Lecciones de Historia Rioplatense
Trafalgar
 
 
Firmada la paz en Badajoz y perdidas para España las misiones Orientales, Bonaparte exigió el complemento en efectivo de la alianza de San Ildefonso: una indemnización por gastos de guerra que alcanzaba a seis millones de pesetas mensuales. Pero Carlos IV sólo v podía abonarla, recurriendo q los tesoros de América. Había que esperar la llegada de un gran convoy de Portobello. Más Inglaterra, al acecho, organizó una flota y sorprendió en el Atlántico al convoy, dispersándolo a cañonazos e incautándose de sus riquezas.

España quedó, pues, en descubierto; y la guerra fue la consecuencia lógica del incidente marítimo. La flota francoespañola será deshecha por el Almirante Nelson, en Trafalgar, el 21 de octubre de 1805. Esta acción naval tiene enorme importancia, no solo para Inglaterra (los oficiales de la “home fleet” todavía guardan luto a Nelson en las corbatas), sino para el destino ulterior del Río de la Plata. Recién después de Trafalgar, Britania, dueña absoluta del Atlántico, pudo —desentendiéndose de Portugal— intentar la conquista de la cuenca epónima y sus adyacencias estratégicas.

Trafalgar es, así, el antecedente inmediato, indispensable, de las invasiones inglesas a Buenos Aires y Montevideo. No podríamos imaginar tales empresas si prescindimos de esta derrota aplastante, en que España pierde, en un solo día, el dominio de sus rutas coloniales.

No fueron hazañas improvisadas las llevadas a cabo por Inglaterra en los años de 1806 y 1807. Hacía mucho que ambicionaba la herencia de los mercados imperiales hispánicos. La revolución industrial comenzada a fines del siglo XVIII, exigió colonias donde colocar sus manufacturas, y —como en la Isla; había políticos— fueron aprovechadas todas las oportunidades favorables. La alianza con Portugal serviría admirablemente a sus planes. Fomentar en el Plata las disidencias entre españoles y lusitanos y esperar el momento para intervenir como árbitros: he ahí la táctica de la política británica de ayer y de hoy.

Inglaterra estaba preparada desde el año 1790 para conquistar estas tierras y someternos a su yugo. Ello surge de los proyectos del famoso Miranda, agente oficioso de Pitt y subvencionado por su gabinete. Posteriormente y de acuerdo con los Estados Unidos del Norte (1796), Gran Bretaña organiza otra expedición que fracasa antes de hacerse a la vela. Luego, en 1801, 1803, 1804 y 1805, la actividad de los Hannover tendiente a ocupar Buenos Aires hállase plenamente documentada. Lo demuestra el insospechable historiador Carlos Roberts en su interesantísimo libro “Las Invasiones Inglesas del Río de la Plata 1806-807”, con piezas de los archivos existentes en el “Foreign Office” de Londres.