Viaje a caballo por las provincias argentinas
Nota preliminar
 
 

El autor de este «Viaje a caballo por las Provincias Argentinas», fue un negociante inglés, hombre de apreciable cultura y claro entendimiento, llegado al país en 1842. William Mac Cann vino a Buenos Aires atraído por los beneficios comerciales que habían obtenido en el Río de la Plata muchos súbditos británicos, pero, al tiempo de su arribo, la situación no era propicia a los negocios de tráfico exterior, que constituían el mayor aliciente para los especuladores de la época. Corrían años difíciles de la dictadura rosista. En 1842, los representantes de Francia e Inglaterra habían tomado ingerencia en la política del Río de la Plata, oponiéndose a que los ejércitos de Rosas –mandados por Oribe– se apoderaran de Montevideo. La guerra civil recrudecía, el Almirante Purvis inmovilizaba la escuadra de Buenos Aires frente a Montevideo (1843) y en los gabinetes de Londres y París se preparaba después la famosa –mediación armada– que se hizo sentir en 1845 y 1846.


Mac Cann hubo de resignarse al fracaso de sus primitivos planes y decidió permanecer en la ciudad, ejerciendo el comercio en la escala que permitían las circunstancias. Los acontecimientos políticos que apasionaban a la opinión despertaron su curiosidad y trató de comprender el proceso de la dictadura con relación a los intereses extranjeros y, al comercio del Río de la Plata. Al efecto, se documentó con bastante amplitud, no solamente sobre los sucesos próximos, sino sobre antecedentes más lejanos, de tal modo que adquirió información asaz completa de la historia del país a partir de 1810. Las conclusiones a que llegó Mac Cann, no fueron del todo adversas a Rosas. Lo consideró como una fatal imposición de los hechos y de la incapacidad popular para el gobierno propio.


Creemos que a fines de 1845, cuando la escuadra anglo-francesa llevaba su más seria ofensiva contra Rosas, Mac Cann se embarcó para Inglaterra. Con los datos y materiales reunidos en años anteriores, había escrito un interesante trabajo que apareció en Liverpool, 1846, por las prensas de Thomas Bain, titulado «The present position of affairs in the River Plate» y que firmó con el pseudónimo de «A Merchant», (Un Comerciante.). Este raro folleto, inédito en castellano, contiene datos de valor y algunas juiciosas reflexiones sobre los asuntos del Río de la Plata y la intervención europea en tiempo de Rosas. El factor económico, sobre todo, aparece claro y operante dentro del proceso político. El autor no cree que el derrocamiento de Rosas y su régimen pueda ser una solución a los trastornos políticos y comerciales que conmueven a las repúblicas del Plata. A la dictadura sucedería la anarquía y la consecuente inestabilidad de los gobiernos. La mediación armada anglo-francesa será nociva a los intereses de esas mismas potencias europeas. No cree a Rosas enemigo de la libertad de comercio; necesita de la Aduana de Buenos Aires para subsistir y mal puede interesarle cegar la fuente misma de sus recursos financieros. Factor muy principal en la lucha sostenida por él contra sus enemigos, es –para Mac Cann– la competencia comercial entre los puertos de Montevideo y Buenos Aires 1.


Debió de contribuir en mucho a la formación del criterio del autor sobre los negocios políticos del Plata, el hecho de que sus connacionales, en gran número, hubieran adquirido desde tiempo atrás grandes extensiones de campo en la República, monopolizando, también, el alto comercio de Buenos Aires sin que el Dictador lesionara en lo más mínimo sus intereses. Refiere Mac Cann que, cuando la escuadra anglo-francesa se apoderó de los buques que bloqueaban a Montevideo, en 1845, creyóse que Rosas ejercería venganzas sobre los ingleses y franceses residentes en Buenos Aires, pero, contra lo que se esperaba, impartió las órdenes más estrictas para que fueran respetadas sus personas y bienes. La buena disposición fue más allá: como el bloqueo trajera la paralización de los negocios en Buenos Aires, Rosas alivió la situación de los comerciantes extranjeros –ingleses principalmente– facilitando el depósito de las mercaderías y librándolos de los impuestos que pagaban en tiempos normales.


Conocidos estos antecedentes, no es aventurado suponer que Mac Cann interpretara la opinión general de sus connacionales, quienes –exentos de obligaciones militares para sostener al Dictador– gozaban de mayores derechos que los hijos del país, disponían libremente de sus capitales, practicaban su culto, fundaban escuelas y vivían en paz y prosperidad 2.


En 1846, el gobierno inglés pudo ver confirmadas algunas de las predicciones de Mac Cann. Las agresiones navales en el Río de la Plata, en nada prestigiaban el crédito moral ni material de Gran Bretaña. La reacción no se hizo esperar. La misión Hood, (1846) fue de carácter conciliatorio. El Lord Howden, que salió a principios de 1847 con el Conde Waleski –representante de Francia este último– traía instrucciones de Palmerston para buscar términos de conciliación definitivos. Mac Cann, que debió de conocer las intenciones del gabinete inglés, se embarcó entonces para Buenos Aires. Estuvo en esta ciudad para marzo de 1847, antes de la llegada de Howden.


«En Inglaterra –dice Mac Cann– había visitado yo una comarca de donde partiera un gran número de inmigrantes a Buenos Aires y a la que me sentía íntimamente vinculado por diversos motivos. La alarma era grande allí por la suerte que hubieran podido correr dichos compatriotas y con insistencia me pidieron parecer sobre el asunto. Pero el conocimiento personal que yo tenía del interior de la provincia, no me bastaba para dar una opinión formal. De ahí que me creyera obligado, para mi propia satisfacción y la de mis amigos, a emprender un viaje por el país a fin de estar en condiciones de responder a tan importante cuestión» 3.


Llegado a Buenos Aires, Mac Cann no tardó en poner en efecto su proyecto e inició los preparativos de su viaje. Compró dos excelentes caballos, los aperó a la criolla, y acompañado de su amigo don José Mears, salió de la ciudad por el camino de Barracas, el 29 de abril, en una bella mañana otoñal que, por lo clara y luminosa, se le antojó de primavera 4.


Deteniéndose en algunas quintas y estancias inglesas, llegaron en pocos días a Magdalena, por el camino de Quilmes. En la estancia de Mr. Taylor, Mac Cann decidió abandonar los dos buenos caballos adquiridos en la ciudad y compró una tropilla para mayor seguridad del largo viaje que se disponía a emprender al sur de la provincia. Esto le hizo pensar en la necesidad de procurarse un hombre avezado en las faenas del campo, que hiciera de baquiano y cuidara de los caballos.


El caso no era de fácil solución porque la mayoría de los hombres de campo estaban en la milicia. Mr. Taylor allanó la dificultad consintiendo en que su hijo Pepe sirviera de acompañante a los viajeros. «Don Pepe» –como le llama Mac Cann– era un muchacho que no había cumplido sus veinte años, fuerte, curtido, conocedor del campo, gran jinete y diestro en el manejo del lazo y las boleadoras.


Con la tropilla comprada en Magdalena y un caballo carguero, los tres jinetes hicieron rumbo a Chascomús, dispuestos a llegar al Tandil, como punto más meridional de su itinerario. Marchaban durante el día, pernoctando en las estancias, en los poblados o en míseras viviendas y en todas partes encontraban hospitalidad generosa. «Don Pepe» se ocupaba de los caballos y allanaba los obstáculos con su experiencia criolla. Mac Cann tomaba sus apuntes, registrando los precios de los campos, del ganado, los jornales de los peones y al mismo tiempo observaba la naturaleza, las costumbres, las formas de vida, anotándolo todo con escrupulosa exactitud. Así cruzaron el río Salado, camino de Dolores y, andando casi diariamente, llegaron a Tandil ya promediado el mes de mayo. El viaje se prolongó hasta la línea de frontera y visitaron Azul y Tapalquén, donde Mac Cann se documentó sobre los indios pampas y recogió datos sobre otras tribus del sur. Desde Tapalquén, los viajeros se encaminaron a la estancia «Los tres Bonetes», del Dr. Dick. Allí pensaba Mac Cann renovar su tropilla y seguir la frontera del oeste, en dirección al norte, hasta el límite de Santa Fe. Con gran sorpresa suya, en aquellos campos donde tanto abundaban los caballos matreros, no pudo encontrar unos pocos animales mansos que le permitieran llenar su itinerario. Esta circunstancia le obligó a volver directamente a la ciudad, con su tropilla en pésimas condiciones. Atravesaron así grandes estancias, pertenecientes, todas, a súbditos ingleses. En las proximidades de Buenos Aires, donde la población era más densa y estaban los grandes criaderos de ovejas, el joven Taylor se apartó de sus compañeros para dirigirse a Magdalena con sus caballos. Mac Cann y Mears entraron en la ciudad, el 11 de junio, después de un recorrido de doscientas leguas.


El Lord Howden había llegado a Buenos Aires en mayo, pero, como no pudiera formalizar un acuerdo con Rosas, interrumpió las negociaciones y partió para Río de Janeiro. Había mucha expectativa por el resultado de la misión. En la Cámara de Representantes, el viaje de Mac Cann despertó sospechas y un diputado insinuó la posibilidad de que se hubieran recogido datos que pudieran servir al Comisionado británico. Mac Cann, que preparaba otro viaje hacia el norte, sintióse decepcionado, sobre todo cuando vio publicado en «La Gaceta» el discurso del sapiens senator. Pero Rosas, que conocería, sin duda, los antecedentes del viajero y el folleto publicado en el año anterior, le hizo llamar a Palermo, mantuvo con él largas conversaciones y terminó dándole cartas de recomendación y toda clase de seguridades para el viaje que proyectaba.


En julio del mismo año, el Comisionado Howden ordenaba al Almirante Herbert el levantamiento del bloqueo inglés en ambas márgenes del Plata, lo que significó un rudo golpe para los enemigos de Rosas. Este acontecimiento facilitó la empresa de Mac Cann, que pudo preparar holgadamente su viaje a Santa Fe.


En el mes de noviembre, salió nuevamente de Buenos Aires, acompañado esta vez por su amigo y compatriota William Barton. Emprendió su viaje por «el camino del Norte» sirviéndose de los caballos y postillones que facilitaban en las casas de posta. Los viajeros cumplieron con felicidad su itinerario en jornadas regulares que oscilaban entre doce y veintidós leguas por día. Como en el viaje al sur, Mac Cann recogió informes para sus planes comerciales registrando sus impresiones de la naturaleza y del ambiente circundante.


Llegados a Santa Fe, hizo valer sus cartas de recomendación que le abrieron todas las puertas. El canónigo don José de Amenábar les proporcionó cómodo alojamiento y les hizo llegar hasta el gobernador, general Echagüe, quien brindó a Mac Cann la mejor acogida presentándolo a su esposa y a su hija. Permanecieron algunos días en la ciudad. Después de realizar una excursión al campamento del general Mansilla, que desde una isla de Santa Fe pasaba caballadas a la provincia de Entre Ríos, Mac Cann ajustó el viaje a Córdoba con un vecino de la ciudad conocido por don Pancho Rodríguez. Este lo acompañaría con los caballos necesarios, mediante un precio convenido. Provisto de cartas del gobernador, salió Mac Cann de Santa Fe –acompañado de Barton y Rodríguez– el 11 de diciembre. No existía camino de postas y el viaje a Córdoba, en línea directa, ofrecía serios peligros. En el Sauce –población indígena– se incorporó a los viajeros una escolta de seis carabineros y seis indios armados a lanza. «Me vi convertido –dice Mac Cann– en una especie de señor feudal con sus caballeros y escuderos...» En el camino experimentaron molestias por la falta de agua y durmieron al raso más de una vez; los indios amenizaron la travesía boleando venados que abundaban en la región.


En Córdoba, Mac Cann tuvo la misma acogida que en Santa Fe; visitó la ciudad, las autoridades le facilitaron cuantos informes necesitaba y alternó con los vecinos más respetables. Habiendo desistido de un viaje al sur de la provincia, volvió camino a Santa Fe, atravesando en pocos días, en largos galopes, toda aquella vasta y despoblada extensión.


Desde Santa Fe pasó a Paraná, fines de diciembre, con el propósito de visitar la provincia de Entre Ríos. Como en Buenos Aires –tal vez en mayor escala– grandes superficies de campo eran allí propiedad de súbditos ingleses. Siempre a caballo y en compañía de su amigo Barton, Mac Cann atraviesa la provincia desde Paraná hasta Concordia, costea el río Uruguay, hacia el sur, se documenta sobre la economía de la región, visita estancias, observa las características de las poblaciones: Uruguay, Gualeguaychú, Gualeguay. En Gualeguay, la familia de la señora Brittain, inglesa, oriunda de Sheffield, era dueña de la mayor extensión poseída por un súbdito británico «en esta parte del mundo»: doscientas leguas cuadradas de territorio...


Desde Gualeguay, los viajeros, con riesgo de sus vidas, se internaron en las islas del Paraná y atravesaron el río, desembarcando en las costas de la provincia de Buenos Aires, a sesenta leguas de la ciudad. Dos días después se hallaban en sus inmediaciones. Habían recorrido, en este segundo viaje, quinientas sesenta y siete leguas en el término de sesenta días. Vuelto a Buenos Aires, (enero de 1848), la situación presentóse todavía más favorable a los planes comerciales de Mac Cann. Al levantamiento del bloqueo por parte de Inglaterra, en el año anterior, se había seguido la batalla de Vences que consolidó más aún –si bien temporariamente– el poder de Rosas en el litoral argentino. Antes de dos años (noviembre 1849) la Convención Arana-Southern, sellaría la amistad definitiva de Inglaterra con la Confederación. Carecemos de antecedentes sobre las actividades mercantiles de Mac Cann durante esos años. Por lo que hace al libro que nos ocupa, dispuso de largo espacio de tiempo para ordenar los apuntes de su viaje y el abundante caudal de notas sobre historia, economía, inmigración y otros aspectos de la vida nacional, que había recogido desde tiempo atrás para la publicación que proyectaba.


En 1850, Rosas obtuvo nuevo triunfo diplomático con el tratado Arana-Le Predour que trajo la paz con Francia y el consiguiente desamparo de los sitiados en Montevideo. El conflicto de Rosas con el Brasil, ese mismo año y el pronunciamiento de Urquiza, en 1851, salvaron a Montevideo provocando luego la caída del Dictador. Diversas circunstancias nos llevan a creer que Mac Cann abandonó el país después de la batalla de Caseros. Lo encontramos en Londres, en 1852, ocupado en la impresión de su libro, que apareció a comienzos del 53, por la librería Smith, Elder and Cº, editora de obras de actualidad y de autores tan célebres como Ruskin y Thackeray.


La obra consta de dos volúmenes y se intitula, literalmente, «Dos mil millas a caballo, a través de las Provincias Argentinas, o sea una relación acerca de los productos naturales del país y las costumbres del pueblo, con un historial sobre el Río de la Plata, Montevideo y Corrientes», por William Mac Cann, autor de «El estado actual de los negocios (políticos) en el Río de la Plata».


Como puede advertirse, la parte más substancial del libro de Mac Cann y que da título a la obra, es su viaje de más de dos mil millas –setecientas setenta y cinco leguas– por las provincias argentinas. La parte descriptiva, con sus observaciones sobre el estado del país y costumbres de sus habitantes, comprende la mitad de la obra total. El resto lo íntegra el historial enunciado en el título, que abarca doscientas páginas del segundo volumen, y otros capítulos referentes a geografía, clima, estadísticas, etc.


Los capítulos de la parte descriptiva y por así decir, pintoresca y plástica de la obra, son los que hemos traducido para esta primera versión castellana del libro de Mac Cann, reducida a lo que constituye por definición la materia de un libro de viajes.


Cada uno de esos capítulos contiene, además, gran acopio de datos e informaciones de todo orden, materiales de gran valor para la reconstrucción de un período muy complejo de la historia argentinas 5.


Bastaría esta última circunstancia para justificar la traducción de la obra como preciosa fuente de información documental. Pero ella encierra además otras cualidades y méritos de orden literario que harán placentera su lectura. Por encima del negociante, concreto y exacto en sus observaciones, hay en Mac Cann el hombre de sensibilidad y cultura literarias, que siente la naturaleza, se deleita con el paisaje, gusta del color local y descubre los rasgos psicológicos esenciales de la sociedad en que actúa. Bajo ese aspecto, pocos viajeros han descripto con tanto acierto el paisaje y la vida argentina en un momento de su historia, como el autor de este «Viaje a caballo por las provincias». A la observación minuciosa y aguda, de costumbres, lugares, tipos y caracteres, agrega su capacidad de comprensión y síntesis para valorar fenómenos espirituales. Quizás ensombrezca un tanto su visión y su juicio el estrecho puritanismo de su formación protestante, aunque esa misma saturación bíblica de su espíritu, unida a la influencia de los autores románticos, entonces en boga, presta, a muchas de sus páginas, indiscutible originalidad.


Estas notas aclaratorias no pretenden hacer crítica del libro traducido ni señalar valores que el lector, por sí mismo, apreciará. Queríamos solamente presentar al autor en el escenario de sus rudas andanzas. Pocas noticias han llegado hasta nosotros sobre la vida en Inglaterra, de William Mac Cann. Ignoramos la fecha de su nacimiento y de su muerte. Pero es de creer que sus años del Río de la Plata, fueron los más intensos de su vida, como lo fueron, después, para dos ilustres escritores de habla inglesa que también galoparon mucho por la pampa: Guillermo Enrique Hudson y Roberto Cunninghame Graham.


José Luis Busaniche