desde 1800 hasta 1851
guerra contra Brasil
 
 
Ante la incorporación del representante de la Provincia Oriental al Congreso General, Brasil reacciona declarando la guerra, en diciembre de 1826. A fines de ese mes, la escuadra imperial inicia el bloqueo de Buenos Aires.

Guillermo Brown, promovido a almirante, forma una escuadrilla naval con la que ataca Colonia, siendo rechazado. El capitán Norton contraataca, al frente de los buques brasileros, buscando a Brown en su fondeadero. Triunfa don Guillermo en el combate de Los Pozos y persigue a Norton, que se toma la revancha en el encuentro de Quilmes, donde resulta herido Espora, segundo de Brown.

Las acciones terrestres se demoran, hallándose ambas fuerzas a la expectativa.

El 8 de diciembre de 1827, el emperador del Brasil se pone simbólicamente a la cabeza de su ejército, en Santa Ana do Livramento, si bien el mando efectivo lo ejerce el mariscal Felisberto Caldeira Brant, marqués de Barbacena, quien cuenta con un fuerte contingente de mercenarios alemanes bajo banderas. El total de sus efectivos alcanza a 8.000.

Alvear comanda en jefe las tropas argentinas, cuyos hombres son también unos 8.000. Entre los oficiales que lo secundan están Lavalle, Mansilla, Brandsen y Paz. Enterado de que Barbacena proyecta incorporar refuerzos hasta completar 15.000 soldados, Alvear resuelve atacarlo sin dilación.

Ambas vanguardias chocan en Bacacay y en Ombú, triunfando los nuestros en estas primeras acciones.

A las 6 de la mañana del 20 de febrero de 1827 –aniversario de la batalla de Salta–, Alvear cae sobre Barbacena en Ituzaingó, luego de eludir una maniobra de encierro realizada por su oponente. Brandsen y Paz cargan contra los infantes imperiales. Lavalle lo hace al frente de los coraceros y Lavalleja ataca a los jinetes brasileños. Soler no cede ante la caballería enemiga. En una vigorosa embestida, cae muerto el coronel Brandsen. Hacia las 2 de la tarde, los argentinos son dueños del campo, donde quedan 1.200 adversarios muertos, entre ellos el general Abreu. Pero, como tienen la caballada cansada después de 8 horas de combate, no están en condiciones de perseguir a los vencidos que se retiran. Los coroneles Paz y Lavalle son ascendidos a generales en el mismo teatro de la batalla. 10 piezas de artillería y dos banderas quedan en poder del ejército nacional.

La noticia de la victoria llena de entusiasmo al país. Por iniciativa del diputado Manuel Bonifacio Gallardo, el Congreso aprueba el uso de un escudo conmemorativo por parte de los vencedores.

Los éxitos no se redujeron a los obtenidos por la fuerza terrestre, ya que Brown había proseguido con su actividad. Reconquistó la isla de Martín García y, el 8 y 9 de febrero, derrotó a una escuadra brasilera en el combate de Juncal, hundiéndole 10 buques y apresando los demás. El 24 del mismo mes fue atacado por otra flota enemiga, resistiendo el ataque y echando a pique varios barcos imperiales.

El 6 y 7 de marzo, un marino al servicio del Brasil, James Shepherd, pretendió tomar Carmen de Patagones. Las acciones se desarrollaron en tierra y en mar abierto, sufriendo el enemigo un descalabro: casi todas sus naves resultaron hundidas y dejaron 10 oficiales y 300 marineros presos.

Pese a los triunfos parciales logrados con las armas, la guerra no terminaría en victoria. El embajador inglés ante el gobierno de Buenos Aires era por entonces lord Posonby y el interés británico consistía en una rápida finalización de las hostilidades, la independencia de la Banda Oriental y la libre navegación de nuestros ríos.

Mientras los ejércitos se mantenían inactivos, en cuarteles de invierno, Rivadavia envió a Manuel José García como Comisionado a Río de Janeiro, para obtener la paz a cualquier precio. García suscribe un acuerdo, coincidente con las líneas trazadas por lord Posonby.

Al conocerse el tratado en Buenos Aires, estalla la indignación general. Es ésta tan intensa que Rivadavia desconoce lo convenido por su enviado, expresando que García ha excedido los alcances del mandato que llevaba. Ello ocurre el 24 de junio de 1827. Pero, el día antes, un diario porteño publica detalles de un gran negociado que involucra a Rivadavia, referido a las minas de Famatina. Este escándalo, unido a la reacción provocada por la misión García, determina que el presidente eleve su renuncia al Congreso, que la acepta.






Con motivo de la victoria de Ituzaingó, el ejército argentino no sólo se apoderó de cañones y banderas enemigas. Sucedió, en efecto, que los brasileros ya tenían compuesta la marcha militar que se proponían tocar para festejar su triunfo en la guerra, que descontaban. Y la partitura de esa marcha cayó en manos de nuestras fuerzas. Desde entonces, sus compases marciales acompañan el paso de la bandera nacional y resuenan para saludar la llegada del presidente de la República. Porque es, precisamente, la “marcha presidencial” argentina y se llama “Ituzaingó”, según cuadra.