Lecciones de Historia Rioplatense
Ultimátum portugués a Buenos Aires
 
 
¿Con qué propósitos arribaron a Río de Janeiro los príncipes portugueses? Lo vamos a ver enseguida.

A poco de desembarcar, el Cabildo de Buenos Airea recibe un pliego secreto suscripto por el ministro del regente Juan: marqués Rodrigo de Souza Coutinho. Este pliego implicaba una amenaza y una injuria. Exigía la ominosa entrega del Río de la Plata al Portugal, creándose un protectorado provisorio con el apoyo de la Gran Bretaña. Para poder ésta —en el momento de hacer la paz— invocar el hecho consumado quedándose con una parte de nuestro suelo.

El insólito ultimátum en sus párrafos, sustanciales, decía lo siguiente: “Rodrigo de Souza Coutinho, Ministro y Secretario de los Negocios Extranjeros de la Guerra, comunica que es encargado por su Augusto Amo y Señor, Su Alteza Real de participar a Usía su llegada a esta capital Río de Janeiro, que le espera sea agradable, y al mismo tiempo ofrecerle tomar al Cabildo y Pueblo de esta Ciudad de Buenos Aires y todo el Virreinato bajo su Real Protección. En el caso de que estas proposiciones amigables no sean oídas, entonces su Alteza será obligada a obrar en comunidad con su poderoso aliado. El Cabildo, que es padre de la patria, debe tomar estas proposiciones en la más seria consideración y quieran someterse a la protección y vasallaje de su Alteza Real, deben por otro igual oficio, proponer las condiciones y medios que juzguen convenientes para la reunión de estos países bajo el dominio de tan gran Príncipe.”

Este oficio fue recibido el 26 de abril de 1806. Anticipábase así, Lord Strangford, a toda proposición tentadora de Napoleón amenazándonos con el envío de una flota. En una palabra: de una tercera expedición armada pero, esta vez, con bandera portuguesa.

Entretanto, ¿qué efecto producía aquí la intimación insolente del ministro de los Braganza? Lejos de amilanarse, los cabildantes y el virrey contestaron en forma negativa la nota. Mientras, Martín de Alzaga partía a Montevideo para, de acuerdo con Elío, “vengar los gravísimos ultrajes inferidos a las sagradas personas de nuestro augusto soberano y del Emperador de los franceses su aliado —decía el Cabildo a Liniers— y castigar el temerario arrojo con que un príncipe fugitivo esclavo del gabinete de St. James había atacado a este Ayuntamiento en lo más vivo del honor y la lealtad.”

¿Cuáles eran los proyectos de Alzaga? ¿Por qué tan sigilosamente iba a la Banda Oriental? A planear, nada menos, una expedición militar a Río Grande, En estos términos informó al Cabildo sobre su premeditada campaña: “En orden a la marcha y para que ésta se verifique con menos molestia puede ir embarcada hasta Maldonado, con todos los pertrechos, municiones, víveres, para proseguir esta expedición con el éxito que nos prometemos por mar y tierra. Asegurar por este medio la rendición de aquel punto; apresar los buques que allí se encuentran, cargar inmediatamente la entrada, demoler sus fortalezas y trincheras... En una palabra: echar por tierra la población, permitiendo a las tropas el botín; traer prisioneros los moradores que puedan ser habidos, infundirles algún terror y en esa forma oponerse con facilidad a cualquier resistencia.” Para el éxito completo de la campaña sería “suficiente —según Alzaga— con 2.000 hombres de tropa”.

El plan así concebido era verdaderamente audaz y oportuno. Nosotros hubiéramos tomado la iniciativa sobre los portugueses, obligándolos a defenderse en su suelo y alejando, con el ataque, todo peligro de invasión inmediata a Buenos Aires. Pero el arribo a Río de Janeiro de 8 barcos de un importante convoy inglés de 80 velas: “que envía el rey de la Gran Bretaña para custodia del príncipe...”, determinó el fracaso de la expedición a Río Grande, concebida con acuerdo de Liniers y Elío.

Juan de Braganza —después de haber comprobado la firmeza argentina— cambió de conducta, enviando un embajador al Río de la Plata —el brigadier Joaquín Javier Curado— con el propósito de negociar un tratado de comercio ventajoso a sus intereses. Liniers, ingenuamente se prestó a ello, nombrando representante a su concuñado Lázaro de Rivera. “Este hecho que en sí no tenía mayor importancia —refiere J. Cobos Daract 9 — determinó una hostilidad abierta entre el Virrey y el Cabildo de Buenos Aires y para decir con más propiedad, entre Liniers y Alzaga, pues éste último personalmente y con sus elementos, era el nervio y la acción del Ayuntamiento. El Cabildo reclamó a Liniers que dejara sin efecto esa misión, porque no la consideraba oportuna, a la vez que impugnaba el nombramiento mismo de embajador; y el Virrey contestó en forma irónica al Cabildo, diciéndole en síntesis que no eran de su incumbencia los asuntos de Estado. De esta actitud de Liniers, el Cabildo se quejó en forma enérgica y altisonante al Monarca.”

Lo cierto es que el brigadier Curado no pasó de Montevideo. Elío fue facultado para tratar los asuntos relacionados con la sospechosa misión portuguesa, ordenando el arresto del embajador “en calidad de rehén”, hasta el mes de septiembre, que se le permitió volver al Brasil. Así termina este frustado intento de avasallamiento anglo-lusitano: con una rotunda negativa de las autoridades virreinales. Proyectos de ocupación de Río Grande y prisión del embajador Curado en el fuerte de Montevideo.