Lecciones de Historia Rioplatense
La misión de Sassenay
 
 
Napoleón, entretanto, resuelve enviar un emisario a Buenos Aires con proposiciones conciliadoras. Y para tal cargo designa al marqués de Sassenay: francés del antiguo régimen, diputado por la nobleza a los Estados Generales de 1789 y voluntario del ejército de Conde.

La misión era ardua. Pero el marqués conocía la ciudad de destino por haberla visitado en viaje de negocios, los años de 1800 a 1801. Ambas veces tuvo oportunidad de vincularse a Liniers.

Sassenay embarcó —después de hacer testamento— en el bergantín “Le Consolateur” con pliegos reservados que abrió en alta mar. Según nos refiere el propio comisionado, tuvo un verdadero desagrado al enterarse de su contenido perdiendo toda esperanza de éxito. No se han conocido nunca esos pliegos. Y bien, después de varios meses da navegación, —con peligro de ser copado por la flota inglesa— Sassenay pudo, al fin, llegar a Maldonado.

Liniers, a todo esto, había recibido noticias del motín de Aranjuez, de la abdicación de Carlos IV y del cautiverio de Fernando; enterándose, además, de las jornadas del 2 de mayo por una proclama tendenciosa del Supremo Consejo de Casulla que la tachaba de revuelta destinada a dividir la tradicional alianza franco-española.

Obedeciendo órdenes del Consejo de Indias, el virrey fijó el día 12 de agosto —en homenaje a la Reconquista— para prestar juramento al nuevo monarca en todo el territorio de su jurisdicción. La ceremonia se llevaría a cabo en Buenos Aires y en Montevideo, simultáneamente. Pero antes de esa fecha llegaron unos impresos procedentes de Cádiz, anunciando la protesta de Carlos IV y su regreso al trono. Vacilante e indeciso, optó Liniers por la postergación del acto para el 30 del mes, a lo cual negóse Elío quien abrigaba desconfianza a su jefe y a; quienes lo rodeaban.

En Montevideo, el juramento se hizo el 12 de agosto, importando ello un verdadero alzamiento. Al siguiente día —acompañado del capitán oriental Igarzábal— desembarcaba Sassenay en Buenos Aires.

La presencia del embajador de Napoleón en la rada alarmó a las autoridades locales, al vecindario y al Cabildo, pues estaban informados del levantamiento popular en la metrópoli contra el emperador de los franceses. Liniers, luego de sus conocidas cartas al Corso, no juzgó oportuno complicarse más con la llegada del compatriota. Lo recibió en el Fuerte, invitando a los regidores y a la Real Audiencia para que presenciaran el interrogatorio. La sesión fue breve y, previo examen atento de los papeles que traía, Sassenay acató la orden de partir inmediatamente a su país guardando secreto sobre la grave situación de España durante el viaje.

Según nos cuenta la historia, esa noche fue invitado el marqués a casa del Virrey quién le habría hecho confidencias, asegurándole “que deseaba ver cambiar el gobierno, el que no se había mostrado agradecido por los servicios que le había prestado, dejándolo Virrey interino en lugar de confirmarlo en propiedad”. 10 Lo cierto es que el comisionado quedó detenido en Montevideo —donde Elío ordenó su arresto en la Ciudadela— hasta Diciembre de 1809, fecha en que se lo remitió en calidad de preso político a Cádiz.

Esta intentona de Francia por arrastrarnos a su beligerancia terminó fracasando igual que la anglo-portuguesa: con la expulsión y arresto de Charles Henri Etienne Bernard, marqués de Sassenay.