Camperadas
Conclusión
 
 
No me gusta aconsejar ni cuando me pongo en pedo (como le sucedía al Viejo Vizcacha), pero tampoco puedo callar ni soportar que gente criolla dé mal trato al yeguarizo, con mayor razón si éste es un montado. El jinete, si realmente es jinete (y no lo es cualquiera que ande a caballo, aunque gane un concurso de doma), debe conocer el límite de resistencia de su monta; debe conocer el estado ideal del animal para el esfuerzo que le va a exigir; mantenerlo vigoroso, bien alimentado, pero no gordo; ágil y ejercitado, pero no flaco y hambriento; bien arreglado siempre aunque no sea domingo o fiesta patria.

El hombre que sabe cuidar a sus montados los va a ver morir de viejos (como el «corralero»), pero no arruinados. El hombre que es verdaderamente «jinete» prefiere perder una carrera, o un concurso de salto, un partido de polo o una marcha de resistencia, si calcula que puede ganarla pero a riesgo de arruinar su monta por el excesivo esfuerzo y quedarse sin caballo para siempre.

La norma límite para todo esfuerzo extraordinario a que se vea sometido un animal yeguarizo, consiste en quedar en condiciones de volver a repetir el esfuerzo en el futuro si es necesario; y el jinete debe saber graduar el esfuerzo y conocer cuándo está llegando al límite, para detenerse a tiempo o disminuir el ritmo. Si es un viaje o un arreo, que al final del mismo se pueda realizar otro. Si es un trabajo de campo de esos que se sale al amanecer y se vuelve a la oración (un día «pucú» como dicen los formoseños), no cometer la torpeza de quedarse de a pie en lo mejor de la función y tener que regresar a las casas con el recado al hombro. Si es una carrera, concurso hípico, partido de polo o pato, que no quede inútil para intervenir en otro. Sobre todo si se trata de una marcha de resistencia, demostrar que el criollo es capaz de realizarla llegando entero al final y en condiciones de repetirla al año siguiente.

Doy gracias al Todopoderoso que me dio el privilegio de andar a caballo desde mi infancia hasta esta altura de la vida. Muchos goces y alegrías me ha brindado en su bondad infinita y entre ellos el de cabalgar y enseñar a cabalgar a mis hijos, hoy mejores jinetes y más completos que yo. Sólo le pido ahora que si he de llegar a viejo, me permita seguir montado hasta el final del camino!


«y con esto me despido

sin expresar hasta cuándo

siempre corta por lo blando

el que busca lo siguro

mas yo corto por lo duro

y ansí he de seguir cortando»

(«Martín Fierro» cantos 4811 a 4816)