuidando “de que subsistan los indios donde actualmente estén, procurando su comodidad”, ínterin se tomaba con más conocimiento otra determinación. Debía además el gobernador de Buenos Aires mantener el statu quo en los asuntos políticos y evitar la ruina de los pueblos desocupados,


Todo esto comunicaba el ministro Wall a Cevallos en trance de remitir este sus últimos informes. 271


El 24 de junio escribía Arriaga que la anulación era ya cosa resuelta por Su Majestad; y el 19 de septiembre, por real cédula de Madrid, se notificaba oficialmente a Cevallos y a Valdelirios que, vista la mala fe del general Gómez Freiré en eludir el cumplimiento del tratado, y la ninguna cooperación de su Corte por allanar las dificultades, quedaba aquel sin ningún efecto. 272


El tratado de anulación se firmó de común acuerdo entre España y Portugal en El Pardo el 12 de febrero de 1761. Por él las cosas volvían a la situación anterior a 1750. La real cédula de Buen Retiro, de 4 de marzo de 1761, daba fuerza de ley a esta última disposición. 273



2) Su repercusión en las doctrinas


Cevallos recibió la nueva en San Borja, donde tenía establecido su cuartel general; y la comunicó en los últimos días de enero al padre Jaime Pasino, superior de las misiones, 274 y a los comandantes de las tropas esparcidas en los pueblos sujetos al tratado.


Disposiciones llegadas de la Corte —así exponía el 28 de enero do 1761 a don Francisco Bruno de Zavala— anuncian la disolución del tratado de 1750, y “me manda Su Majestad ponga inmediatamente a los indios en posesión de sus respectivos pueblos, casas, haciendas, ganados y cuanto existiere de sus pertenencias”.


Le ordenaba, pues, que “luego que lleguen los primeros indios de ese pueblo [de San Juan Bautista] con uno de los padres de la Compañía de Jesús, que los conducirá, se lo entregue con todo lo que existiere perteneciente a él”.


La misma orden se impartía a los comandantes que ocupaban, respectivamente, los pueblos de San Miguel, San Luis y Santo ángel. Con la entrega de las poblaciones a los padres, terminaba la misión de las tropas destacadas en la región, que debían reincorporarse a las de San Borja. 275


Los jesuitas exultaron, principalmente en las misiones, según representaba el padre Nusdorffer al visitador Nicolás Contucci, desde San Carlos, el 15 de marzo de 1761:


“Aquí en las doctrinas el día 29 de enero hemos tenido la deseada noticia del tratado de límites deshecho, y de que los indios volverían a sus pueblos y quedarían las cosas como de antes. Intimóla el mismo señor Gobernador auténticamente a nuestro padre Superior, mandando juntamente que vayan luego padres e indios a recibirse de sus pueblos.”


Ponía el hecho entre los acontecimientos más trascendentales de la vida jesuítica en esta parte de las Indias:


“Así como la provincia no ha tenido desde el principio de su fundación borrasca mayor que la de este tratado de límites, así me parece [que] no hubiera podido tener noticia más deseable que no esta, si se considera como ella merece.”276


Los jesuitas se las prometían muy felices, como sucede cuando, después de prolongado abatimiento, el feliz remate de un negocio abre la fantasía a mil rosadas conjeturas.


Ahora se discurre por acá —exponía desde Santiago de Chile el padre Juan Nepomuceno Walter al visitador padre Contucci—, que dicho virreinato recaerá en el señor Cevallos.” Ciertamente, “la entrada en la gracia del Rey, de dicho Señor, será muy aplaudida por los nuestros, por lo mucho que Su Excelencia estima a la Compañía.277



3) La nueva situación de los siete pueblos


Era lo más grave su recuperación, como que tampoco las demás doctrinas podían darles mucho aliento.


Desde Yapeyú, pueblo no comprendido en el canje, el padre Roque Rjbas puntualizaba el momento deprimente que había que superar:


“Por acá no hay sino trabajos, desdichas y calamidades, con siete pueblos destruidos hasta en lo material, sin estancias ni granos, por heladas y secas; los demás, atrasados; y los del Paraguay, [que] se van acabando con la feroz persecución de los infieles, que matan, cautivan [a] muchos, destruyen, [y] están sin poder los indios salir a sus chacras.”


El padre Ribas se lamentaba sobre todo de los pueblos trasmigrados, puestos en conflicto de perecer.


“Procure —insinuaba al padre Miguel Martínez— enviar a los siete pueblos... y socorrerlos, especialmente con hierro, cuchillos, herramientas: con especialidad al pueblo de San Lorenzo, que es el más pobre y destruido, que perdió cuasi todo cuanto tenía, que ni para manteles de los altares parece que tiene.”


Conscientes de la “extrema necesidad” que atravesaban las susodichas poblaciones, había que “socorrerlas con toda la debida caridad, para que puedan ir levantando y restituyendo de muerte a vida”. 278


Los jesuitas se pusieron en plan de colaboración. Y algo lograron. Ello no obstante, el siguiente juicio del jefe de fronteras don Carlos Morphy, formulado casi en vísperas del extrañamiento de la Compañía de Jesús, muestra que los pueblos del tratado no llegaron nunca a su total recuperación:


Seis de los siete pueblos que hay en la banda oriental [del Uruguay] carecen del alimento acostumbrado de la carne, por causa de la destrucción y devastación de sus ganados desde el tiempo en que entraron los dos ejércitos, cuya lastimosa pérdida es causa de la deserción de muchos indios con sus familias, que se hallan amontados y dispersos en las tierras y estancia del mencionado Yapeyú, y en la del pueblo de San Miguel, que es el exceptuado de los siete por la ventaja de tener estancia. Esta estancia es la única finca sólida que hay en todos los territorios de los siete pueblos.279


Así discurrían estas lastimadas doctrinas, forcejeando sin reposo después del rudo golpeteo de la guerra.



4) La conquista de la banda oriental


Los portugueses habían ocupado tierras al abrigo del tratado de límites. Pero, anulado este, no se resolvían a desampararlas.


A su vez, en 30 de enero de 1761, enviaba Cevallos comisión para “arrancar y demoler los marcos erigidos por los demarcadores”. La ejecutó el maestre de campo don Sebastián de Cáceres entre los días 4 y 29 de julio. 280


Pero tenía ordenado el Gobernador seguir con los portugueses la vía amistosa. Y tal fue la táctica de todo aquel año de 1761; sin otra consecuencia que la de quedarse estos con villas, fuertes y estancias


Entre tanto, el 15 de agosto de 1761, se firmaba en París el tercer pacto de familia entre España y Francia. Los Borbones se coligaban una vez más para defender sus intereses.


Resultado del convenio fue la guerra de España y Francia contra Inglaterra y Portugal, declarada el 11 de junio de 1762. Las tropas españolas invadieron a Portugal; pero Inglaterra a su vez, dueña de los mares, ocupó las ciudades de La Habana y Manila.


Tuvo Cevallos las primeras noticias del próximo rompimiento por marzo de aquel año, y aprestó 2.000 hombres de tropas españolas más 1.200 indios de las doctrinas, que desembarcó a una legua de la Colonia, El 28 de septiembre ya estaba al corriente de la declaración de guerra; y el 5 de octubre por la noche comenzaba el trabajo de trincheras. Fue tan riguroso el asedio, que el 2 de noviembre, tras un recio cañoneo, capitulaba la plaza.


Cevallos hizo reparar las brechas con el trabajo de los indios: los cuales —según exponía al ministro Arriaga— “han servido a Su Majestad durante el sitio con una actividad, amor y celo que no se puede ponderar”. 281


Pero no acabó allí la aventura. Por diciembre surgía junto al puerto una escuadra anglo-portuguesa de once bajeles. Quedó en acecho por algunos días. Al fin recaló en Montevideo; hasta que, disponiendo de un práctico enviado por Gómez Freiré, volvió a la Colonia el 6 de enero de 1763; y, a poco más de medio día, entraban decididamente en el puerto dos barcos ingleses y uno portugués. Los demás formaron en segunda línea, fuera del tiro del cañón. Se proponían, por lo visto, un desembarco, tras intenso cañoneo. .


Desde dentro la respuesta fue briosa, y reñida y tenaz la lucha por ambas partes.


Al fin “experimentaron tanto daño [los enemigos] —notificaba Cevallos al ministro Arriaga—, que el navío inglés de sesenta y cuatro cañones que montaba el jefe de armamento [Mac Namara], a las cuatro horas de combate, después de haber tenido más de cuarenta hombres muertos y muchos más heridos, y entre ellos el mismo jefe, se incendió, apoderándose el fuego de la popa a proa con tanta velocidad, que de más de quinientos hombres que tenía a su bordo, sólo se salvaron dos marineros en un pequeño bote, y ochenta que salieron a nado a la playa de esta plaza, donde quedaron prisioneros, pereciendo todos los demás, y con ellos el comandante de la escuadra”.


El segundo navío inglés se retiró asaz castigado; y, junta la maltrecha escuadra, tomó la derrota de Río de Janeiro. 282


Carlos III, que sólo había recibido partes de sucesos desgraciados en la guerra, por la caída de La Habana y Manila en poder de los ingleses, se sintió renacer con las cartas de Cevallos.


Tanto Amaga como el marqués de Esquilache le dieron los parabienes con palabras de merecido encomio.


Como premio por la ocupación de la Colonia, Carlos 111 le hizo merced de la llave de Gentilhombre de Cámara con entrada, por decreto de 27 de junio de 1763.


No paró allí Cevallos. Después de tomar alientos, siguió hacia Mal-donado el 8 de abril de 1763 con poco más de mil hombres, y el 17 asediaba el fuerte de Santa Teresa en la angostura de Chuy. Fue breve el sitio; pues la noche del 18 se rendía la fortaleza con su comandante don Tomás Luis de Osorio y los trescientos soldados de guarnición.


Siete leguas adelante acometió y redujo el castillo de San Miguel Y llegó a Río Grande con el campo libre de enemigos que huían a Viamón. Allí tuvo noticias de los preliminares de la paz y orden de suspender las hostilidades. 283


Por el tratado de París, de 10 de febrero de 1763, completado con la real cédula de Aranjuez de 9 de junio siguiente, España devolvía a Portugal las plazas ocupadas.284


Tocó al propio Cevallos hacer la entrega de la Colonia el 27 de diciembre de 1763 al comandante portugués José Soares de Figueredo. Juzgó, sin embargo, que no debía ceder las otras conquistas, “desde la angostura de Chuy hasta el Río Grande y su puerto, con los fuertes de San Miguel y Santa Teresa”, por considerarlas usurpaciones de los portugueses. Lo cual aprobó plenamente Carlos III 285 con el envío que le hizo de! Collar de la Orden de San Jenaro. 286


Estas proezas militares clausuraban gloriosamente la época aciaga del tratado de límites, con la esperanza, para las doctrinas guaraníes, de mejores tiempos y más provechosas faenas.


Constituido Cevallos primer virrey del Río de la Plata por real cédula de 1° de agosto de 1776, llegó al estuario con fuerte armada, tomó sin combatir la Colonia el 5 de julio de 1777, cuyos bastiones y obra defensiva hizo demoler, y cegar casi por completo los reductos de la costa. De vuelta a España, falleció en Córdoba de Andalucía el 26 de diciembre de 1778 con todos los sacramentos de la Iglesia.


En la catedral de Córdoba se depositaron los restos mortales de quien se dijo que fue “el último resplandor de la gloria de España en América”. 287