Lecciones de Historia Rioplatense
Las capitulaciones de Bayona
 
 
Estos entrevistas tienen capital importancia para nuestra historia, porque, a partir de ellas, la continuidad monárquica quedó interrumpida extinguiéndose “de jure” el Imperio en América.

Atraídos hasta la frontera francesa, el rey y su hijo sublevado en Aranjuez, Bonaparte negocia con ambos pretextando —en carácter de buen vecino y aliado— solucionar el conflicto que amenazaba sus planes hegemónicos. Obliga, así, primero a Fernando y luego a Carlos y toda su descendencia, a renunciar los derechos hereditarios en favor suyo.

El triunfo logróse, desde luego, contra Inglaterra, invocando la “defensa continental” en peligro. Mediaron —como es de rigor en estos casos— el soborno y la amenaza, ya que Napoleón contaba con la ineptitud y apetitos encontrados de los borbones. “El precio fue estipulado en forma contante y sonante —anota Carlos A. Pueyrredón en un trabajo sobre los orígenes de nuestra Independencia 7 —: para Don Carlos treinta millones de reales por mes, el palacio de Compiegne mientras viviera, el sitio de Chambord en propiedad y pensión para la reina en caso de viudez. Para Fernando título y rango de alteza real con 400.000 francos de renta, transmisibles a sus herederos y el palacio, cotos y hacienda de Navarre en propiedad. Los infantes gozarían en conjunto de una renta anual de 400.000 francos”.

El amo de Europa —ahora triunfante y con las manos libres— ofreció el trono a su hermano José Bonaparte, quien es proclamado solemnemente en Bayona el 6 de junio de 1808. El partido de los “afrancesados” que abundaba en España desde el siglo XVIII, apoyó a José enviando sus representantes a Francia y convocando a Cortes. Poco después, sancionábase la efímera Constitución de Bayona, y el flamante monarca, mientras el pueblo que debía regir se desangraba en las calles, era coronado en Madrid con el apoyo de las ballonetas de Murat.