Lecciones de Historia Rioplatense
La Defensa
 
 
Y bien, lo ocurrido después se sabe al dedillo. Caído Montevideo en poder de Auchmuty, sigue la invasión a nuestra ciudad. La defección de Sobremonte, del año anterior, había originado el Cabildo Abierto del 14 de agosto que impuso a Liniers como Jefe Supremo de las fuerzas, con prescindencia del virrey, refugiado en la Banda Oriental. El gobierno civil recayó —por mandato del Cabildo— en la Audiencia. Y Liniers se convierte, así, en el ídolo del criollaje movilizado con motivo de la Reconquista.

Pueyrredón había creado el cuerpo de Húsares a caballo —compuesto por jóvenes escogidos, de ascendencia hidalga —, admitiendo voluntarios con obligación de costearse la instrucción, el armamento y el uniforme. “Debido a la forma de constituir los batallones, la emulación fue grande y Buenos Aires se convirtió en una gran plaza de armas —comenta Roberts 4 —. Todo el mundo hacía instrucción de 5 a 8 de la mañana, y los negocios y oficinas abrían sus puertas recién cuando los soldados volvían. Liniers resultó un activo y entusiasta organizador y supo infundir su espíritu en sus subalternos”.

Caído Montevideo, una Junta de Guerra presidida por el héroe de 1806 resuelve comunicar a Sobremonte (el 10 de febrero) su destitución definitiva. Quedan, así, a cargo de aquél y del Cabildo, los preparativos militares para la defensa de la Capital a punto de ser invadida desde la otra Banda.

El flamante conductor —acaso pagado de su fuerza— mostróse partidario de dar una batalla campal, a cuyo objeto organizó la caballería que debía hostilizar a los invasores atrayéndolos a un lugar, para allí atacarlos y deshacerles el ejército. ¡Plan arriesgado el de jugar la suerte a una sola carta! Su resultado fue la derrota de Miserere.

La sede del Virreinato quedó a merced del enemigo. El Ayuntamiento, ahora responsable de todo, constituyóse en sesión permanente afrontando la tormenta en medio de la angustia general. “En esta hora trataron, conferenciaron y convinieron los señores —reza el acta del día— en que el medio más adecuado para alcanzar la victoria era implorar la protección del divino auxilio, y en vista de ello votaron hacer un novenario a nuestro glorioso San Martín...”

Entretanto, la figura recia y señera de Martín de Alzaga —cuya energía produjo asombro después de la defección de Liniers— fue cobrando relieves destacados. él personalmente organizó la defensa: calle por calle y casa por casa. Mandó abrir trincheras en lugares estratégicos de la villa. Levantó censos. Ordenó la resistencia popular desde las, azoteas, etc.

Alzaga es el hombre de esta jornada: heroica de junio de 1807. Y, en honor a la verdad, quién en la capitulación final impuso a Whitelocke el retiro y entrega —al término de dos meses— de la plaza de Montevideo tomada por Auchmuty.