desde 1900 hasta 1992
esperando a Perón
 
 

Lejos estuvo esa llegada de ser una apoteosis. Pues, según parece, la guerrilla se propuso llevar a cabo, con motivo de ella, un plan audaz y sangriento, que habría consistido en asesinar a Perón, durante el trayecto que debía recorrer por la autopista que enlaza el aeropuerto de Ezeiza con la avenida General Paz, haciendo recaer el crimen sobre los “gorilas†antiperonistas o, en todo caso, sobre la derecha peronista. Producido el atentado, los activistas de izquierda, disimulados entre la multitud, azuzarían la indignación popular para iniciar una marcha sobre Buenos Aires, que daría lugar al que denominaban “el Porteñazoâ€, a caballo del cual la subversión se apoderaría del gobierno, luego de algunas jornadas caóticas (“Argentinazoâ€). Aunque no se pueda afirmar con certeza la existencia de tal plan, el desarrollo de los sucesos posteriores lo tornan verosímil.


El 20 de junio de 1973, día del arribo de Perón, amaneció muy frío. No obstante ello, una multitud que se calculó en más de un millón de personas se fue reuniendo en el acceso al aeródromo internacional, aguardándolo. Las escuadras guerrilleras habían tomado mientras tanto posiciones en los montecitos que flanquean la ruta, proponiéndose copar el palco instalado en el puente “del Trébolâ€, que la cruza. Están poderosamente armadas y sólo esperan para actuar la aproximación de la comitiva que acompañará a ese conductor contradictorio, cuya autoridad fingen aún acatar a regañadientes pero que han resuelto sacar del medio para consumar la revolución socialista. Entre la muchedumbre se cuentan algunos terroristas en sillas de ruedas, ocultando metralletas bajo la manta con que cubren sus piernas de falsos inválidos.


Las cosas no ocurrirán, sin embargo, del modo planeado. Debido a filtraciones de información, el coronel Osinde ha sabido lo que va a suceder. Distribuyendo fuerzas que le responden en los lugares adecuados para impedirlo. Fuerzas irregulares éstas, pero que incluyen a numerosos militares, gendarmes y policías en retiro, adecuadamente entrenados y también provistos de poderoso armamento. Y que, ante la sorpresa de sus adversarios, les ganan de mano, ocupando aquel puente que adquirirá trágica fama. Pronto se sumaran a ellos elementos de la Juventud Sindical y de la CNU (Concentración Nacional Universitaria).


Osinde despliega una actividad febril y procura que el avión que trae a Perón no aterrice en Ezeiza. Nadie atiende su requerimiento urgente. Por fin, puesto en contacto con el vicepresidente Lima –en ejercicio de la presidencia, por estar ausente Cámpora– logra que el mismo se comunique por radio con la tripulación del aparato, ordenando que éste desvíe su ruta y tome tierra en la base militar de Morón.


Pero, previamente, han comenzado las escaramuzas entre los contingentes armados, que fueran tomando posiciones en la autopista de Ezeiza y sus adyacencias. Se combate por la posesión del puente. Y, advertida la demora registrada en el arribo de Perón, estalla una lucha feroz y generalizada, mientras toda clase de versiones corren entre el gentío, presa del pánico. La más difundida de ellas es que Perón ha muerto, esparcida seguramente por los agentes de la guerrilla, según lo planeado.


La batalla se prolonga y, durante su transcurso, se emplea hasta algún ómnibus, acondicionado como vehículo blindado. Las ráfagas de metralleta suenan intermitentes y se libran enconados duelos personales. Los guerrilleros llevan finalmente la peor parte y los bajan a tiros de las ramas donde estaban encaramados. Nunca se estableció el número de muertos y heridos que quedó como saldo de los enfrentamientos, estimado sin embargo en un número apreciable.


Al día siguiente, Perón habló por radio y TV. Sus palabras contuvieron una enérgica apelación al orden y a la necesidad de restablecer el principio de autoridad.


Los balazos disparados en Ezeiza hieren también en el ala al gobierno de Cámpora, cuyos días estarán contados a partir de entonces. El Partido Comunista lo apoya mediante un comunicado, el 23 de junio, y reiterará tales expresiones solidarias el 27. Perón se encierra en la casa de Gaspar Campos: hasta allí van Cámpora o sus ministros en procura de órdenes y avales, pero recogiendo tan sólo manifestaciones ambiguas por parte del disgustado líder.


Las FAP imputan los hechos de Ezeiza a la reconstituida Alianza Libertadora Nacionalista, al Comando de Organización de Brito Lima, a la CNU y a los grupos del coronel Osinde. Aunque callan su propia participación, no andan descaminadas al identificar a quienes las han enfrentado.


Siguen los secuestros extorsivos. No obstante lo cual, por aplicación de una conmutación de penas dictada por el Congreso, el 26 de junio se suelta a 1.000 presos en la provincia de Buenos Aires. Al otro día, en Mendoza, por decisión oficial se queman 5.000 prontuarios y 6.000 fichas de identificación policial. Santucho critica a Perón y a López Rega, en una conferencia de prensa que se difunde por TV. Hay nuevos motines en varios penales del país. Por razones que resultan obvias, es suspendido el tradicional desfile militar del 9 de julio. Y, al día siguiente, se anuncia que habrá que importar trigo.


El 13 de julio renuncian Cámpora y Lima. Habían transcurrido sólo 48 días desde su asunción.








Dentro de Partido Radical se perfila una nueva figura, opuesta a Ricardo Balbín: la de Raúl Alfonsín.


Con relación a la renuncia de Cámpora, Alfonsín formula declaraciones donde la califica como “un golpe de la derecha”.