Lecciones de Historia Rioplatense
Después de la Reconquista
 
 
La primera invasión inglesa termina con una capitulación cabal. Se rinden los agresores quedando prisioneros. Pero, impotentes de avasallarnos por las armas, nos dejan en el país los gérmenes de su ponzoña herética y mercantilista.

El establecimiento de las primeras logias —está probado— se remonta en Buenos Aires a ese año crucial de la Reconquista, precisamente. Mientras en España se constituyen con los Borbones, en Buenos Aires comienzan recién con los ingleses.

Dos logias principales instálanse en la ciudad después de 1806: la mentada “Estrella del Sur”, primero, y la denominada “Hijos de Irám”, inmediatamente después. Mediante tales instrumentos el tenaz enemigo consigue infiltrarse poco a poco, hacerse de adeptos, sobornar funcionarios y congregar a comerciantes con intereses contrarios al proteccionismo imperante, organizando con paciencia una sutil “quinta columna” en el corazón del Plata. Contando con ella, preparará su segunda invasión: su revancha.

Al año siguiente, una poderosa expedición a cuyo frente marcha Auchmuty, ocupa Montevideo, llegando después Whitelocke a la capital del Virreinato con 9.000 hombres de tropa y 9 barcos de guerra. Adviertan Vds. la importancia que para S. M. B. tenían las posesiones españolas del nuevo mundo. Sin duda, el agresor organizó muy bien su “servicio de inteligencia” para continuar la obra separatista en el supuesto de repetir, los criollos, su hazaña reconquistadora del 12 de agosto. Whitelocke llegó, por eso, con instrucciones precisas dadas por el gabinete inglés, que nos revelan sus finalidades en 1807.

Escribe sobre el particular Carlos Roberts: 3 “Lo primero que hizo el gobierno fue enviar un barco veloz al Cabo, el “sloope” Fly para darle a Craufurd la noticia, ordenarle abandonara su expedición a Chile, y partiera al Río de la Plata para ponerse a las órdenes de Auchmuty (quien tomará la plaza de Montevideo defendida por el General Ruiz Huidobro). Al mismo tiempo, ordenó a Wellesley presentara un memorándum sobre el asunto, expidiéndose el 29 de enero de 1807. En él dice que sin duda ya Auchmuty, con la ayuda del refuerzo del Cabo, habría tomado a Montevideo (en verdad, esto sucedió el 3 de febrero de 1807), y que cuando se le juntara Craufurd era de esperarse que sería tomada de nuevo Buenos Aires. Como habría en el Río de la Plata un ejército considerable, con tres generales de brigada, Auchmuty, Craufurd y Lumiey, recomendaba se enviaran dos buenos generales, de habilidad y de rango superior, el más antiguo como gobernador y al más moderno, que debería ser un oficial de mucho servicio, como jefe de las tropas, bajo las órdenes del primero. Consideraba que, para mantenerse en el país, se necesitarían para la Banda Oriental 1.200 hombres de infantería y 400 de caballería; para Buenos Aires 2.500 de infantería y 1.000 de caballería, y para el interior, en Córdoba, 1.500 de infantería y 700 de caballería; en total 5.200 de infantería y 2.100 de caballería, o sean 7.300 hombres. El gobierno hizo suya la indicación de enviar dos generales de rango, eligiendo al Teniente General Whitelocke, quien había solicitado el cargo, y el Mayor General Levisón Gower, los que llevarían más refuerzos aún; pero éstos no eran, evidentemente, del tipo de hombre que proponía Wellesley, como se verá leyendo sus biografías en el capítulo correspondiente y viendo su actuación posterior. El 24 de febrero, el Ministro Windham avisó a Whitelocke su nombramiento por el rey, de “comandante en jefe de las fuerzas en Sudamérica”, al que se le agregó el 6 de marzo de 1807 el cargo de Gobernador Civil, con un sueldo suplementario de £ 4.000 por año. Whitelocke partió para su destino el 9 de marzo.”

Estos testimonios irrecusables desmienten, en forma categórica, lo alegado por algunos historiadores de que las invasiones de marras fueron aventuras de almirantes audaces, sin expresa autorización, cuando no contrariando los sentimientos y órdenes del rey de Inglaterra. Todo lo contrario, según queda terminantemente probado aquí.