Historia Constitucional Argentina
4. Revolución de 1943
 
 

Sumario: Sus causas. Gobierno de Ramírez. Farrell en el poder. La elección del 24 de febrero de 1946. Ascenso de Perón. La política exterior. La política obrera. Ascenso de Perón; la elección de 1946.




Sus causas


En primer lugar debe decirse que esta Revolución contó con clima popular propicio.


La opinión pública enfrentaba a los dirigentes políticos desprestigiados por el fraude. Hasta los propios radicales practicaban manejos indeseables en sus elecciones internas, como ocurría en la Capital Federal y provincia de Buenos Aires 959, llegando algunos sectores, como se ha dicho, a pensar en el apoyo a la candidatura de Justo para la presidencia. La corrupción y la venalidad habían producido hechos estridentes como el negociado de las tierras de El Palomar, o las extorsiones de los concejales metropolitanos a los colectiveros porteños, lo que había llevado al presidente Castillo a disolver el Concejo Deliberante de la Capital, respondiendo a presiones militares que reclamaban una conducta ejemplarizadora, respecto del cuerpo ya desacreditado con ocasión de la prórroga de las concesiones eléctricas 960.


La reacción ante tal estado de cosas se concentraba en las filas del ejército, en cuyo seno había surgido una logia secreta, el GOU, para algunos «Grupo de Oficiales Unidos», que hacia marzo de 1943 ya estaba organizada. Entre sus integrantes, figuraban entre otros los hermanos Miguel A. y Juan Carlos Montes; Urbano y Agustín de la Vega; Emilio Ramírez, Aristóbulo Mittelbach, Arturo Saavedra, Juan Domingo Perón y Enrique P. González. Se proponían defender y mejorar profesionalmente al ejército, pero además bregar por el mantenimiento de la neutralidad argentina ante la guerra, luchar contra el comunismo y elevar el nivel ético ante el fraude y la corrupción 961.


La problemática vinculada con la sucesión presidencial a concretarse en las elecciones de 1944, desencadenaría la revolución.


Cuando en febrero de 1943 se supo que las preferencias del presidente estaban con Robustiano Patrón Costas, un azucarero salteño de raigambre conservadora, muchos sectores castrenses mostraron su disconformidad, pues ese candidato significaba para sus opositores la continuidad del régimen fraudulento y una presunta amenaza a la postura neutralista.


Ante rumores de que en el radicalismo se pensaba en la candidatura a presidente del ministro de Guerra, general Pedro Pablo Ramírez, Castillo le pidió explicaciones a éste. El ministro fue poco convincente para el primer mandatario, a pesar de que negó su candidatura, y entonces corrió el rumor de que se lo separaría de su cargo.


El GOU se decidió por la revolución, previo consentimiento de Ramírez, quien sólo pidió que un general encabezase el movimiento, pues no los había en la organización secreta 962.


En la madrugada del 4 de junio de 1943, alrededor de diez mil soldados salieron a la calle y pusieron término al mandato de Castillo, quedando consagrado presidente provisional el general Arturo Rawson.


El gobierno de éste fue brevísimo: al elegir sus ministros sin consultar a nadie y al manifestar su decisión de romper con el Eje, cundió el desagrado entre los revolucionarios, cuya cabeza dirigente se reclutaba en el GOU. Rawson fue sustituido, entonces, por el propio Pedro Pablo Ramírez, quien asumió el día 7 de junio, prolongándose su gobierno hasta el 24 de febrero de 1944 963.





Gobierno de Ramírez


Mientras los coroneles del GOU iban asumiendo puestos claves en el poder, el gabinete del general Ramírez sufría tensiones entre neutralistas y aliadófilos.


Se tomaron medidas trascendentes: disolución de los partidos políticos, intervención a las universidades, control de la información pública 964. Por un decreto de fines de 1943, se implantó la enseñanza religiosa optativa en las escuelas del Estado, en un intento de hacer retornar la educación a los principios que la habían imbuido en la etapa fundadora de la Argentina, y que se habían abandonado en el ‘80. Los padres de los alumnos de los niveles primario y secundario, respondieron en más de un 96% en todo el país, decidiendo que sus hijos recibieran instrucción religiosa 965.


Hemos dicho que miembros del GOU ocuparon plazas importantes. El coronel Perón fue desde el primer momento secretario del ministro de Guerra Edelmiro J. Farrell, y el coronel Enrique P. González secretario general de la presidencia, para nombrar los más gravitantes.


Resultaría de consecuencia capital para el futuro, un hecho que en el momento no apareció rodeado de expectativas: la designación de Perón como titular del Departamento Nacional del Trabajo, transformado en Secretaría de Trabajo y Previsión, con autonomía, pues, de ministerio. Desde esta repartición, el carismático coronel comenzó a desarrollar una tarea de acercamiento a los gremios, promoviendo su organización, y la afiliación masiva en ellos de los sectores obreros del cinturón industrial porteño, mediante la agremiación obligatoria.


Surgieron nuevos dirigentes sindicales, con una mentalidad más consustanciada con los valores nacionales, como que procedían en buena medida de esa masa de provincianos que en la década del treinta se establecieron en el gran Buenos Aires, procedentes del interior, y se acercaron a Perón algunos dirigentes de la vieja guardia sindicalista y socialista.


Se bregó por el logro de la jubilación para todos los sectores del trabajo, de las vacaciones con el goce de salario, la concertación de convenios colectivos, la creación de los tribunales del trabajo, entre otras medidas. El diligente coronel iba trabajando, asimismo, por la unificación del movimiento obrero en una sola CGT 966.


Mientras ocurría esto en el orden interno, nuestras relaciones internacionales sufrían la presión norteamericana que nos impelía al abandono de la neutralidad. A una nota del canciller vicealmirante Segundo Storni, en la que éste le explicaba las dificultades con que se tropezaba para romper relaciones con el Eje, contestó el conductor del Departamento de Estado, Cordell Hull, con otra durísima para Argentina que en su entender se había comprometido a romper esas relaciones, notificándole que EEUU no aportaría armas a Argentina como lo venía haciendo con otras naciones latinoamericanas rupturistas, como Brasil por ejemplo. Storni debió renunciar.


La prueba de que un cónsul argentino, Oscar A. Hellmuth, gestionaba armamentos en Alemania –pues el gobierno de Ramírez estaba muy preocupado por la disparidad de armamentos con Brasil– y asimismo, la presunción de que Argentina había provocado un cambio de gobierno en Bolivia, en la búsqueda de aliados en que apoyarse, no hicieron sino aumentar el apremio estadounidense.


Finalmente, el 26 de enero de 1944, Ramírez se vio precisado a romper relaciones con Alemania y Japón. Rumores de que se pensaba declarar la guerra a esas potencias, lo que provocó consternación en círculos nacionalistas, y la presión de sectores militares bajo la influencia del vicepresidente Farrell y de Perón, llevaron a Ramírez a renunciar a su cargo cuando comprobó que no tenía sostén militar. Esta renuncia fue mostrada como una delegación del mando en Farrell, para evitar problemas con el reconocimiento de un nuevo gobierno por la comunidad internacional 967.





Farrell en el poder. Ascenso de Perón


El año 1944 marcó un hito importante en el ascenso de Perón. Llevado a la primera magistratura Farrell, Perón ocupó el ministerio de Guerra vacante, con lo que creció su influencia en los sectores castrenses. Entre bambalinas se desarrolló una sorda lucha entre éste y el ministro del Interior, general Luis E. Perlinger, por la vicepresidencia, resuelta a favor del primero en una asamblea de oficiales del ejército. Perón asumió dicho cargo, reteniendo el ministerio de Guerra y la Secretaría de Trabajo y Previsión 968. En ésta última continuaría su labor de acercamiento a los sectores obreros y desarrollando una proficua tarea de justicia social: aumento de salarios, sanción de estatutos para diversos gremios concediéndoles mejoras en sus actividades, ampliación a todos los gremios de los derechos que la ley 11.729 había conferido a los empleados de comercio, reglamentación de la organización de los gremios lo que significaba mejora sustantiva para el despliegue de su actividad, etc.969.


Perón matizaba estas conquistas con un permanente diálogo con la dirigencia sindical, que tocaba su sensibilidad, y esto se irradiaba a las masas populares, que iban sintiéndose protagonistas del acaecer político-social.


Ese año 1944 fue importante, asimismo, en lo económico. En agosto Perón fue encargado de los estudios relativos a instrumentar un ente que ordenara social y económicamente a la República. El vicepresidente creó el Consejo Nacional de Posguerra, con carácter consultivo. El secretario general de este organismo fue José Figuerola, técnico español a cuya influencia y consejo se debió luego la concreción del I Plan Quinquenal. Dicho Consejo subsistió hasta 1955 con distintos nombres: Ministerio de Asuntos Técnicos, en 1949, y Secretaría de Asuntos Técnicos, en 1954.


El proceso de industrialización, que venía dándose desde mediados de la década del ‘30, se incentivó. Al efecto, en 1943, se había creado la Secretaría de Industria, con rango ministerial, y ahora, en 1944, el Banco de Crédito Industrial, destinado a impulsar mediante el crédito nuestro desarrollo manufacturero. Esta casa bancaria cumplió una labor altamente eficiente en los años posteriores 970.


Año decisivo en el devenir de la Argentina contemporánea fue 1945 971. Comenzó con un acto que logró romper el aislamiento diplomático en que se encontraba Argentina, por su renuencia a aceptar la presión norteamericana a fin de que se alinease más francamente con el sector aliado. En Chapultepec, Méjico, a principios de 1945, una Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y la Paz, en la que Argentina estuvo ausente, resolvió que si ésta declaraba la guerra a las potencias del Eje, todas las naciones americanas reanudarían sus vínculos con ella, que por influencia de EEUU estaban rotos en ese momento.


En marzo se produjo la declaración de guerra y Argentina pudo firmar el Acta de Chapultepec, quedando en condiciones de participar en la Conferencia de San Francisco que crearía la Organización de las Naciones Unidas. En realidad, declarar la guerra a Japón y Alemania, cuando estaban virtualmente vencidas, no fue una actitud de moral internacional recomendable, y provocó el alejamiento de un buen número de nacionalistas de las funciones de gobierno. La declaración de guerra se explicó como una necesidad de la estrategia diplomática, que devolvía a nuestro país un lugar dentro del concierto interamericano y mundial 972.


Mientras tanto, la sociedad argentina mostraba ya una tajante división entre los sectores que iban concentrándose alrededor de la figura del secretario de Trabajo y Previsión, y el llamado ámbito democrático, donde militaban los partidos políticos, casi en su totalidad, los universitarios, tanto docentes como estudiantes, los grupos económico-financieros más influyentes, la prensa casi íntegramente.


La entrada de los aliados en París, la caída de Berlín, la muerte de Mussolini y Hitler, galvanizó a esta última fracción, que sabiéndose vencedora en el orden mundial, pensaba debía serlo en el escenario local con relativa facilidad.


En estas circunstancias, mayo de 1945, llegó a Buenos Aires el nuevo embajador de los Estados Unidos Spruille Braden. Prevaliéndose de su condición de representante de la potencia triunfadora más poderosa, creyó que su influencia sería decisiva en la tarea de obstaculizar al gobierno revolucionario, especialmente a Farrell y a Perón. Se transformó en el líder de la resistencia llamada democrática: su presencia en actos de tal carácter, y sus manifestaciones y discursos en cuanta ocasión se le presentó, en realidad significaron una insolente y torpe intromisión en nuestra política interna, por parte de un diplomático que bajo ningún punto de vista podía tener tal misión. Tal torpeza e insolencia, lamentablemente apoyada por muchos círculos del espectro político y cultural, le costaría muy cara a la suerte de la oposición antiperonista 973.


Jaqueado por esta avalancha de ese sector más que influyente de la opinión pública, Farrell anunció en julio, que antes de terminar el año habría elecciones. Ante el anuncio, los campos estaban prácticamente deslindados. Por un lado Perón, que a pesar de haber proclamado en abril su decisión de no participar en el acto eleccionario, buscaba apoyos en el radicalismo a tales efectos, especialmente en el líder cordobés Amadeo Sabattini, con resultado negativo. Por el otro, casi todos los partidos políticos que hasta 1943 habían participado en la liza electoral, y que en septiembre organizaron en Buenos Aires una manifestación multitudinaria que impresionó a la República, con la denominación de «Marcha de la Constitución y la Libertad»974.


Alentados por este éxito, y por el clima de posguerra victorioso que se vivía, altos jefes de la marina y el ejército opuestos a Perón, que en julio solicitaban a Farrell, el alejamiento de las funciones de gobierno de quienes aspiraban a ser candidatos en las próximas elecciones, nucleados en octubre alrededor del general Eduardo ávalos, el 9 de ese mes, exigieron al presidente la renuncia de Perón. Este lo hizo así y, detenido en Martín García, parecía que el fin de su carrera era un hecho consumado. Pero la oposición continuó la embestida procediendo con evidente inhabilidad: exigió más, esto es, el relevo de todo el gobierno militar y la toma del poder por la Corte Suprema de Justicia, que debía presidir los comicios como garantía de ecuanimidad.


Los militares sintieron la afrenta y esto facilitó la reacción popular. El 17 de octubre, vastos sectores, especialmente de obreros, colmaron la Plaza de Mayo exigiendo la libertad de Perón. éste, que había abandonado la isla de Martín García y se encontraba en la capital, en el Hospital Militar, obtuvo no solamente su libertad, sino la posibilidad, hacia la noche, de dirigirse a la enfervorizada multitud, sin que ávalos intentara disolver la manifestación evitando así un derramamiento de sangre, de imprevisible trascendencia 975.




La elección del 24 de febrero de 1946


La liberación de Perón marcó prácticamente el inicio de la campaña electoral para las elecciones presidenciales de febrero de 1946, una de las más apasionantes de nuestra historia.


Los partidos políticos en su casi totalidad, Unión Cívica Radical, Partido Demócrata Progresista, Partido Socialista y Partido Comunista, conformaron una alianza que se denominó Unión Democrática, sosteniendo la fórmula presidencial del radicalismo, integrada en el primer término por José P. Tamborini y en el segundo por Enrique M. Mosca.


Las fuerzas conservadoras no estaban en cuerpo en la alianza, pero sí en espíritu, aconsejando votar por los candidatos de la Unión Democrática.


Por el otro lado, la fórmula integrada por Perón para la presidencia y por Hortensio Quijano para la vicepresidencia, contó con el apoyo de las corrientes sindicales, que habían dado origen a una nueva agrupación política, el Partido Laborista. También la patrocinaron sectores minoritarios del radicalismo, nucleados en la llamada Unión Cívica Radical Junta Renovadora, donde militaron, entre otros, Hortensio Quijano, Armando Antille, Vicente Saadi, Alejandro Leloir, Alejandro Greca. Grupos independientes de extracción nacionalista y conservadora apoyaron también a Perón.


El período electoral se desarrolló con normalidad, y se asistió a una buena demostración de lo que debe ser una elección democrática. Ambas fracciones llegaron, por los medios de comunicación y demás arsenal propagandístico, a la opinión pública en aceptable paridad. Perón, que contó con la sanción del aguinaldo para obreros y empleados a fines del año 1945, hubo de arrostrar en contraposición, la opinión internacional que le era adversa, y la presión interna de los más fuertes intereses económicos e intelectuales. Aunque el lema que levantara, «Braden o Perón», caló hondo en la sensibilidad de vastos sectores.


El 24 de febrero de 1946 en acto electoral de inobjetable legalidad, Perón obtuvo1.478.372 sufragios contra 1.211.666 de sus adversarios, y 304 electores contra 72. Ganó todas las elecciones provinciales menos Corrientes, y logró mayoría absoluta en ambas cámaras del Congreso 976.