Lecciones de Historia Rioplatense
2. EL REFORMISMO BORBONICO | Guerra de sucesión española
 
 
La casa de Austria que gobernó durante casi dos siglos (de 1517 a 1700) haciendo de España una potencia universal respetada y amada —la primera de Europa que recordaba a la de Carlomagno—, habíase estancado en los últimos años, cansada de guerrear contra turcos y protestantes por la gloria de Dios y de su Iglesia.

Derrotado Felipe IV en Rocroy (1643) por las armas de Conde, los españoles quedaron humillados y deshechos. Este golpe fue la tumba del Imperio. Y Francia aprovechó la circunstancia feliz, para alcanzar la vieja ambición de Richelieu: hacer del territorio español un feudo de los Borbones dirigido desde Versalles.

La muerte de Carlos II, último de los Habsburgo, planteó en la península el arduo problema de su sucesión real. El taciturno monarca, enfermo y sin descendencia, había redactado diversos testamentos instituyendo heredero; primero, al príncipe elector de Baviera; luego al Archiduque Carlos, hijo del Emperador de Austria. Hasta que por último, débil de carácter, aceptó que el Papa Inocencio XII resolviera cuál de los parientes era el que tenía mejores derechos a la Corona.

El pontífice se inclinó por el duque de Anjou, nieto de Luis XIV. Y con intervención del marqués de D'Harcourt, embajador de la Santa Sede en Madrid, y del Cardenal Portocarrero, confesor de Carlos, obtuvo de éste su último testamento a favor del príncipe francés bajo condición que el beneficiado renunciara a su nacionalidad y títulos futuros al trono de su patria. Ello dio motivo a que el archiduque de Austria, reclamando mejores derechos a la sucesión, invadiera los dominios españoles de Italia. Luis XIV que veía en la coronación de su nieto el logro de viejos planes de primacía europeos, apoyó la candidatura, obligando a reconocer a aquel bajo el nombre de Felipe V. Pero desobedecido por los holandeses, obró contra ellos, dando motivo a que Gran Bretaña se uniera a Holanda y a Austria en apoyo de las pretensiones del archiduque contra Francia.

Comienza, así, una cruenta guerra que durará hasta el año 1713. Las armas francesas se baten con suerte diversa: contra Inglaterra, Alemania, el ducado de Hannover, el de Nenburgo y la Holanda. Los coaligados eran apoyados por casi todas las provincias españolas del Norte que conservaban incólumes sus viejas tradiciones nacionales. En un comienzo el éxito se mostró favorable al archiduque, que fue reconocido y jurado en Cataluña. Valencia y Aragón, bajo el nombre de Carlos III. Mas Gibraltar es declarado presa de los ingleses, enarbolándose allí el estandarte de la reina Ana.

El triunfo de Villaviciosa restituyó, por fin, la confianza y autoridad de Luis XIV. El poder de su adversario quedó reducido a las tres plazas de Cardona, Tarragona y Barcelona; amén de las comarcas aledañas a su jurisdicción.

Bien pronto se firmaría la paz definitiva en la histórica ciudad de Utrech, el día 11 de abril de 1713.