Lecciones de Historia Rioplatense
El Virrey Cisneros
 
 
En sus maletas traía una importante cédula de la Junta Central: el reconocimiento de las colonias americanas como “provincias” del reino. Urgía apaciguar las voluntades rebeldes. Era necesario proceder con cautela y tolerancia.

Al mismo tiempo, las autoridades designaban Inspector General de milicias al faccioso Javier de Elío. Con esto, pasaba a sus manos el dispositivo militar formado a raíz de las invasiones inglesas que, a la sazón, obedecía a los criollos (primero a Liniers y, luego de la asonada de 1809, a Cornelio Saavedra).

La designación de Cisneros y el nombramiento de Elío como Inspector, produjeron una pésima impresión en Buenos Aires. Y los patriotas comenzaron a reunirse en conciliábulos, con el fin de sostener a Liniers y oponerse al sucesor por la violencia. Muchos militares concurrieron a estas sesiones. Pueyrredón —entre otros— manifestóse partidario de los recursos extremos. Lo acompañaban algunos civiles de la tendencia “mirandista”: Castelli, por ejemplo. En cambio, los militares de más experiencia —entre los que se contaba Saavedra— y la gente reposada, aconsejaban un acuerdo sobre la base de procedimientos transaccionales.

De estas conversaciones salió una comisión —compuesta de Echeverría, Rodríguez Peña y Juan José Paso— que debía entrevistarse con el flamante virrey y exigirle garantías mínimas que condicionarían su acatamiento por el pueblo. A saber: 1°) el respeto a la organización militar criolla; y 2°) el compromiso de no nombrar a Elío, Inspector General de milicias.

Sin embargo, la idea de la comisión fue rechazada. Los patriotas conversaron con Liniers quién, invocando amistad íntima, prometió transmitirle aquellas condiciones a Cisneros antes de su desembarco en Buenos Aires. Desde Montevideo, en efecto, éste simuló acceder; en especial al veto de la candidatura de Elío. En cuanto a respetar la organización militar existente, no abrió juicio. Limitóse sólo o exigir que los jefes se presentaran a la Colonia para jurarle fidelidad personal. Con esto se dio por satisfecho, mientras designaba — bajo cuerda— Inspector de milicias al brigadier Nieto.

Cisneros llegó a Buenos Aires el 30 de Julio de 1809, recorriendo sus calles ante la curiosidad pasiva del vecindario. Tienen importancia en el curso de su breve gobierno los levantamientos de Chuquisaca y La Paz, que fueron reprimidos con horca y cuchillo por el régimen borbónico en agonía.

“En el Alto Perú, los patriotas dieron comienzo a la sublevación pretextando la entrega de América a Carlota, proyectada por los españolistas —escribe Julio César Chaves en un valioso trabajo sobre “Castelli”—. La vetaron por tratarse de una princesa extranjera, llamada un día a sentarse en el trono de Portugal. ¡Nos van a entregar a Portugal!, fue la voz de orden, el rumor que electrizó las almas y soliviantó los espíritus en todo el Alto Perú. Según los patriotas, el proyecto consistía en crear en el Alto Perú la Nueva Toledo, separarla del Virreinato del Río de la Plata y anexarla al Brasil. Era una vasta conjuración de altas autoridades políticas y eclesiásticas... Con la velocidad del rayo, llegó a la capital porteña la noticia de la matanza de La Paz... Contrastaba, una vez más, el trato distinto deparado a peninsulares y criollos. A los primeros, alzados en Montevideo, el perdón, la gratitud, los honores y las recompensas; a los segundos, revolucionarios en La Paz y en Charcas, la horca, la cárcel y el destierro. Sacaba de quicio a los patriotas que los bárbaros y sanguinarios castigos de La Paz, fuesen impuestos en nombre de la lealtad y la fidelidad por el hombre desleal e infiel por excelencia, por Goyeneche, el descastado americano, cuyas conexiones con José I y con la Princesa Carlota Joaquina eran perfectamente conocidas. Por otra parte Nieto ocupaba Chuquisaca, y, aunque lejos estuvo de ponerse al nivel de Goyeneche, convirtió, al decir del mismo Monteagudo, “en un desierto solitario la ciudad más floreciente del ángulo peruano”. En Buenos Aires la protesta se elevó abierta y enérgica. “Hemos presenciado —dice un informe de la Audiencia— sus resentimientos (de los patriotas) por los castigos de La Paz...”